Trump tira por elevación
¿Por qué aprobó el lanzamiento del mayor artefacto no nuclear que poseen los Estados Unidos? Le apuntó a Afganistán, pero procuró darle a Corea del Norte
La madre de todas las bombas dio en el blanco: Corea del Norte. Impactó en una red de túneles del ISIS-K (sucursal del Daesh, ISIS o Estado Islámico) en Afganistán, pero sirvió de advertencia para el régimen de Kim Jong-un. Su enorme detonación mató a 36 islamistas. No arrojó víctimas civiles, según el Pentágono. Les abrió paso a las tropas afganas que combaten codo a codo con las norteamericanas contra el Daesh en el nido del régimen talibán, su semillero y el de Al-Qaeda. Ambas facciones, brotes de la misma rama terrorista, combaten entre sí tanto en Afganistán como en Siria y en otros países.
Se trató de una demostración de fuerza que, a diferencia de la represalia unilateral contra Siria por el uso de armas químicas, contó con la aprobación del gobierno afgano. El principal destinatario era Corea del Norte, cuyo líder, Kim Jong-un, prepara otro ensayo nuclear para este sábado en coincidencia con el cumpleaños número 105 de su difunto abuelo, Kim Il-sung, fundador del régimen.
Trump redobla de este modo la ofensiva militar en sus primeros cien días de gobierno contra un enemigo indiscutible, el Daesh. En la campaña electoral había prometido derrotarlo en su primer mes en la Casa Blanca. Debe justificar ahora la suba de más de 50.000 millones de dólares en el presupuesto militar. Rumbo a Corea del Norte, apadrinado históricamente por China, envió al buque insignia nuclear USS Carl Vinson, dos destructores y un crucero.
En Afganistán, los 15 años de la guerra declarada en 2001 por George W. Bush como consecuencia de la voladura de las Torres Gemelas no han dejado más que desazón entre los norteamericanos. Prosigue, como si nada, con la incursión del Daesh desde que se divorció de Al-Qaeda, en 2014.
La seguridad empeoró. La intervención norteamericana, inventariada por el Departamento de Estado, reporta algunos beneficios, pero el desempleo afecta a la mitad de la población y el 39 por ciento vive con menos de dos dólares por día. Desde los años ochenta, cuando los soviéticos ocuparon Afganistán y los Estados Unidos opusieron resistencia, el país libra una batalla contra sí mismo.
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) retiró a los suyos el 1 de enero de 2015. Los reemplazó por 12.000 soldados que prestan servicios de asistencia y capacitación. Los Estados Unidos, a pesar de los intentos de Barack Obama de ponerle fin a la misión, mantuvieron 8.400 de sus 9.800 efectivos. Iban a quedar 5.500, pero el fiasco de Irak lo llevó a plantearse el dilema de dejar otro Estado fallido después de una guerra alentada por su país. La única victoria pudo ser el final de la protección que los talibanes brindaban al líder de Al-Qaeda, Osama bin Laden, liquidado por los Navy Seals en el vecino Pakistán en 2011.
Obama confiaba en el presidente Hamid Karzai para encarar una transformación del país, estancado en el nepotismo, la corrupción, el narcotráfico y el fraude. Imposible. Lo sucedió Ashraf Ghani, cuyas disputas con miembros de su gobierno no hicieron más que demorar las reformas.
El opio cobró vigor como fuente de financiamiento. Supone el 15 por ciento de su Producto Bruto Interno (PBI). En ese enclave, enmarañado por eternas reyertas tribales, Trump lanzó la madre de todas bombas. No sólo para abrirles paso a sus soldados y los afganos, sino también para avisarle a Kim, el líder norcoreano, que debía suspender la fiesta de cumpleaños de su abuelo.
Publicado en Télam
@JorgeEliasInter | @Elinterin
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