Sinfonía de un sentimiento
Ahora que lo pienso, Leonardo Favio fue un artista comparable con Hugo del Carril. Ambos fueron cantantes populares, genios del cine y peronistas. Hace un mes que todos los argentinos perdimos a Leonardo y todavía no podemos creer que sea cierto.
Ahora que lo pienso, Leonardo Favio fue un artista comparable con Hugo del Carril. Ambos fueron cantantes populares, genios del cine y peronistas. Hace un mes que todos los argentinos perdimos a Leonardo y todavía no podemos creer que sea cierto. Es que tuvo una sensibilidad especial. Llegaba al corazón de las multitudes con sus letras sencillas y su voz tan personal y también fue un realizador de culto, donde la sofisticación intelectual caía rendida a sus pies.
Nació en medio del desamparo y la injusticia y se fue edificando hasta llegar a ser un hombre admirable. La crónica del niño solo se reveló y se rebeló, asi, con “ve” corta y con “be” larga, como su génesis. Quiero decir que apareció y creció en rebeldía. Fue un actor que supo acomodarse a su condición de ídolo como cantante y a la hora de dirigir, la pantalla grande, le quedó chica. Nunca ocultó sus cicatrices. Las mostraba con orgullo. Decía que su mirada tan en carne viva de la vida había nacido de la profundidad de sus dolores de reformatorios.
Su arte fue siempre transgresor, lejos de las obviedades, fue pasión y corazón transformado en historias cantadas o contadas con la voz y con la cámara. Su devoción por Evita y por Perón lo llevaron siempre a estar al lado de los mas humildes. Ya sea en la denuncia de la injusticia social como en las melodías que iban construyendo parejas de romanticismo. En el charter de regreso del viejo general y en la masacre de Ezeiza que nos acribilló el alma.
Ella ya me olvidó, yo la recuerdo ahora, decía desgarrado. O soñamos con hijos, que nos llevó la playa. Con Palito y Sandro, Favio integró el triángulo que hizo cantar y bailar a los pueblos de América Latina y que marcó a fuego a una generación. ¿Cuántos noviazgos se calentaron con el fueguito de “yo subía, ella bajaba, la miré y me miró”. Como poder superar eso de “quiero aprender de memoria con mi boca tu cuerpo, muchacha de abril”.
¿Cuántos debates de unidad básica, comité y barricada despertaron su Juan Moreira nacional y popular o ese maravilloso Gatica saludando a Perón como dos potencias que tanto nos conmovió? Favio supo patear el tablero de los lugares comunes. Nazareno Cruz y Soñar, soñar no encajan tan fácilmente en las etiquetas del cine políticamente correcto.
Favio siempre nos pareció vivir al borde del abismo con la fragilidad de su salud y simultáneamente, mostrar la fortaleza de su talento sorprendente. Hacía cine con las tripas. Dejaba la vida en cada película. Siempre al límite de la locura. Siempre tratando de ser Dios sin dejar de rezarle. Por eso tardó tanto para parir la Sinfonía de un sentimiento. Porque siempre fue un obsesivo de la autoexigencia. Pero mas tratándose de las ideas a las que se había entregado de cuerpo presente.
El peronismo suele producir artistas a su imagen y semejanza. Leonardo Favio es uno de ellos. Difícil de encasillar. Difícil de digerir para las presuntas vanguardias estéticas y enemigos de todas las capillas y sectarismos. Permitanmé que diga que Favio era pueblo por todos los costados. Que le brotaban por los poros las historias sencillas de la gente sencilla. Las tamizaba con sus neuronas privilegiadas y las devolvía hechas cultura.
Presurosa la gente/ pasaba corría/ y desierta quedó, la ciudad pues llovía. Era como un curso de introducción a la poesía. Como un folletín hecho para los muchachos del barrio. Una suerte de telenovela de la tarde con música para la noche. Favio de todos los talentos y de un solo dueño. Favio si que volverá y será millones. Los que tararearon sus canciones, los que lloraron de amor con sus historias, los que se metieron en el debate caliente de la liberación y de los humillados.
Era raro Leonardo. Una hoja en el viento y al mismo tiempo un monumento de acero.
Alguien que era capaz de cantar o quizás simplemente te regale una rosa y merodear la cursilería y en un segundo expresar una verdad de granito. Siempre se estaba muriendo y siempre resucitaba más creativo que nunca. Siempre estaba enfermo y tenía una fortaleza mas allá de su cuerpo. Una potencia mística, diría. Algo que flotaba a su lado. Algunos le llaman carisma y otros, devoción. Algunos lo congelan en un afiche de Carpani y otros en una estampita de Jesucristo. Es un Favio para repartir casa por casa. Un Leonaro Favio mezcla de ternura y piedra.
Se fue Leonardo hace un mes. Y todavía no pudimos elaborar el duelo. Todavía no nos dimos cuenta de todo lo que perdimos. Estamos engañados por su mirada de niño huérfano. Nos hizo creer que volverá y será millones y lo seguimos esperando. Dicen que el peronismo es un sentimiento. Favio también. La sinfonía de un sentimiento. Luche y vuelve. Leonardo es el padre de la lágrima que hoy lloramos.