Algunas películas, como “Mentes que brillan” (Little man Tate), “En busca del destino” (Goodwill Hunting), “Una mente brillante” (A beautiful mind), entre otras, se meten con un tema fascinante, que no cualquiera puede producir: la inteligencia superior, especialmente en niños y jóvenes.

En teatro, “Los talentos” es una producción relativamente modesta pero brillante (para abundar con esta palabra), que en un pequeño teatro de Buenos Aires (ElKafka, Lambaré 866) entra en su tercera temporada. Aquí va una reseña.

Sábado a la noche en Buenos Aires: así comienza el juego y también la historia. Ignacio (Julián Larquier Tellarini) y Lucas (Julián Tello) pasan el rato en un departamento de la ciudad mientras esperan a Pedro (Pablo Sigal), el dueño de casa.

Se entretienen lejos de las computadoras, la play-station y las redes sociales. El hecho de que Ignacio fume en pipa –tiene unos 22 años- debería dar un indicio. No hay televisor a la vista, pero sí una gran pizarra donde el joven anotó, Sábado a la noche en Buenos Aires. Juegan a un “cadáver exquisito” de alta gama, y con el tiempo medido por un reloj de ajedrez ahora Lucas tiene que escribir el verso siguiente.

Discuten las reglas del soneto, la estructura de la rima, ABBA o ABAB; lo hacen con el mismo fervor con que otros jóvenes discuten por ejemplo la formación de un equipo de fútbol. Lucas es bueno pero Ignacio es implacable, no perdona ni una sinalefa.

Cuando por fin llega Pedro cae sobre ellos con toda su fuerza la realidad del sábado a la noche; tres pibes capaces de traducir textos del Arcipreste de Hita al lenguaje de hoy, de armar un atlas de países imaginarios, de escribir espontáneamente en el colectivo un largo poema dedicado los Budas de Bamiyán, esas mentes poderosas y apasionadas se paralizan en cambio ante las alternativas comunes de diversión urbana: si se trata de ir al boliche de moda, sólo consideran ir a la puerta “a sostener la mirada”.

Todos aman a alguien sin esperanzas, como es natural: Pedro ama a una chica que está con otro, y los otros dos aman a la bella Denise (Carolina Martín Ferro), la hermana de Pedro, recién llegada de París.

Esta pieza de Agustín Mendilaharzu y Walter Jacob es una fiesta de inteligencia y candor. Muestra un lugar poco frecuentado por la ficción, que es el universo del saber, una forma de felicidad, sensual a su manera, que no cualquiera es capaz de experimentar. Y también muestra el contraste de ese poderío con una timidez paralizante (por momentos literalmente), ante emociones y sensaciones humanas que no pueden domar con anagramas, fábulas o apólogos. Tal vez resulte más seguro para ellos terminar como siempre en las trasnoches cinéfilas.

Con la dirección de los mismos autores, los actores transmiten con fluidez esa montaña rusa que es el corazón de un joven apasionado, la arrogancia de su erudición y el humilde reconocimiento de sus miedos y debilidades. En un pequeño escenario, Magali Acha logra reproducir ese despojamiento de muchacho solo, donde apenas hay libros, una botella de vino y una pizarra para escribir sonetos.

“Los talentos” es una pieza intensa y conmovedora, que ha ganado, entre otros premios, el Trinidad Guevara al mejor autor.