Un día como hoy de hace 50 años, en Israel, fue ejecutado Adolf Eichmann. Se trata del jerarca nazi conocido como “el arquitecto de la solución final”, uno de los máximos responsables del genocidio desatado por Adolf Hitler.

Exactamente hace 50 años, Eichmann fue ahorcado en la prisión de Ramla, a 45 kilómetros de Jerusalem, tal como lo ordenó el tribunal que lo condenó por crímenes de lesa humanidad. Eichmann, con el nombre falso de Ricardo Klement vivió durante 10 años en la Argentina y aquí nació su cuarto hijo, Ricardo Francisco, que tiene mi edad.


Vivió en Barracas, Tigre, Tucumán y en 1952 se estableció en una casa de la calle Garibaldi , en Bancalari, partido de San Fernando.

Trabajó como mecánico en Orbis y en la planta de camiones de Mercedes Benz. El 11 de mayo de 1960 fue secuestrado por un comando del Mossad, el servicio secreto israelí. El operativo fue llevado a cabo por un grupo denominado “Nokmín” que en hebreo significa “vengadores” y que fue liderado por Rafael Eitan. Hicieron inteligencia durante un tiempo para certificar que se tratara realmente de Eichmann. Increíblemente lo identificaron por la morfología muy particular de una de sus orejas y fue sacado del país en forma clandestina en un avión de El Al.


Lo disfrazaron de mecánico aeronáutico, fue medicado para que pareciera borracho, sentado en primera clase y con una confesión que había firmado en su bolsillo. Decía así: “Yo Adolf Eichmann, por medio de esta carta, declaro que voy a Israel por mi propia voluntad a limpiar mi conciencia”. Obviamente, esa situación generó un conflicto diplomático entre Israel, presidido por el legendario Ben Gurión y Argentina que en aquella época, tenía a Arturo Frondizi como jefe de estado.


El anuncio de la captura de uno de los criminales de guerra más buscados le dio gran parte del crédito a Simon Wiesenthal que luego se convirtió en el cazador de nazis mas experimentado, riguroso y famoso del mundo. Con el tiempo, los escraches de los familiares de los desaparecidos argentinos a los dictadores del golpe de Jorge Videla, cantaban “Como a los nazis/ les va a pasar/ a donde vayan/ los iremos a buscar/”.


Adolf Eichmann no fue un nazi mas. Sus restos fueron incinerados y las cenizas arrojadas en el mar Mediterráneo por una nave israelí y en presencia de algunos sobrevivientes del holocausto. El objetivo logrado fue evitar que su tumba se convirtiera en un sitio de veneración de los neonazis, negacionistas de distintos pelaje y xenófonbos ultraderechistas que tanto han resurgido en los últimos tiempos.


Lo más inquietante de Eichmann es que no era un monstruo sino un ser humano de apariencia frágil y de trato cordial. El mayor asesino de la historia era un hombre rutinario y mediocre, casi un robot programado para industrializar y masificar la muerte. Algo de eso dice la filósofa Hannah Arendt en su clásico estudio sobre la banalidad del mal. Arendt fue la cronista que envió The New Yorker para cubrir el juicio a Eichmann.


Para ella, ese señor bajito, pelado, de saco y corbata que parecía un oficinista no era el salvajismo criminal encarnado en una persona como decían la mayoría de los periodistas.


Arendt escribió que Eichmann no era inocente y que debía ser condenado con la máxima dureza pero que sus actos habían sido realizados no por su inmensa capacidad para la crueldad sino porque era un burócrata del exterminio.

Era una pieza dentro de la máquina totalitaria encabezada por Hitler que quiso demostrar el delirio de la presunta superioridad de la raza aria.

Por supuesto que esto desató una polémica interminable con aquellos que sostienen que hay que tener una predisposición especial y un fanatismo blindado para ser coronel de las SS y pieza clave de un plan sistemático para matar a 6 millones de judíos por incineración, envenenamiento, asfixia, hambre, balazos y trabajos forzados en campos de concentración.


El origen de la palabra holocausto tiene que ver con algo completamente destruido por el fuego. Por eso ahora muchos historiadores utilizan el término Shoá, que significa masacre. Un día como hoy de hace 50 años Adolf Eichmann tuvo su merecido. Se hizo justicia. Fue un hito en el combate contra el odio racial y el terrorismo de estado. Nunca hay que olvidar que vivió entre nosotros.