No diga sexo, diga Marilyn
Este domingo en el cementerio de Westwood miles de mujeres besarán la lápida blanca de Marilyn para estamparle sus labios diabólicamente rojos.
Este domingo en el cementerio de Westwood miles de mujeres besarán la lápida blanca de Marilyn para estamparle sus labios diabólicamente rojos. Nuestros cerebros proyectarán esa imágen inerte, de un títere desarmado sobre la cama y rodeada de frascos de barbitúricos. Se cumplen 50 años de aquel día nefasto. Ella nació pobre y sola en Los Angeles y murió en esa misma ciudad, millonaria, pero igualmente sola. Hoy otras tumbas famosas la rodean. Dean Martin, Bob Hope, y hasta Natalie Wood con quien hizo su primera película clase zeta. El nicho de la izquierda está vacío.
Fue comprado por Hugh Hefner quien puso su foto de conejita en la primera tapa de Play Boy. El quiere pasar el resto de su muerte a su lado y no soporta que sus huesos descansen en paz. Muchos recordarán la aridez de su funeral medio siglo atrás. El esfuerzo de idolo del béisbol Joe Di Maggio para organizarlo todo y la ausencia de su último marido, el genio de la dramaturgia, Arthur Millar quien no quiso ir al entierro con una excusa poética: “Ella no estará en ese féretro”.
Y algo de razón tiene. Porque como publicó un famoso periodista norteamericano, Marilyn “es nuestra Eva Perón”. Tal vez porque es la abanderada de la belleza. O porque volvió y fue millones de almanaques con aquella foto de 50 dólares. Eso cobró Marilyn porque sus bolsillos estaban secos como sus lágrimas. Ella vendió su cuerpo desnudo por 50 dólares y esa imagen se convirtió en el ícono de la globalización del erotismo. El planeta deseó a aquella mujer para siempre. Todas la quisieron y nadie la quiso cuando era una niña y se llamaba Norma. La abandonaron sus padres y varias familias sustitutas. Abusaron de ella dos veces cuando no había cumplido 12 añitos. Terminó en un orfanato soñando con entrar en Hollywood. Igual que Evita, solo basta decir su nombre, Marilyn y la humanidad sabe de quien se está hablando. Fue el producto mas sensual que fabricó la industria cultural del cine.
Si seguimos con el lenguaje político podemos decir que Marilyn fue nacional, popular y amaba a los K. Porque siempre defendió a los trabajadores, apoyo los derechos civiles de los que venían de abajo como ella y se entreveró en amores con los hermanos Kennedy. A John Fitzgerald le cantó el feliz cumpleaños mas pornográfico de la historia. Fue un 29 de mayo de 1962, en el Madison Square Garden, media borrachita y tambaleante. Era capaz de excitar a las multitudes con sus formas sin siliconas ni botox. Todo lo que mostró y sugirió Marilyn era natural, como ella. Silvestre, salvaje, pubis angelical.
No solo porque fue parida y muerta en Los Angeles. En una de sus fotos mas famosas, en la que está parada sobre la rejilla del subte de Nueva York, su vestido se levanta por el viento y le dibuja alas a su cuerpo. Usó la misma falda de “La comezón del séptimo año”. La quisieron hacer pasar por rubia tarada como diría Luca pero ella supo disimular su inteligencia para engañar a los hombres. Pero leyó a Hemingway, fundó su propia productora algo que en aquellos años era un símbolo de independencia impensado y en 36 años vivió en 50 casas. Uno la fantasea con unas gotas de Chanel Nro 5 como único elemento sobre su cuerpo y hoy descubre en los libros de investigación que no solo disfrutó de los hombres, que tuvo un romance con su profesora de actuación y que le pasó de todo: fue dislexica, bipolar y suavemente tartamuda. Amó a Frank Sinatra y por su puerta se vinculó con la mafia.
Todos la tienen presente en sus oraciones si es que alguna vez vieron “Los caballeros las prefieren rubias”, una película con cero argumento, una excusa para mostrar a Marilyn. El mismo año de su muerte, Andy Warhol, la inmortalizó desde otro lugar, la convirtió en un símbolo del pop art. Fue una hembra provocativa que al comienzo de los 60 se atrevía a decir que el sexo forma parte de la naturaleza y que ella se llevaba muy bien con la naturaleza.
Sembraba millones de ratones en los cerebros masculinos. Se caso 4 veces, una de ellas por un fin de semana, pero tuvo cientos de compañeros de cama. Gastaba a los hombres, los transformaba en descartables. Su gran enemiga fue la soledad. Conmueven sus palabras sedientas de ternura: “ Una carrera es algo maravilloso”, dijo, “pero no sirve para acurrucarse contra ella en una noche fría”. De aquella noche helada de su paso a la inmortalidad, este domingo se cumplen 50 años. No diga sexo, diga Marilyn.