Ustedes cuando escuchan radio buscan un padre, encargado o tutor que les diga como deben pensar y a quien hay que odiar. Creen que este medio maravilloso es un electrodoméstico que, igual que el lavarropas, sirve para limpiar los trapitos, las manos y las conciencias sucias.

Nosotros creemos que la radio es el parlante de la libertad. El teatro de la mente, como decía el negro genial y peruano. Cuando se prende la luz roja, nosotros sabemos que estamos en el aire, para respirar el aire puro, el aire libre. Para oxigenar los pulmones que tenemos en la cabeza con nuevas ideas, con cuestionamientos, con la celebración de la sonrisa, con la alegría de vivir y la intención de no morir en una esquina cualquiera.

Y cuando digo nosotros, hablo de todos nosotros, de los que estamos de este lado del micrófono y de los que completan nuestro trabajo del otro lado. De los que están en su casa, en su laburo o viajando y nos devuelvan la pelota mas mansita y luminosa. De los que pintan sus consignas en el muro de facebook, de la voz compinche de cada mensaje telefónico, del mail que anuncia, pronuncia y denuncia. Estamos juntos todos los días. Nos une el éter y entre todos fabricamos algo nuevo que nos hace mejores personas. Hay mil días edificados con todas las manos todas. Las de acá y las de allá, pueden ser canción en el viento.

Ustedes prefieren la oscuridad que oculta. La que disimula y esconde las porquerías del poder. La que se traga la píldora del autoritarismo y mira para otro lado cuando los muchachos meten la mano en la lata.

Nosotros preferimos la transparencia, las luces y los espejos. La radio que muestra y demuestra. La que revela y destapa. La que nunca tapa ni encubre. La que argumenta y provoca. La que asombra y emociona. Esa radio que según Bravito es gratis, atendida por sus propios dueños, no se suspende por mal tiempo y va a domicilio. Radio de autor. Masiva porque mira muy arriba, hacia el cielo pero vuelva bajo porque abajo está la verdad.

Ustedes hacen cuentas para ver si la democracia les conviene. Si favorece sus codicias y sus cuentas bancarias. Se ponen tozudos, cerrados, creen que la verdad les pertenece y que cualquier cosa que la cuestione merece extirparse.

Nosotros no tenemos camisetas partidarias pero defendemos valores. La democracia por los siglos de los siglos, los derechos humanos de ayer, de hoy y de siempre, la apuesta a que hablando se entiende la gente y que el silencio no es salud, apenas una manifestación de autoritarismo.

Ustedes apuestan al golpe bajo, al chisme que descalifica, al impacto amarillo que puede construir repercusión. No diferencian lo que es notorio de lo que es notable.

Nosotros confiamos en la gente. En su madurez, en su capacidad de procesar lo que pasa y como pasa. En que el proceso de la comunicación es circular y chispeante. Que el oyente comunica, que va y que vuelve y levanta su bandera. Que tratamos de contar lo que pasa y porque pasa.

Ustedes profesan la fe de los dogmáticos. Cuestionan para abajo y nunca para arriba. Aburren por lo recurrentes y pesados, se nota el veneno que transmiten.

Nosotros abrimos la ventana todos los días. Nos hacemos cargo. No sacamos las culpas afuera. Somos humanos y por lo tanto tenemos errores y el mejor camino es reconocerlo y corregirlos. Nadie soluciona lo que oculta.

Nosotros somos capaces de dar la vida para que otro diga lo que se le ocurra, aunque sea nuestro adversario. No importa lo que opine el poder, lo que vale es lo que piensan los hombres y mujeres de carne y hueso. Las personas concretas y no las estadísticas. Orwell decía que en tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario.

Después de mil programas podemos encender a Mario Benedetti entre ustedes y nosotros y decir que

Ustedes cuando aman
exigen bienestar
una cama de cedro
y un colchón especial,
nosotros cuando amamos
es fácil de arreglar
con sábanas qué bueno
sin sábanas da igual.
Mil programas sin especular, sin miedo aunque vengan degollando, sin dogmatismos, haciendo la nuestra, con humildad y pases cortos. Mil programas que no se callan, ni se callarán. Y por eso decimos presente, por mil programas más. Como dice la publicidad: mil programa, mil gracias.