Sostiene Moyano que va a dar la batalla para quedarse como máximo conductor de la CGT. A esta hora exactamente está reunido el Consejo Directivo para establecer los mecanismos de la elección.

Omar Plaini, uno de sus hombres de mayor confianza, asegura que ya tiene el número suficiente de delegados para ser reelecto. No hay que olvidar que es muy probable que la central obrera que viene sume a dirigentes como Luis Barrionuevo y Gerónimo Venegas que ya expresaron su apoyo al camionero.

Los gastronómicos y los peones rurales están entre los gremios que mas delegados aportan y ambos están duramente enfrentados al gobierno de Cristina.

Igual que Moyano. Más allá de sus intenciones, Moyano se ha convertido en uno de los opositores mas firmes al gobierno nacional. ¿Qué pasó en el medio? ¿Cómo fue que el principal aliado de Néstor Kirchner se convirtió en el principal enemigo de Cristina? Hay distintas teorías.

El líder camionero, dice que sigue pensando lo mismo y reclamando por la justicia social para los trabajadores. Que la presidenta traicionó al movimiento obrero y que por eso recibe a Roger Waters y pero no a los representantes de los trabajadores. Esta claro que hay una pelea de poder.

Que la presidenta quiere cortarle la cabeza a Moyano porque le gusta mandar y que nadie la mande. Y Moyano ya dijo varias veces que no se arrodilla ante nadie. “Yo llamo una vez y no llamo mas”, fue su respuesta respecto de la reunión que estaba reclamando con la jefa del estado.

Llegó incluso a meterse con el íntimo tema del dolor de las personas. Dijo que la presidenta se victimiza y cree que ella sola siente dolor por la muerte de un ser querido. Fue una factura porque Moyano siente que la presidenta fue irrespetuosa cuando falleció su hijo. Y de paso, le recriminó su actitud fría y distante con la masacre ferroviaria de Once que se llevó la vida de 51 personas.

La única realidad es que se vienen tiempos de ajustarse el cinturón en lo económico y eso puede provocar chisporroteos y protestas sindicales. Moyano aspira a ponerse al frente de esos reclamos. A encabezarlos como hace ahora. Del otro lado, el kirchnerismo no cuenta con candidatos muy taquilleros como para competir con Moyano. Antonio Caló de la Unión Obrera Metalúrgica es el elegido pero todavía no mostró su verdadera vocación y es alguien de perfil bajo que no se caracterizó por su combatividad en los últimos tiempos. Además está apoyado por varios impresentables, gordos de bolsillo, que están eternizados en el poder y que son millonarios representantes de trabajadores pobres.

El más parlanchín es Oscar Lescano, un furioso menemista que ayer dijo que su sector se siente parte del gobierno de Cristina. Los opositores a Moyano, además, están divididos. Van a tener que trabajar mucho para desbancarlo. El gobierno los va a ayudar pero pocas veces los gobiernos consiguen designar a los jefes cegetistas que a ellos les gustan. Veremos que pasa. Falta mucho todavía porque Moyano tiene mandato hasta el 12 de julio. Será una pelea de titanes. Moyano suma todo lo que puede. Hemos visto cosas impensables hace un tiempo.

Que vaya a programas de canales que antes eran caracterizados como hegemónicos o monopólicos o que elogie y sea elogiado por intendentes radicales como Héctor Gutiérrez de Pergamino o que haya logrado la simpatía de Pablo Micheli de la CTA opositora. Sus banderas de hoy son reclamos muy justos: aumentar el mínimo no imponible para que ningún trabajador pague impuesto a las ganancias, universalizar las asignaciones familiares y cobrar las deudas que el gobierno tiene con los sindicatos por las obras sociales. Julio Piumatto, otro de los lugartenientes del camionero, dijo que lo están sometiendo a una caza de brujas y que en los medios de comunicación estatales lo censuran.

Sostiene Piumatto que Hugo Moyano es el Messi del sindicalismo. Ahí se equivoca. Moyano dijo que los datos de la desocupación y la pobreza son falsos porque parten de la mentira de la inflación del INDEC. Moyano no es Messi. Se parece mas al rústico pero efectivo flaco Schiavi. Va con los tapones de punta y quiere cortar la dulzura del relato kirchnerista. ¿Podrá?