Y tiro porque me toca
La enorme desproporción entre las víctimas de Israel y Gaza durante la Operación Margen Protector guarda relación con la efectividad militar de un lado y la densidad poblacional del otro
Esta vez, un muchacho palestino fue baleado en aparente represalia por el secuestro y el asesinato de tres adolescentes israelíes en Cisjordania. El atroz crimen de los muchachos judíos pudo haber sido cometido por el clan Qawasmeh de Hebrón, especialista en arruinar ceses de fuego. Sin evaluarlo, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, culpó al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas), gobernante en la Franja de Gaza, y puso en marcha la demoledora Operación Margen Protector, a cargo de las implacables Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Rara vez varía esta dinámica: unos prometen erradicar al terrorismo y los otros juran resistencia.
Hubo otras operaciones de este tipo que también tuvieron nombres de fantasía, como Lluvia de Verano, Plomo Fundido y Pilar Defensivo. Siempre ha prevalecido la superioridad militar de Israel sobre la densidad poblacional de la lonja dominada por Hamas. En 360 kilómetros cuadrados reside más de un millón y medio de personas. En el fuego cruzado entre misiles guiados y proyectiles artesanales, la FDI despliega desde 2011 un fenomenal sistema defensivo llamado Cúpula de Hierro. Consiste en interceptar los cohetes lanzados por Hamas antes de que alcancen sus objetivos en territorio israelí. La desproporción en el poder de fuego se traduce de ese modo en la cantidad de víctimas de cada bando.
Israel dice que apunta sólo contra los líderes de Hamas. Los acusa de mezclarse entre los civiles para usarlos como escudos humanos. Del otro lado de la muralla de hormigón tendida por Israel, los palestinos insisten en que los ataques son indiscriminados. Los excesos son mutuos. La guerra ha estallado en horas bajas para Hamas por la caída en Egipto de los Hermanos Musulmanes, rama de la cual nació en 1987, y por su ruptura con Irán tras negarse a apoyar al gobierno de Bashar al Assad en el conflicto sirio. El presidente de Egipto, Abdul Fatah al Sisi, obra como mediador, pero ve a Hamas como un peligro. Lo es. En especial, sus cuadros armados, las Brigadas Al Qassam.
La Franja de Gaza le perteneció a Egipto hasta la Guerra de los Seis Días, en 1967. Egipto siguió controlando la frontera con el Sinaí. El resto fue ocupado. Desde 1994, por los Acuerdos de Oslo, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) controla del 80 por ciento del territorio sin el manejo de la frontera ni de la seguridad. En 2005 me tocó presenciar el desplazamiento de unos 7.000 colonos judíos de la Franja de Gaza, dispuesto por el entonces primer ministro israelí, Ariel Sharon. Al año siguiente, Hamas ganó las elecciones y rompió lanzas con la otra cara de la ANP, Al-Fatah, fuerte en Cisjordania. Entre ambas facciones hubo una guerra en 2007 que se saldó con 700 muertos.
En junio de 2014, poco antes de que comenzaran los bombardeos de Israel contra la Franja de Gaza y viceversa, Hamas y Al-Fatah restablecieron relaciones. Los Hermanos Musulmanes, en el poder en Egipto tras la estrepitosa caída del faraón Hosni Mubarak, habían permitido el libre tránsito de las personas por el paso de Rafah. Eso duró menos que el presidente egipcio Mohamed Mursi, sucesor de Mubarak, derrocado antes de cumplir el primer año de gobierno por un golpe de Estado encabezado por el actual mandatario, Sisi. Lo mismo ocurrió con los túneles por los cuales Hamas ingresaba aquello que bloquea Israel por tierra y mar, sobre todo armas y municiones.
¿Quiso darle ahora Israel el tiro de gracia al cese el fuego y a la llamada Primavera Árabe frente al riesgo inminente de la propagación de regímenes islámicos radicales inspirados en califatos pretéritos, como los pregonados por Hamas en la Franja de Gaza y el Estado Islámico, brote de Al-Qaeda en países convulsionados como Irak y Siria, o acaso este nuevo conflicto, ingratamente posterior a la histórica visita del Papa Francisco a Tierra Santa, es otra muestra de la crónica incapacidad de israelíes y palestinos de respetar los procesos de paz suscriptos con la anuencia de la comunidad internacional?
Desde 2011, Palestina, o la sucursal de la ANP en Cisjordania, pide pista para ser miembro de pleno derecho en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Fue admitida como Estado observador frente al rechazo en minoría de número de Israel y los Estados Unidos, entre otros. Quizá no sea la solución, pero contribuiría a evitar que un Estado, Israel, avance fuera de sus fronteras sobre otro, Palestina, corroído por las divisiones internas y la corrupción generalizada de sus líderes. Los israelíes y los palestinos de a pie, como cualquier ser humano, sólo pretenden una cosa: vivir en paz, como Dios manda.