Clase mierda, dicen muchos fanáticos kirchneristas sentados en una caja millonaria que no les pertenece. Satanizan a la inmensa mayoría de la sociedad que es de clase media o aspira a ser de clase media. Resucitan viejos fantasmas dogmáticos que acusaban a la clase media de ser la madre de todos los males. Un militante de la ignorancia llegó a decir que los que salieron a protestar el 13-S “eran los mismos que antes iban a golpear la puerta de los cuarteles para producir los golpes de estado”. Me gustaría recordarle a ese prejuicioso que hace 36 años ocurrió el último golpe de estado en Argentina. Que fue el 24 de marzo de 1976 cuando los militares destruyeron la democracia para instalar el terrorismo de estado. Es decir que a los miles de jóvenes con menos de 36 años que expresaron a viva voz sus demandas no se les puede acusar de semejante hijoputez porque ni siquiera habían nacido. A los que tenían 15 años en aquel momento tampoco. Ya andamos por los 51 años, que fue la edad promedio de los caceroleros espontáneos convocados por una presidenta les mojó la oreja y los humilló uno por uno.

Ese muchacho mentiroso estaba desesperado buscando en la manifestación la foto de la fascista de Cecilia Pando. No la pudo encontrar. Muchos titularon la información con el apellido Pando y ni siquiera pudieron probar que estuvo. Pero aunque hubiera ido: una persona o un grupito no puede manchar a una multitud. Es verdad que hubo alguna pancarta y gritos nefastos, pero ultra minoritarios. La inmensa mayoría pedía más y mejor democracia. Más y mejor república. Nunca menos.

Que no se mienta a si mismo ese muchacho. Es una grosería pensar con semejante nivel de mala lecha. Si cree que los caceroleros de clase media son los mismos que parieron a Videla, con ese mismo razonamiento absurdo e irracional se podría decir que muchos de los que hoy gobiernan y festejan el día del Montonero son los que andaban matando personas y encima, querían enseñarle peronismo a Perón. ¿No van a aprender nunca? ¿Otra vez van a subestimar a la gente y el infantilismo de la soberbia desarmada va a guiar sus acciones? ¿Hasta cuando?

Tal vez alguien crea ese verso clasista que se cayó con el muro de Berlin. Tal vez alguien crea honestamente que ser de clase media es un combo ideológico que te convierte en un pequeño burgués egoísta, cipayo, discriminador y destituyente. Ese supuesto ya fue dinamitado por la historia y por la práctica. Pero aún suponiendo que eso fuera cierto, pregunto: ¿Si los de clase media son así de reaccionarios y retrógrados, qué se puede decir de los millonarios de estado que viven en Puerto Madero? ¿Es la abultada cuenta bancaria de Cristina y muchos de sus ministros lo que los define ideológicamente? Porque si esa chantada jurásica sirve para juzgar a la clase media también debería servir para calificar a los poderosos que encima hicieron su fortuna mientras eran empleados públicos y están muy flojos de papeles a la hora de dar explicaciones.

Desde aquella rebelión de los maltratados del jueves 13, la presidenta Cristina bajó el tono, su nivel de exposición y la frecuencia de las cadenas nacionales. Algo pasó. En Nueva York dijo que no se puede mantener contento a todos. Correcto. Es cierto. Hay prioridades y son las necesidades de los más humildes y marginados. Eso es verdad. Pero lo que tampoco se puede hacer es castigar y agredir verbalmente todo el tiempo a los que no están contentos y están en todo su derecho de no estar contentos. ¿O los indignados de España son buenos y los de Argentina son malos?

Lo escribí en su momento. ¿Desde cuando la movilidad social ascendente no es un valor del peronismo o de cualquier partido bien nacido? ¿Lula hizo mal en llevar a 20 millones de pobres a la categoría de clase media? La felicidad del pueblo, uno de los objetivos de Perón, era mejorar la calidad de vida de la gente. Los que se quejan son el pulmón por donde respira la democracia. No es bueno que un gobierno que se dice nacional y popular insulte a los que se movilizan pacíficamente y los acuse de querer vivir en Miami o de estar bien vestidos o de cuidar el pasto. Pablo Temes, un dibujante genial pintó la marcha del otro día con una persona que llevaba una media rota como bandera. Era un símbolo de la clase media o de la media clase que produjo la última gran novedad del tablero político.

Tal vez se podría utilizar como símbolo. Una media para protestar contra los que chupan las medias desde los medios. Una media para decir que no es pecado ser de clase media. Que es orgullo de pelear por el bienestar de las familias y por el progreso. Que todos los grandes países del mundo aspiran a ser un país de clase media. Ni pocos millonarios muy millonarios ni muchos pobres muy pobres. Una sociedad igualitaria. De clase media. Sin los millones de excluidos que todavía existen y sin esa clase de millonario culposo que se disfraza de Che Guevara mientras se lleva en pala el dinero de todos. La clase media no tiene veneno aunque la quieran envenenar.