Tomada de pelo
No entiendo como hace Carlos Tomada para seguir atornillado a su sillón. El ministro de Trabajo es el mas antiguo del kirchnerismo.
No entiendo como hace Carlos Tomada para seguir atornillado a su sillón. El ministro de Trabajo es el mas antiguo del kirchnerismo. Los acompaña desde la primera hora, desde las épocas fundacionales del Grupo Calafate. Pero sigo sin entender como hace para que no se le caiga la cara de vergüenza después de que se conocieron los audios originales de sus charlas telefónicas con José Pedraza, quien está preso acusado en la causa por el asesinato de Mariano Ferreyra.
El diálogo entre el ministro y el gremialista es obsceno por el nivel de complicidad que manifiesta. Y sobre todo, porque ocurrió tres meses después del crimen del joven militante del Partido Obrero a manos de una patota sindical que expresó un concubinato repugnante entre el gremio ferroviario, empresarios mafiosos y ahora, el gobierno kirchnerista. Por eso la agrupación que encabeza Jorge Altamira denunció penalmente a Tomada.
El interés sobre la red de ayuda mutua que tejió Pedraza toma fuerza ahora porque falta una semana para que se conozca la sentencia. Un burócrata sindical, un millonario y eterno gremialista con trabajadores pobres y desprotegidos escucha que el ministro del área le dice “Mi querido, escúcheme, la mejor defensa es un buen ataque, ja,ja,ja”.
No se sabe de que se ríe el ministro. Tal vez de nosotros, de los ciudadanos a los que nos escandaliza el trato de compinche que le da a alguien que ya estaba fuertemente sospechado por el asesinato. Seguramente Tomada tiene esa confianza desde que era abogado del sindicato que conduce Pedraza. Es decir, desde que era empleado del gremio. Lo mismo pasa con la segunda de Tomada. Con la vice ministra Noemí Rial. Mientras la Gendarmería allanaba la casa y el gremio de cara de piedra Pedraza, Rial le tira un salvavidas y un ofrecimiento de protección: “Llamame a mi casa o al celular durante el fin de semana para lo que necesites. ¿En el sindicato no había armas, no?”, se preocupa la funcionaria que no sale de su preocupación porque su amiguito le cuenta que en su domicilio particular si encontraron armas.
En otro tramo del diálogo amigable que sostienen, Tomada le aconseja que “les haga la cabeza” a los trabajadores tercerizados con cursos de capacitación, que se los puede ganar por que no son todos del PO o del PTS. Lo que se dice un verdadero asesor. ¿Habrá cobrado por esos servicios, Tomada o lo hizo de onda, en honor a los viejos cheques que recibía? Me llama la atención todo esto porque según le contó Máximo Kirchner a Horacio Verbitsky, el crimen de Mariano Ferreyra hirió también de muerte a Néstor Kirchner.
“Estaba muy amargado y muy triste”, relató el conductor de la tropa camporista que conduce su madre. No quiero ni pensar lo que diría Néstor Kirchner si viviera y se enterara de esta conversación telefónica entre las dos más altas autoridades del ministerio de Trabajo y el preso Pedraza. Aunque pensándolo bien, recuerdo que la mismísima Cristina Fernández, la actual presidenta, un tiempo antes había estado celebrando un acto con Pedraza en la Unión Ferroviaria y se había colocado el gorrito verde de los jerarcas propatronales y menemistas que lucraron con el ferrocidio neoliberal de los noventa.
¿Tomada será también amigote del Pata Medina, jefe de la banda que lideró su hijo en el ataque feroz a integrantes de La Cámpora? ¿Sería capaz de llamarlo por teléfono y darle algún consejo salvador? ¿O Tomada juega en esa interna con Gerardo Martínez, el preferido de la presidenta y el que fue agente del Batallón 601 del ejército, un grupo clave en el espionaje y la infiltración durante la dictadura militar? ¿Qué pasará con Pedraza en Tribunales? ¿Será protegido como un miembro más del sindicalismo kirchnerista o será condenado como al parecer le hubiera gustado a Néstor? ¿Qué opinara el ministro? ¿Le seguirá diciendo “Mi querido”, ofendiendo la memoria del militante asesinado? ¿Tomada nos seguirá tomando el pelo? Ojalá no le agregue más dolor al dolor de un militante que ya no está.