Se nos murió Renzo
Si, se nos murió Renzo, carajo. Que terrible. Y digo se nos murió porque el chiquito se había hecho un poco de todos los argentinos.
Si, se nos murió Renzo, carajo. Que terrible. Y digo se “nos” murió porque el chiquito se había hecho un poco de todos los argentinos. Seguimos tan de cerca su lucha corajuda por sobrevivir que nos hizo empujar a todos con el. Renzo, Renzito, un dulce de leche, un bebe tierno que despertó cadenas de oraciones, chorros de energía positiva, buenas ondas, afecto, solidaridad, nos despertó lo mejor de nosotros, el lado mas pájaro del alma. Y ahora se nos fue. Esa maldita enfermedad cardiovascular nos arrebató esta mañana a quien se había convertido en uno más de nuestras familias. Nos conmovimos todos con Jorge Ramos, su abuelo que lo llamaba “El súper peque”, por esa tremenda voluntad de vivir.
Que mierda esta noticia. Renzo era una belleza tierna de apenas dos añitos. Nos hacía reír con la remera de los Angry Birds y el sombrerito tejido del monstruo más famoso del cine. Esos ojitos vivaces que hablaban. Renzo Antonelli, el “tanito” como le llamaba Haroldo, su padre desesperado. El gladiador no aguantó más y se nos fue. Las redes sociales se llenaron de luto esta mañana. Internet se condolió y no podía aguantar tanto pésame. Todos recordamos la mala suerte, ese dolor continuo. Si hasta les robaron el auto a los padres de Renzo. ¿Se acuerda? Juan Carr lo contó en la red solidaria y en un ratito ya tenía 9 autos a disposición para ir al hospital ofrecidos por argentinos anónimos que querían darle una mano.
Renzo se reía con los cuentos que le contaban. Se movía en su cama y sonreía con la música que le ponía Belén, su madre. Hacía las delicias de todos los que abrazamos simbólicamente a Renzo porque se nos metió en el corazón. Hubo momentos de mucha esperanza. Cuando le sacaron el respirador artificial, cuando su carita pudo verse un poco más detrás de tanto caño de plástico, cinta adhesiva y mascarilla. Que mierda esa miocardiopatía. La odio porque se ensañó con alguien tan débil. Y eso que Renzito hizo todo para seguir viviendo y sus padres también y todos los médicos que dieron una batalla colosal en el Hospital Garraham. Fue terrible cuando Renzo sufrió un Accidente Cerebro Vascular.
Lo dejó temporalmente disminuido de la vista y el oído y le paralizó medio cuerpo. Esa enfermedad congénita le impedía el desarrollo normal del miocardio y el músculo cardíaco no tenía suficiente fuerza para bombear sangre y oxigenar el resto del cuerpo. Desde octubre del año pasado estuvo en la lista de espera del INcucai. Dos veces lo transplantaron. Y los médicos ganaron varias batallas con un esfuerzo sobrehumano. Pero perdieron la guerra contra la muerte. Duele terriblemente decirlo, es lacerante, pero Renzo murió. Se me caían las lágrimas esta mañana igual que ese día en que descubrí la foto de su manito mínima, chiquita, tomando la mano de su madre. Era un mensaje que te golpeaba el pecho y el alma. Era Renzo aferrado a la vida, con ambas manos como un nuevo cordón umbilical.
Renzo Salvatori Antonelli, un bebito correntino que se hizo carne en nuestros sentimientos. En la adversidad, Renzito se había hecho nuevos amigos. Franco, Julieta y Sebastián tienen 5, 3 y 8 años y compartieron con él su calvario y su esperanza en el hospital. La lucha porque todos donemos nuestros órganos no se detiene y debe seguir con la misma entereza. Pero no todas las batallas se ganan. La familia se abrazó en su desgarro.
Todos sintieron el mismo agujero negro en el cuerpo. Empezaron a recoger sus cosas. El bolsito con los juguetitos de Renzo, la reposera con que su madre se pasó meses al lado de su cama escuchando los latidos de su corazoncito con su propio corazón en la boca. Le controlaba el color, la presión arterial, el semblante, la mascarilla de oxígeno. Su familia se arrodillaba al lado de la cama de Renzo y rezaba por el como si estuvieran frente a un altar.
Para ellos era su niñito Dios. Por eso todos rezamos por Renzo. Todos rezamos por él. Pero no alcanzó. Como dicen sus padres, se fue rodeado de amor y de luz. Un angelito y un leoncito más en el cielo. Fue muy emotivo lo que dijo Patricia Sosa: “No daba mas, pobrecito. Cambió de plano. Es libre, le tocó un cuerpito gastado. Que su alma encuentre la paz que aquí le faltó”. Se nos murió Renzo, carajo. A toda la Argentina se le cayó una lágrima.