Plan de evasión
En un viernes sangriento de Ramadán, especial para los musulmanes, el Estado Islámico exhibe su escaso respeto por la vida en cuatro atentados sincronizados en tres continentes que agudizan el drama de los desplazados y de los refugiados
En el mes del Ramadán, rito máximo de los musulmanes, el grupo radical Estado Islámico (EI) o ISIS, musulmán sunita, ingresó a sangre y fuego en la ciudad siria de Kobane y alentó a los suyos a liquidar enemigos. Eran personas de a pie que, durante el sangriento viernes 26 de junio de 2015, cayeron como muñecos en parques de diversiones durante atentados sincronizados en Francia, Túnez y Kuwait. Tanta crueldad, con su ristra de muertos y heridos, procuró escudarse en una cita de la revista Dabiq, órgano de propaganda del EI: “Nadie mejor que Alá maquina complots”. Al Shabab, filial de Al-Qaeda, también mató ese día a decenas de soldados en Somalia.
Parte del mundo está pagando el desatino de haber declarado la guerra contra a Irak tras la voladura de las Torres Gemelas y, casi una década después, de haber creído que el final de los despotismos de Zine al Abidine Ben Alí en Túnez, Hosni Mubarak en Egipto y Muamar el Gadafi en Libia, durante la Primavera Árabe, iba a tapizar la democracia en una región doblegada por odios encarnados en la etnia y la religión. Esos dictadores, entre los cuales Gadafi murió humillado frente a las cámaras, contribuyeron en su momento a las campañas electorales de algunos países occidentales. Sobre todo, de Francia, en alerta máxima tras haber sufrido dos masacres en un año.
En el EI, surgido tras la muerte de Osama bin Laden como un desprendimiento de Al-Qaeda, pesa la cruzada contra “los sucios franceses”. La coronó en enero de 2015 con el atentado contra el semanario Charlie Hebdo y una tienda de comida judía de París. Francia combate contra los extremistas en Malí, pero, a su vez, es el país europeo que más terroristas exporta a Irak y Siria, dominado en forma parcial por el EI. Son 1.400. Más peligrosos aún resultan los 300 que han regresado. Los vigilan con la Operación Centinela, dotada de 7.000 militares que patrullan las calles con los ojos puestos, en especial, en el transporte público, los colegios judíos y las sinagogas.
Atentados de esta magnitud promueven aquello que pretende el EI: infundir el miedo más allá de sus dominios (Irak, Siria y Libia) y, de ese modo, abonar la legión de casi 60 millones de personas que se ha visto forzada a abandonar sus hogares y convertirse en desplazados internos o refugiados por guerras, conflictos o persecución. Es la mayor cifra jamás registrada por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). El título del informe le da la razón al Papa: “Mundo en Guerra”. Francisco habló en su momento de la Tercera Guerra Mundial “por partes” (ver Tercera Guerra, primera parte). La estamos viviendo. Por partes.
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