Algo inédito y terrible le ocurrió a la presidenta: la tocaron. Sus jóvenes guardianes suelen gritar amenazantes: “Che gorila/ no te lo decimos mas/ si la tocan a Cristina/ que quilombo se va a armar”. Y la tocaron. El cantito fue la crónica de una tragedia anunciada. Solo que los tiros no vinieron del campo del enemigo, del lado de las corporaciones agromediáticas golpistas. Por eso fue mucho peor que lo esperado. Se trató de fuego amigo, les entró por la retaguardia.

Porque los reproches, insultos y agravios vinieron de abajo, del corazón del pueblo mismo, y desde la izquierda, desde José Mujica, uno de los representantes mas cabales de los presidentes que se parecen a sus pueblos. Como si esto fuera poco, Cristina también fue sacudida por dos tormentas territoriales, en sus lugares en el mundo. Los reclamos mas duros que le hicieron en su propia cara, cuerpo a cuerpo, fueron en Tolosa, su barrio de toda la vida, donde se hizo militante de la Jotapé, abogada y esposa de Néstor. Y la primera derrota electoral de alto valor simbólico la sufrió en Santa Cruz, donde construyó su presente de líder política y millonaria, dos veces presidenta elegida por el pueblo y viuda de Kirchner, otro jefe de estado.

Todo eso pasó en una semana. De golpe, como ese diluvio universal que se pareció a un castigo bíblico a los oficialismos políticos que en el 2011 habían sido ratificados con amplitud en las urnas. Porque en forma paralela al conmovedor manantial solidario que surgió del subsuelo de la patria, apareció con fuerza una suerte de cachetazo gigantesco a todos los funcionarios de los lugares en donde los ciudadanos perdieron a sus seres queridos y a sus patrimonios ahorrados durante toda la vida.

La inundación pateó el rompecabezas político. Va a haber que rearmarlo con otros valores y personajes. De un saque obligó a que se suspendieran movidas electorales en el núcleo del peronismo que ya actúa casi como la totalidad del sistema político. Se postergó el encuentro de todo el cristinismo contra Scioli que estaba preparado en La Matanza y se levantó la reunión del peronismo disidente que busca su destino para enfrentar a Cristina. La realidad hizo que la presidenta tuviera que sentarse a conversar alrededor de una mesa con Scioli después de no levantarle el teléfono durante meses. A Macri no le dirigió la palabra. Todavía lo tiene castigado en un rincón con un bonete.

Cuanta razón tenía Perón cuando decía que lo mejor que tenemos es el pueblo. No lo digo en forma demagógica, para endulzar los oídos del ciudadano de a pie. Pero la reacción de los don nadie, del vecino del barrio, de los muchachos de la esquina, de la pibas del club fue de una dignidad y una generosidad que muchos funcionarios públicos no tuvieron pese a que se les paga y son elegidos para eso.
Las operaciones políticas, las mezquindades, el regodeo en el chiquitaje, el relato falso de toda falsedad, quedaron desarticulados en el suelo como marionetas destruidas por la fuerza del agua. Todos pagaron un alto costo político.

Empezando por los que mas responsabilidades y mas ambiciones tienen: Cristina, Alicia, Scioli, Macri, Bruera fueron aplazados socialmente y van a tener que rendir nuevamente el examen. Algunos fueron más groseros que otros en sus mentiras twitteras, como Bruera. Otros explicaron lo inexplicable y no sancionaron a sus colaboradores que intentaron ocultar que estaba en Brasil, como Macri. Las cuñadas Kirchner y Scioli se chocaron con las duras paredes que pone la gente cuando tiene bronca y demostraron que el blindaje de aplaudidores del que se rodean siempre no los pudo proteger. No fueron agitadores que atacan, como dijo Alicia. Eran inundados que actuaron en defensa propia. Los funcionarios fueron obligados a dar la cara. Por las muertes, por el colapso de la emergencia y por la insuficiencia de la ayuda.

Y recibieron cachetazos. Pagaron costo político y alimentaron ese nefasto fantasma que no termina de morir: el de diciembre de 2001. Aquellas pintadas feroces que decían: “Vota a nadie. Nadie te representa”. No creo en eso. Comprendo la bronca que empujó esos aerosoles del que se vayan todos. Pero no comparto ni el diagnóstico ni el remedio. Hay militantes políticos muy dignos y muy honestos. Hay que ayudarlos para que sean mayoría y ganen elecciones. Y multiplicar su ejemplo. Y los malos, los delincuentes ignorantes, que también existen sin duda, no salen de un repollo ni vienen de vienen de Marte.

Son nuestros representantes, carne de nuestra carne, reflejan nuestras grandezas y nuestras miserias. Esa revolución solidaria de los de abajo hay que transformarla en mayor participación democrática. Para que todos nos representen. Para que cada uno ponga su granito de arena y podamos construir un futuro distinto para nuestros hijos. Para que la democracia que es nuestra casa común, no se inunde más con incapaces, hipócritas o corruptos. En síntesis, para que las aguas no bajen turbias. Y gobierne la transparencia.