Todos perdimos todo
Primero algo obvio pero que algunos, parece que no se dan cuenta: estamos de luto. Los argentinos estamos de luto. Mas allá del decreto de los tres días de duelo nacional.
Primero algo obvio pero que algunos, parece que no se dan cuenta: estamos de luto. Los argentinos estamos de luto. Mas allá del decreto de los tres días de duelo nacional. Hablo de nuestro corazón. Del dolor inconmensurable que produce la muerte de por lo menos 56 compatriotas. Del desgarro que nos genera ver y escuchar a los familiares de esas personas que de un día para el otro, arrastrados por el agua, perdieron para siempre a sus seres queridos.
La mayoría son viejitos solos que no pudieron reaccionar, que apenas gritaron sus desesperación. Edgardo Mendoza perdió asi a su padre y a su madre. Y encima también se le murió un sobrino de 18 años. Tragedia total. Todavía no lo pueden creer. Todavía no entienden ese tsunami de agua que se descargó sobre todos nosotros en general pero sobre las dos grandes capitales en particular: la ciudad de Buenos Aires y La Plata. Por eso estamos de luto. Por eso los tenemos que acompañar en el sentimiento. Darles nuestro pésame y nuestro abrazo para que no se sientan solos como pidió ayer Juan Carr. Ellos si que perdieron todo porque perdieron la vida. No hay vuelta atrás. No hay remedio. Murieron y se acabó.
Es brutal. Pero esa frase, “perdimos todo”, es la mas desgarradora y repetida de estas horas. Uno habla con amigos, con compañeros de trabajo, con conocidos de su hijo, con vecinos de sus familiares y aparece esa maldita frase que es como un abismo de angustia: “Perdimos todo”. No hay palabras de consuelo para decir. Solo que estamos con ustedes. Que vamos a darles todas las manos posibles. Que estamos codo a codo para lo que gusten mandar.
Es lo primero que se nos ocurre. Contener con los brazos y con las palabras. Impedir que se quiebren en llanto, que bajen los brazos, que se rindan. Las historias personales de los damnificados son para ponerse a llorar con ellos. Son miles y miles. Han despertado una solidaridad inmensa y conmovedora de todos pero hay montañas de necesidades. La ropa para los chicos, los útiles para el colegio, los libros, la poca comida de los que tienen poco que se les mojó, el colchón y las frazadas flotando podridas y el frío que te ataca por la espalda, traicionero y se te mete en el cuerpo.
Los ahorros de toda una vida, el piso que se levanta, la heladera que se quema, el televisor que se destruye. Los ahorros escondidos en una lata de galletas en la alacena, las fotos de la primera comunión, la última imagen del Nono vivo comiendo esos tallarines que tanto le gustaban, los remedios, con lo que cuestan, los remedios que se hunden. Es un mar que se lleva todo por delante y un mar de lágrimas que desata. La impotencia, el descontrol, las ganas de putear a medio mundo. ¿Cómo empezar de nuevo? Están en la lona y encima la lona está mojada. Necesitan toda nuestra ayuda, la material, la que permite que coman algo caliente, que se puedan abrigar, descansar mas o menos por las noches y que poco a poco, puedan reconstruirse anímicamente, espiritualmente. Es tan criminal el agua que entra sin parar y te ahoga el alma.
Te deja sin respiración. “Perdimos todo”, es una frase que me rebota en la cabeza y me martilla la sensibilidad. El colapso se produce en la casa, en la intimidad de las familias, en lo más profundo de su vida cotidiana, entre los juguetes de los pibes, tapando todo con un barro hediondo, conmueve hasta los cimientos de las propiedades y de las personas.
Hay que tener mucho huevo para no quebrarse. Para ponerse firme, apretar los puños y los dientes, sacar pecho y salir adelante. Redoblar el esfuerzo para volver a empezar. A esta altura, después de tanto sacrificio y esfuerzo, volver a empezar. El diluvio universal se cayó sobre nosotros. Estamos todos de luto. Hay duelo nacional. Firmemos una tregua, por favor. Ellos no están solos. Y todos tenemos que dar una mano. Solidaridad y generosidad frente al drama de nuestros hermanos.
Respeto ante la muerte de por lo menos 56 argentinos. Y el corazón abierto para los que sufren. Juntos debemos salir de la catástrofe. Todos juntos. Porque todos perdimos todo.