Trump es un buen Marine
La petición de Donald Trump de impedir el ingreso de musulmanes en los Estados Unidos coincide con la victoria de Marine Le Pen en las primeras elecciones francesas después de los atentados de París
George W. Bush terminó su presidencia haciéndose una pregunta: ¿por qué nos odian? La formuló por primera vez en el Congreso el 21 de septiembre de 2001, diez días de los peores atentados en la historia de los Estados Unidos. E insistió en planteársela hasta el último día. Colin Powell, secretario de Estado durante su primer período, había intentado hallar una respuesta. Contrató a Charlotte Beers, ex presidenta de agencias de publicidad top de la avenida Madison, de Nueva York, como J. Walter Thompson y Ogilvy & Mather. Si ella había sido capaz de convencerlo de comprar el arroz marca Uncle Ben´s, también iba persuadir a aquellos que tenían una imagen negativa del país.
Durante su primera misión, en El Cairo, Beers chocó con el primer obstáculo: no entienden, admitió, y no importa cuánto te esfuerces en hacerles entender. Después derrapó: renunció al cargo de subsecretaria de Estado en Asuntos Públicos y Diplomacia Pública aduciendo razones de salud. Powell concluyó entonces: la brecha entre quiénes somos, cómo queremos que nos vean y cómo somos vistos es terriblemente grande. Tan grande como falaz fue la excusa que procuró esgrimir ante Bush la consejera de seguridad nacional, Condoleezza Rice, secretaria de Estado durante su segundo período: a los Estados Unidos les resulta sumamente difícil definir su interés nacional ante la ausencia del poderío soviético.
Una pareja musulmana, Sayid Farooq y Tashfeen Malik, mató a sangre fría a 14 personas e hirió a 21 en San Bernardino, California, el 2 de diciembre de 2015. Murieron cinco horas después en un tiroteo con la policía. Barack Obama dejó entrever que era “posible” que se tratara de una “amenaza terrorista”. El precandidato presidencial republicano Donald Trump, con su desmesura habitual, pidió prohibir la entrada en los Estados Unidos de musulmanes, de modo de rebatir su “odio”. La Casa Blanca, por medio de su vocero, Josh Earnest, debió echar paños fríos, así como antes frente a los mexicanos, tildados por el magnate de Nueva York de "violadores" y "adictos a las drogas".
Trump, como Bush tras la voladura de las Torres Gemelas, se preguntó: ¿por qué nos odian? “¿De dónde viene ese odio y por qué es algo que tenemos que determinar?", inquirió. En carne viva, como en Francia después de los dos brutales atentados de 2015, la xenofobia cobra vuelo. No es casual que el ultraderechista Frente Nacional de Marine Le Pen se haya afianzado como la primera fuerza política en las elecciones regionales realizadas tres semanas después de la última masacre ejecutada por el Estado Islámico (EI) en París. La economía estancada, el índice de desempleo en alza y la sensación de pérdida de la identidad nacional a causa de la inmigración contribuyeron a ese desenlace.
En los Estados Unidos, según el sondeo Perceptions of Muslims in the United States: a Review, de Gallup, cuatro de cada diez personas abrigan prejuicios contra los árabes en general y los musulmanes en particular. Más de la mitad, el 52 por ciento, confía más en los republicanos que en los demócratas para repeler al terrorismo. El difunto intelectual palestino Edward Said escribió en su libro Orientalismo que, mientras vivía en Nueva York, advertía una visión exótica y manipulada de Medio Oriente. Esa imagen, agudizada por las guerras contra Irak y contra el régimen talibán en Afganistán, nutre en el ideario popular el presunto rechazo de los árabes a valores occidentales esenciales, como la libertad y la democracia.
En 1991, durante la primera guerra contra Irak, los norteamericanos tenían una opinión negativa de los árabes. La mayoría los tachaba de “terroristas, violentos y fanáticos religiosos”, según el Arab American Institute. En 2012, veintiún años después, una encuesta similar realizada por el mismo instituto arrojó resultados parecidos. Del otro lado del mundo ocurre lo mismo: prevalece un retrato distorsionado y negativo de los occidentales. En especial, de los norteamericanos, “violentos y fanáticos”, así como “egoístas, inmorales y codiciosos”, según la encuesta The Great Divide: How Westerners and Muslims View Each Other, del Pew Research Center.
En Francia, Le Pen, como su padre, halla su fortaleza en la aversión a los políticos tradicionales. Idéntica actitud adopta Trump, poniendo otro ladrillo en la pared en un momento de enorme sensibilidad contra los árabes y los musulmanes, estigmatizados con el EI y con Al-Qaeda, así como con las penosas caravanas de refugiados en Europa. Los temores a la inmigración datan desde siempre en los Estados Unidos. El Partido Know Nothing se cimentó en el siglo XIX sobre la base del rechazo a los irlandeses. A los asiáticos se los condenó a la exclusión desde 1882. Con la Ley de Restricción a la Inmigración de 1924, el arribo de extranjeros decayó durante cuatro décadas. ¿Por qué nos odian? Trump es un buen Marine.
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