Si la Fragata Libertad pudiera hablar, seguramente, rogaría que no la hundan. Que la dejen seguir navegando y le quiten las cadenas que ahora la tienen presa en un puerto africano. Si la nave insignia de nuestra patria pudiera reflexionar en voz alta, seguramente, diría que “con amigos así, quien necesita enemigos”. Es que los primeros misiles fueron disparados por la codicia ilegal y sin límites de los fondos buitres. Fueron ellos los que reclamaron el embargo.
 
Pero, gran parte de los tormentosos momentos que debieron padecer tanto el buque como los tripulantes, fueron generados por la impericia y la torpeza del gobierno argentino. Fuego amigo, se dice en la guerra. Gol en contra, se dice en el fútbol. Es muy triste comprobar que aquel símbolo de soberanía y de excelencia que siempre fue la Fragata Libertad, hoy se convirtió en el resumen de la mala praxis que flota. Alcanza con poner el corazón para escuchar a los familiares de los marinos que fueron traídos entre gallos y medianoche, casi por el patio de atrás, como intentando ocultar tanta vergüenza. A muchos les hizo acordar, salvando las distancias abismales que separan la democracia de la dictadura y la guerra de la paz, cuando los ex combatientes de Malvinas, también fueron ingresados al territorio a espaldas del pueblo. Fue un triste y solitario final como el libro de Soriano.
 
Todo lo contrario al regreso triunfal que habían imaginado y que estaba previsto para el 8 de diciembre después de haber recorrido 16 puertos de las dos costas del Océano Atlántico. A veces parece que la prioridad del gobierno siempre es ocultar antes que resolver los problemas. Y señalar culpables antes que encontrar las soluciones. El operativo para armar un cerco que alejara a los marinos de los periodistas y el miedo que metieron entre los familiares que ni se animaban a dar sus apellidos por temor a represalias, funcionó a la perfección. Colocar cerrojos es una especialidad K. Eficiencia para eludir problemas o para resolverlos, no abunda. Hasta la propia frase patriótica y desafiante de la presidenta, de que “podrán quedarse con la fragata pero no con la libertad, la dignidad y la soberanía” fue un paso en falso en el camino de la recuperación del buque.

El papelón de la Fragata Libertad hasta ahora se llevó puesto al jefe de la Armada, almirante Carlos Alberto Paz, a otros dos oficiales navales y a una funcionaria menor del ministerio de Defensa. Como siempre, el hilo se corta por lo más delgado y las culpas están afuera del poder ejecutivo y del gabinete nacional. Quiero creer que la presidenta en las próximas horas tomará medidas y le pedirá la renuncia al canciller Héctor Timerman o al ministro de Defensa, Arturo Puricelli o a ambos. Hasta ahora la pelea interna se hizo con operaciones de prensa y gestos. El abogado mediático de Timerman fue Horacio Verbitsky quien responsabilizó de este despropósito a Puricelli y llegó a revelar que le había presentado su renuncia pero que Cristina lo humilló diciendo que “ella era la que decidía quien se iba y quien se quedaba en el gobierno”.

Sin embargo, Cristina, en un acto se refirió al ministro afectuosamente, como “Arturo”, y recordó públicamente cuando fue elegido gobernador de Santa Cruz en 1983. Veremos quien paga los platos rotos. Esta mañana, Puricelli puso la cabeza para que Cristina se la corte y por escrito asumió la total responsabilidad por lo sucedido. Puede haber novedades en las próximas horas pero, hasta ahora, la moneda está en el aire. Quien haya sido el responsable deberá rendir cuentas en el Parlamento. El canciller hizo gestiones en las Naciones Unidas donde recibió palmadas en la espalda y expresiones de deseos. El presidente de Ghana intentó hacer un gesto pero el juez a cargo le recordó el tema de la división de poderes.

Como si esto fuera poco, la muchachada de la armada tuvo que regresar en un avión de una empresa francesa alquilado por el gobierno. Mariano Recalde, el titular de Aerolíneas aseguró que sus naves no fueron porque estaban todas ocupadas y no por temor a otro embargo. Llueve sobre mojado. Los Hércules C 130 de la Fuerza Aérea o lo que queda de ellos, son muy lentos y solo tienen capacidad para 70 personas. Muchas veces cuando un gobierno mete la pata y se equivoca coloca en la superficie otro tipo de dificultades no tan conocidas. Se navega con los vientos de hoy, dicen los expertos.

Pero la profundidad de Séneca supo plantear con claridad de que manera la confusión de quien conduce puede hacer extraviar las buenas intenciones: “No hay viento favorable para el que no sabe a donde va”. Allá, amarrado en el lejano puerto de Tema quedó un pedazo de nuestro país, un capitán, 44 tripulantes angustiados y la esperanza de que pronto puedan regresar. Un joven marino dijo en Ezeiza que “abandonar el barco fue como una puñalada en la espalda”. Una puñalada que sufrimos todos los argentinos.