Parece una fórmula matemática pero no lo es. 7 + D = 125 es un intento de explicar como el gobierno de Cristina chocó dos veces con la misma pared. Anoche, la comunidad política, volvió a respirar más aliviada, igual que después de aquel voto no positivo de Julio Cobos. Se produjo la misma sensación. Como si se hubiera desinflado una caldera a presión que estaba a punto de explotar. Y todo se calmó gracias a que funcionaron los sabios mecanismos democráticos. Son alarmas institucionales que suenan en situaciones de emergencia y que se activan para preservar las instituciones. Para protegerlas de la irracionalidad.

En aquella noche histórica el país había contenido la respiración por el nivel de tensión y dramatismo con que se venían los acontecimientos. Todo indicaba que podíamos terminar en una lucha fraticida. Pero Cobos dijo no positivo y fue derrota parlamentaria. Y se complementó con el cachetazo callejero que había sufrido el gobierno con dos gigantescas movilizaciones en Rosario y en Palermo. Todo terminó con el fracaso electoral del 2009. El gobierno puso toda la carne a la parrilla y perdió incluso en la provincia de Buenos Aires con Néstor Kirchner y Daniel Scioli como candidatos frente a un candidato novato en términos históricos como Francisco de Narváez.

Aquella vez fue el poder Legislativo el que le puso un límite a Cristina. Fue el Congreso de la Nación el que la frenó en el borde del precipicio a donde estaban llevando el conflicto.

Esta vez fue el Poder Judicial el que le puso el freno de mano a la descontrolada carrera del kirchnerismo hacia la desmesura suicida. Ayer, la resolución de la Cámara y el histórico, valiente e inédito comunicado de todos los jueces del país, funcionaron como el voto de Cobos. Los dos cacerolazos masivos de los ciudadanos de a pié y el paro de los trabajadores organizados cumplieron el rol de las concentraciones de los productores agropecuarios.
 
Falta comprobar si en las próximas elecciones parlamentarias del año que viene los representantes del gobierno también van a sufrir el voto castigo de la mayoría. Eso esta por verse. Porque todavía falta mucho y porque siempre el gobierno está a tiempo de corregir errores. Si Cristina deja de lado la tozuda obsesión por dinamitar el Grupo Clarín y se dedica a gobernar y a solucionar los temas mas graves como la inflación o la inseguridad, tendrá la posibilidad de recomponer el romance con las mayorías nacionales que hoy parece quebrado o, por lo menos, severamente cuestionado.

Nunca es gratuito desatar guerras contra medio mundo y diseminar odios por todos los costados. No se puede humillar a tanta gente durante tanto tiempo. Cristina casi no dejó sector social sin ser caracterizado de golpista. Es grave y hasta paranoico creer que todo el que piensa distinto o expresa sus disensos o protesta, es un golpista. El cristinismo más fanático llegó a la irracionalidad de comparar un acto de la justicia con un alzamiento contra una ley de la Nación; a amenazar con juicios políticos a los jueces que fallen en contra de las órdenes del gobierno y a denunciar un golpe institucional de la Corte Suprema.

Fue demasiado. Hasta la persona más sumisa, hasta los organismos más prudentes, reaccionan ante semejantes provocaciones públicas. Por eso ayer la justicia se puso de pie. Demostró que no está dispuesta a someterse a los caprichos de otro poder. La justicia tiene una misión clave que es controlar. Hasta la ley mas votada puede ser revisada por la justicia y puede ser declarada inconstitucional. La torpeza política de instalar el 7D como el asalto al cuartel Moncada tiene una responsable que es la presidenta. Pero los tapones que deben saltar son otros, empezando por el ministro Julio Alak. La presidenta tiene que largar lastre. Tiene que renovar su ánimo y su gabinete. Ya llegará en poco tiempo el fallo definitivo del juez Horacio Alfonso y muy probablemente el grupo Clarín deberá comenzar el proceso de desinversión.

Ese es otro tema. Pero no se puede hacer todo a las patadas y porque se me canta. La mayoría electoral no da derecho a llevarse todo por delante. Una vez más, igual que durante la 125, el gobierno cegado y fanatizado no pudo escuchar las advertencias de todos los sectores. Por eso chocó nuevamente con la misma pared. Aquella noche terrible, la presidenta, despechada y furiosa, amenazó con renunciar. Según Alberto Fernández, ella dijo algo así como que este pueblo no la merecía. Y aseguran que un oportuno llamado de Lula la hizo entrar en razones. Ojalá hoy Cristina tome todo con serenidad y sin creer en fantasmas conspirativos. Ojalá esta vez la historia no se repita ni como tragedia ni como comedia. Ojalá todo esto sea tomado como un llamado a la reflexión y la prudencia que muchos de sus funcionarios no tuvieron. Ayer, la justicia argentina se puso de pié en defensa propia y de la República. Ayer la justicia le dijo no a la prepotencia de estado.