Una sueca propia
Mucha gente se llama Larsson en Suecia, como Alessandra, la que vemos por televisión, rubia y divina como las suecas de las películas. Sin duda los suecos están de moda, y más que en la televisión, en la literatura.
Mucha gente se llama Larsson en Suecia, como Alessandra, la que vemos por televisión, rubia y divina como las suecas de las películas. Sin duda los suecos están de moda, y más que en la televisión, en la literatura.
Primero apareció Henning Mankell, un autor de tal éxito que parecía haber reinventado el interés por el género policial. Desde Suecia, nada menos, ni Harlem ni Bronx. Mankell ocupa góndolas enteras de las librerías con una inagotable cantidad de títulos. Su detective, Kurt Wallander, jefe de policía de una ciudad de provincia, nada tiene de especial y carece por completo de humor. La única peculiaridad de estas novelas, me animo a decir, es que todo transcurre en Suecia.
Más interesante que los libros es el programa que produce la televisión sueca con el personaje de Wallander –así se llama la serie-. El actor que representa al policía tiene cierto gesto perdidoso y humilde que resulta comprador. La televisión británica hizo una versión también, por completo fallida, donde Kenneth Branagh no hace más que sufrir en cámara.
Con el nuevo siglo apareció Millenium, de Stieg Larsson, la historia editorial más apasionante de los últimos tiempos, dentro y fuera de la trilogía. El autor, como se sabe, murió antes de ver publicada su obra, y los herederos se disputan regalías que se cuentan en millones de euros.
Luego apareció la excelente Asa Larsson (se pronunca Osa), homónima pero no vinculada con Stieg ni con nuestra Alessandra. Su protagonista es Rebecka Martinson, una joven abogada de mal carácter con un pasado. Las historias transcurren, por ahora, en la pequeña ciudad del norte que ella abandonó para instalarse en Estocolmo, y a la que se ve obligada a volver.
Los suecos están de moda, otra vez. En la década del sesenta fue el cine, con las películas de Ingmar Bergman y los míticos desnudos de sus comedias prohibidas para menores. Ahora escriben novelas policiales, en general muy buenas. Y como si todo esto fuera poco, un poeta sueco, Tomas Tranströmer, se ganó este año el Premio Nobel de Literatura.