Llevo en mi corazón muchas de las canciones de amor y de combate del tano Pagliaro. Son parte de mi equipaje. Hoy que todos dicen que Gian Franco se murió, que tenía 70 años y que se yo, debo confesar que, por suerte, le pude decir todo lo que lo quería no hace mucho, aquí, frente a este micrófono, en esta radio.

El tano Pagliaro jamás se traicionó. Decía lo que quería y vivía como pensaba. Jamás aceptó ser un señorito pequeño burgués domesticado. Fue provocador, cascarrabias, quilombero, un anarquista de la vida, una mezcla maravillosa de napolitano y porteño. Siempre soñó con canturrear tangos para homenajear a esta ciudad que le ofreció el cordón de las veredas como una continuidad de las canzonettas de su Nápoles natal, tan de Maradona, de Filomena Marturano, del gran Caruso que cada día canta mejor y de Al Capone.

En esa ropa que cuelga de los balcones, en la pasión de O Sole Mío o la Traviata fue esculpiendo su personalidad. Descendió de los barcos como todos. Llegó inmigrante en el transatlántico Conte Grande que era toda una bandera italiana navegando por la época.

El tano Pagliaro, me ayudó a levantarme minas con su poesía y a levantar barricadas con sus proclamas. Desde su voz quebrada, sucia, imperfecta fue dejando una huella y una actitud de rebeldía eterna. Tano arisco, tozudo. Dicen que solo la muerte puedo vencerlo. Yo tengo mis dudas.

Hay 34 discos, 200 canciones y millones de personas que escucharon en toda América las melodías de sus quejas y sus besos. Defendía a muerte a los autores y compositores. A los obreros de la creatividad que no pueden evitar que les metan la mano en el bolsillo. Fue feliz ese día de 1971, cuando don Pablo Neruda le confesó que había vivido y lo autorizó a musicalizar sus poemas. Es que, sobre todas las cosas, amaba a los poetas. A Tejada Gómez con quien compartía el puño cerrado contra las injusticias. A José Martí, a Rubén Darío. En los tesoros fotográficos se los puede ver con sus afectos: con María Elena, con otro napolitano pero de apellido, Pappo que pocos saben fue su guitarrista cuando tenía 17 años, con Leonardo Favio en la película que filmó con Monzón, con Sandro, Jairo, con Piero el otro gran tano nacional.

Y sobre todo con su compadre Facundo Cabral que lo está esperando con la viola lista, barbudos hermanados, vestidos con jeans hasta la camisa y los anteojos para pelearle a la única miopía que tenían: la de sus ojos. Porque con la sensibilidad veían mucho mas allá que cualquiera. Pagliaro se ganó una copa alta como la Libertadores agitando consignas en el Festival de la Canción de Buenos Aires. Fue un texto inmenso llamado “Las cosas que me alejan de ti”. Y las enumeraba en plena dictadura: “Un sueldo miserable/Una casa irrealizable

Doce horas de trabajo/Sin salir nunca de abajo

Callar lo que se siente/Por temor a los de siempre”.

Al año siguiente en 1971 la gente lo consagró de nuevo. Coreaban su nombre en las tribunas pero el jurado miró para otro lado. Y se armó un despelote tremendo. Silbidos, puteadas y escándalo. El tano estaba en su salsa. Aquella letra que tituló “Yo te nombro”, se transformó en el aerosol con que los militantes militaban.” Yo te nombro libertad

Te nombro en nombre de todos/Por tu nombre verdadero

Te nombro y cuando oscurece/Cuando nadie me ve

Escribo tu nombre en las paredes/De mi ciudad

Tu nombre verdadero/Tu nombre y otros nombres

Que no nombro por temor.” Ese fue su pasaporte hacia las listas negras de los milicos, hacia la censura. El tano seguía en su salsa: pateaba tableros y traseros.

La primavera democrática lo calmó un poco. Se permitió descargar de pólvora su poesía y mostrar su costado más romántico. Nos hizo felices, nos dio las primeras palabras para abordar un temblor con minifalda. Para hacernos los seductores robándole melodías a él, al tano sin ser sus salieris. Repetíamos amigos míos me enamoré sin vergüenza, o un ramito de violetas o Ho capito che ti amo, sanateando en cocoliche, porque yo besare de nuevo tu cuerpo adolescente, tu juventud, tu boca de coral, tu piel con gusto a sal, cada atardecer.

Porque el mar siempre fue parte de su vida. De su felicidad con Elena su compañera eterna, de sus tres hijas y de Gala esa nieta que ya lo debe estar extrañando. Gian Franco: yo también te voy a extrañar. Esas frases sabias: “Todo estaba antes que yo. Encontré la primavera florecida, la tierra repartida y el cielo prometido.” Un día escribiste que la verdad es el rostro de la soledad. Decir algunas verdades te vuelve popular. Decir muchas verdades te puede condenar al exilio en tu propio cuerpo. Algo de eso le pasó al Tano. Lo olvidaron, lo arrumbaron o mejor dicho quisieron condenarlo al olvido. Porque eso es imposible. Estoy seguro de que cada vez que haya una injusticia o cada vez que alguien haga el amor clandestino, el tano se levantará de su tumba. Indomable, como siempre.