Ayer le dije que el que avisa no traiciona. Y la presidenta Cristina Fernández, avisó. En aquel acto de Rosario fue muy clara cuando dijo:” vamos por todo”. ¿Y que significa ir por todo en el diccionario cristinista? Controlar a todos y todas y evitar que alguien los controle a ellos. Ese es el contenido profundo.
 
Ya comentamos en esto días que los organismos de control fueron colonizados, cooptados, domesticados o directamente destruidos con la excepción de la Auditoria General de Nación que conduce Leandro Despouy. En toda sociedad democrática hay dos sectores que tiene como responsabilidad principal combatir la violación de la ley por parte del gobierno de turno. Los medios de comunicación que deben investigar y denunciar y la justicia, que también debe investigar pero que, sobre todo, debe castigar, condenar a aquellos funcionarios que cometen delitos.
 
En estos últimos días, la calidad institucional de la Argentina ha sufrido zarpazos muy duros. Se consolidó una justicia con la camiseta de Cristina y el amigopolio de medios de comunicación que fortalecen la maquinaria propagandística oficial que además tiene como misión destruir todo aquel que tenga la osadía de ir a fondo con alguna crítica. No es algo que ocurrió de la noche a la mañana. Hay un plan sistemático de domesticación y sometimiento de la justicia y los medios que se viene ejecutando sin prisa pero sin pausa. Ocurre que en estas horas se han expresado con todo obscenidad.

Hablo del desplazamiento del juez Daniel Rafecas y del procurador general Esteban Righi y de la compra del multimedio Hadad por parte del empresario kirchnerista Cristóbal López. Lo que está pasando y va a seguir pasando con el Boudougate es directamente escandaloso. Va a quedar en la historia de la falta de independencia de los poderes. Le sintetizo el caso en dos palabras. Amado Boudou está sospechado de haber favorecido desde el poder a una empresa trucha por todos los costados que va a fabricar nada más y nada menos que los billetes en la Argentina. Hay una pila de indicios, de casualidades demasiado casuales, de sospechas y de pruebas. Tanto el juez Daniel Rafecas como el valiente fiscal Carlos Rívolo estaban haciendo bien su trabajo aunque todavía tenían mucho por averiguar. Estaban en eso. Recolectando pruebas.

Esta causa es grave en cualquier país del mundo porque se trata del vicepresidente de la Nación, el que gobierna la Argentina en caso de ausencia de Cristina. ¿Sabe como termina esto? Lo anticipó con todos los antecedentes Omar Lavieri que hace años camina los tribunales. Termina en la nada. Igual que el caso Skanska donde ni siquiera sirvió la confesión de la empresa de que había pagado coimas. No sirvió ni el lema que dice a confesión de partes, relevo de pruebas Pero para la cámara no pasó nada. Nada sirve. Como no sirvieron las valiosas pruebas de los correos electrónicos de Jaime. Es el camino que va a recorrer la causa del Boudougate. Todo terminará con aplauso, medalla y beso para Amado y con y tres hombres de la justicia heridos. Righi mas muerto políticamente que herido, Rafecas desplazado y tal vez destituído y ahora van por Rívolo.
 
La señal que se le envía a la justicia es muy clara: no se metan con nosotros. Investiguen a los opositores o a los empresarios que no se portan bien con nosotros. Esta claro que el oficialismo protege a los suyos y manda al frente a sus adversarios que transforma en enemigos. Pero el dato mas grave es que en esta escalada, la presidenta está dispuesta a tirar debajo de un camión incluso a quienes tienen simpatía por ella y por su proyecto. Righi y Rafecas no son dos opositores despiadados. Todo lo contrario. Pero no fueron los suficientemente verticalistas. Los condenan por tibios. Por no incinerar incluso su prestigio profesional en el altar del poder concentrado. Y el caso de la venta de radio 10 y C5N va en el mismo sentido.

Hadad no era Lanata. Hadad no era Magnetto. Néstor Kirchner lo eligió como empresario amigo y le llenó los bolsillos de publicidad oficial a cambio de que se sume al amigopolio K. Pero Hadad no terminó de arrodilarse. Tuvo la ocurrencia de tener buenas relaciones también con Daniel Scioli y Mauricio Macri. Y ya se sabe que esos dos, son parte de los peores enemigos de Cristina. Otra vez, el mismo pecado. Se lo condena a Hadad porque no fue lo suficientemente verticalista. Subordinación y valor para defender a Cristina. Esa es la consigna. Esa es la razón de su vida. Va por todo.