Palermo sensible
Palermo es un sentimiento. Pero, ¿Cuál es el secreto de Martín? ¿Qué tiene de especial este hombre que con un gol es capaz de hacer llorar a todos los argentinos? ¿Dónde está esa sensibilidad especial que vincula a un grandote buenazo de casi 37 años con las multitudes que se emocionan como si Palermo fuera su hermano o su hijo?
Palermo es un sentimiento. Pero, ¿Cuál es el secreto de Martín? ¿Qué tiene de especial este hombre que con un gol es capaz de hacer llorar a todos los argentinos? ¿Dónde está esa sensibilidad especial que vincula a un grandote buenazo de casi 37 años con las multitudes que se emocionan como si Palermo fuera su hermano o su hijo? Se puede arriesgar que la explicación hay que buscarla más allá del fútbol. No alcanza con decir que lleva 292 alaridos de gol. Ni que es el debutante más veterano y goleador del mundial. Esas son estadísticas. Números fríos. Tablas de posiciones de la vida profesional. Hay algo mas humano que conmueve a la gente. Hay una mezcla extraña y maravillosa de sangre, piel, pasión e identificación que nos sacudió ayer a todos.
Es otra cosa que tiene que ver con los latidos del corazón, con la humedad que nace en el alma y se expresa en las miradas. ¿Cuáles son las cosas que vienen a nuestra mente cuando Palermo hace que la pelota sea un vínculo eterno entre su botín y la red del arco contrario? ¿Qué fotografías felices y terribles se proyectan en nuestra cabeza? Aquella lluvia bíblica que lo baño de épica con el gol a Perú que nos permitió estar en donde estamos y que lo hizo mas monumental en el Monumental? El zapatazo de mitad de cancha. El gol con los ligamentos rotos. El que le hizo a River con esa media vuelta eterna. El cabezazo de gol más lejano que se haya convertido jamás. Su nobleza de jugador torpe y de tipo querido por todos.
¿Usted vió el abrazo que le dio Diego? ¿Y la alegría que tenía Messi cuando se colgó de su humanidad? ¿Y el encuentro después de tantos desencuentros con la Bruja Verón? ¿Cuál es el misterio de ese Palermo que hizo llorar a todo un pueblo? Su vocación por el esfuerzo para superar todas las zancadillas que la vida le puso en el camino. Esa cultura del sacrificio y de no darse por vencido ni aún vencido. Ni siquiera cuando erró tres penales con esa camiseta abanderada. Esa actitud quijotesca de guerrero capaz de ir contra los molinos de viento. Esa capacidad para superar todas las adversidades. Aún la más desgarradora de todas, ese maldito destino que le arranco la vida a su hijito Stefano y que el recuerda besando su nombre tatuado en el brazo cada vez que se conecta con el delirio de los estadios. Ayer no pude aguantar mis lágrimas cuando dijo que ese angelito lo había ayudado desde arriba. Y en las tribunas estaban sus viejos que recién habían llegado. Justo para verlo treparse al olimpo con otros dioses no solamente griegos. Carlos y María Juana que lo aman hasta el infinito. Gringos laburantes que se ponen mas colorados que nunca cada vez que gritan “Pa-ler-mo” y la madre dice por lo bajo “Hi-ji-to”.
Era conmovedor ver a su hermano Gabriel, tan parecido y tan diferente y a su hijito Ryduan tan Martín y tan Palermo. Lloraba la familia en esa platea, lloraba Martín en la cancha. Lloraba el país en todas las tribunas de la tele y de la vida. Otra vez Martín se trepaba a la leyenda. Luchando sin perder la ternura jamás. Capaz de levantar milagros con la punta de su botín y agitando los colores nacionales. “Fue como si todos los argentinos hubieran hecho el gol conmigo”, dijo mas tarde.”Todos mis compañeros me abrazaban como si el gol hubiera sido de ellos”, fue su conclusión. Y fue rigurosamente cierto. Todos fuimos Palermo. Palermo mas diez. Palermo mas 35 millones. Todos metimos ese derechazo certero. Todos gritamos con él. Con ese San Martín de la Tenacidad. Con ese Palermo sensible. Martín Fierro. Martín Palermo.