Otra vez la violencia narco entre nosotros. En los últimos días hemos registrado una serie de hechos inquietantes que nos tienen que hacer reflexionar antes de que sea demasiado tarde para lágrimas. El mas grave de todos, por la conmoción institucional que generó y por su carácter inédito fue el ataque a balazos al domicilio del gobernador de Santa Fe, el socialista Antonio Bonfatti. No hay antecedentes de un atentado de esta magnitud. Por la investidura de la víctima y porque fue en su casa particular donde vive con su familia.

Fue un claro embate contra la democracia. Cuatro hombres encapuchados y en motos de alta cilindrada, con armas de guerra y 14 impactos de bala demuestran que estamos ante la presencia mafiosa de un grupo comando pesado y no de aventureros improvisados. Un diputado santafesino se animó y lo dijo con todas las letras: actuaron como sicarios que quisieron asesinar al gobernador. Ni en el 2001 ni en el levantamiento carapintada un gobernador había estado tan cerca de una balacera. Nada justifica esa agresión que, insisto, podría haber terminado con la vida del gobernador o de algún miembro de su familia. Pero se lo atribuyen a las más grandes bandas delictivas. A las que trafican con drogas. A las que mueven una tecnología, una logística y una chequera que es capaz de quebrar al ejército más poderoso.

Por eso dominan jueces y comisarios. Perforan las instituciones y las prostituyen. Disparan cañones de un millón de dólares. Y los funcionarios honrados son sus peores enemigos. Porque no transan con los transas. Porque no negocian. Porque su ética personal los hace blindados ante las coimas por mas grandes que sean. Eso desespera a los narcos y apelan al crimen organizado que es lo que mejor conocen. Algunos están desesperados porque varios cabecillas de bandas importantes están presos. Por eso amenazaron a las más altas autoridades del poder ejecutivo provincial, de la justicia y la policía.

De entrada, fue buena la reacción de todas las fuerzas políticas. Fue una señal para que los que están al margen de la ley encuentren todos unidos a los que defienden la democracia, las normas de convivencia y la Republica. Hubo una gran respuesta en este caso porque funcionarios nacionales y legisladores de todos los palos le pusieron el pecho a la situación y respaldaron a Bonfatti que hasta lloró emocionado por el apoyo de sus vecinos del barrio.

Pero enseguida volvieron las chicanas que dividen y pretenden aprovecharse electoralmente de una situación de extrema gravedad. Agustín Rossi, el ministro de Defensa, máximo responsable de controlar las fronteras, de la radarización que no existe y del retiro de los gendarmes de donde deben estar, le pegó al ex gobernador Hermes Binner. Dijo que todo comenzó durante su gobierno que fue una incubadora de los narcos. ¿Hacía falta semejante agravio? ¿Quiénes se benefician con esa división? Los narcos. ¿Quiénes se perjudican? Todos los ciudadanos honestos en general y los santafesinos en particular.

Es urgente la necesidad de lograr niveles de coordinación y ayuda superiores. Hay que devolverle a Santa Fe los gendarmes que se esfumaron de la provincia y trabajar en conjunto con todas las fuerzas de seguridad y no hacer política mezquina con semejante drama. Para eso y no solo para eso hay que extirpar todo tipo de violencia entre los partidos políticos. Condenar con contundencia y en voz alta pero fomentar las investigaciones y el castigo a los responsables. Anoche, un histórico peronista me dijo que los soldaditos de la droga, los pibes santafesinos cobran 500 pesos por día por cuidar los bunker donde viven y producen los narcotraficantes. Las señales de los últimos tiempos deberían hacer poner de pie a toda la sociedad con sus dirigentes a la cabeza. La dimensión narco de Córdoba y el Conurbano bonaerense merecen tratamientos especiales.

¿Nadie se alarma por la masacre de la villa 1-11-14 donde asesinaron a 5 personas en un ajuste de cuenta de bandas? ¿O la molotov criminal que tiraron en el conventillo de la Boca donde murieron dos pibes?
Estamos cumpliendo 30 años de democracia. No permitamos que este país se convierta en una narcocracia. Levantemos la guardia. Es por el bien de todos. Pero sobre todo, de nuestros hijos.