Las crónicas dicen que en la estación Once no hubo ninguna víctima fatal. Eso es cierto, pero es solo una parte de la realidad. Porque además del centenar de pasajeros heridos se puede decir que en el tren Sarmiento murió la verdad.

Dicen que la verdad es la primera víctima de una guerra. Aquí, lamentablemente estamos asistiendo a una guerra desatada por el gobierno nacional que todo el tiempo busca culpables en lugar de soluciones. Y en ese camino de lavarse las manos y mirar para otro lado no tienen problemas en asesinar a la verdad. Ya van tres siniestros ferroviarios en 20 meses que se cobraron la vida de 54 argentinos y donde mas de mil fueron heridos de distinta gravedad, algunos con lesiones que les arruinaron el futuro como a Natalia Meza que padeció mas de 70 operaciones.

Según las declaraciones del ministro Florencio Randazzo todo fue por culpa de tres motorman llamados Marcos Córdoba, Daniel López y Julio Benitez en el choque brutal del sábado. Si uno sigue a pié juntillas el relato oficial parece que hay una secta de trabajadores suicidas que resolvieron chocar los trenes y arriesgar su propia vida con el objetivo de perjudicar al gobierno nacional en las elecciones. Parece mentira que nos quieran meter semejante verso.

Ojo, que yo no les quito responsabilidad a los conductores de los trenes. Seguramente tienen una cuota parte. Pero es el estado el gran responsable de todo lo que pasa en estas empresas colapsadas. Incluso de la negligencia o de la falta de capacitación de los que manejan locomotoras que trasladan 300 mil personas por día. Pero suena muy raro que salvajes mentirosos como los Luis D’Elía quieran estigmatizar a los obreros ferroviarios y tirarles el fardo de tantas tragedias y de tanta muerte absolutamente evitable. ¿Cuál es el sabotaje del que hablan Juliana Di Tullio, Sergio Berni o Luis D’Elía? Paolo Menghini, el padre de Lucas, que murió el 22 de febrero del año pasado fue contundente al respecto y rechazó: “a los genuflexos del poder que sin el mas mínimo empacho, y, lo que es peor, sin pruebas, adjudican irresponsablemente al terreno de un atentado preelectoral. El primer responsable es el gobierno que nos dejó otra vez en carne viva frente a otra tragedia anunciada. Por acción, inacción u omisión la responsabilidad del gobierno es ineludible”.

Yo pregunto: ¿O el gobierno no prometió que en el 2011 iban a instalar los frenos automáticos? ¿O no es verdad que se dilapidaron fortunas en millones de dólares en subsidios que no se volcaron en las inversiones? ¿Quien sostuvo una mafia corrupta tripartita entre funcionarios del gobierno nacional, empresarios y sindicalistas? ¿O Ricardo Jaime es un holograma? Esta vez, dolorosamente, Juan Pablo Schiavi tuvo razón. Esta vez no hubo muertos porque el día sábado viajaba mucha menos gente.

Otra vez uno recuerda semejante provocación y piensa si estos burócratas viven en un frasco rodeado de adulones que lo ovacionan cuando sale eyectado del gobierno.

Ahora la gran mentira está intentando matar otra verdad. Randazzo y el paraperiodismo estatal dicen que el motorman, después de estrellar la formación contra el andén y llevar el vagón 8 metros adentro del hall, cerquita de los molinetes de la entrada, después de limpiarse la sangre de la cara con el tabique nasal partido, rompió la caja negra y se robó el disco duro para ocultar la filmación que sería la prueba de su sabotaje de campaña electoral opositora.
 
Dicen que Julio Benitez, quiso destruir la filmación de lo que hizo y que escondió el disco en su propia mochila. Cuesta creer todo esto. ¿Cúal es la lógica? Dispara preguntas ridículas lejos del sentido común. ¿Por qué no sacó antes el disco rígido si pensaba chocar el tren? ¿Por qué no lo tiró a la basura si quiso tapar su actuación? ¿Cómo hizo para pensar todo eso en medio de la conmoción por el choque y con tantos golpes en la cara y del intento de linchamiento de varios pasajeros? Insisto, todo es muy raro. Muy poco creíble como casi todo lo que sale de la boca del gobierno.

Los dirigentes sindicales dan otra versión absolutamente distinta. El Pollo Sobrero denunció otra conspiración protagonizada por los muchachos de La Cámpora. Dice que inmediatamente después de que evacuaron a los primeros heridos, entraron al lugar del conductor y ellos se robaron el disco duro. Denuncian que lo plantaron en la mochila del motorman. También suena extraño. ¿Hay un comando de La Cámpora listo y esperando accidentes para borrar pruebas que comprometan al gobierno?

Como dijo Paolo en su carta en representación de los sufridos pasajeros que son las únicas víctimas, absolutamente inocentes: “Son necios, insensibles, poco humanos que escupen odio mientras nosotros estamos en las camillas con los heridos”.
La verdad ya no respira. La verdad fue asesinada en Once y es la principal víctima de este nuevo siniestro del tren Sarmiento. El relato le clavó una puñalada por la espalda. Es un crimen de lesa responsabilidad sobre el que tendrán que rendir cuentas. El juicio de la historia será implacable. Y el rechazo de la gente, también.