Paraguay jugó un muy buen primer tiempo, aguantando en mitad de cancha y tratando de atacar por ráfagas, con pelotazos largos y centros cruzados para los delanteros y para volantes que llegaban.

Recién a los 25 minutos logró España desenmarañar brevemente los obstáculos planteados por los jugadores del Tata Martino, pero, aun en los últimos 20, el equipo de Del Bosque fue intermitente e impotente para quebrar la resistencia paraguaya.

El segundo tiempo transcurría en el mismo tono apacible, pero a los 14 minutos, Casillas salvó a España de penal tapándole el remate a Cardozo y, en la jugada siguiente, un penal extraño cobrado por el árbitro guatemalteco contra David Villa.

En seguida, pateó Xavi Alonso, convirtió y fue anulado por invasión. En la segunda ejecución, Justo Villar atajó y le cometió un penal más grande que el anterior a Villa, pero el árbitro no lo cobró: en dos minutos, el partido dio tres volteretas en el aire y detuvo los corazones en dos países.

A partir de allí, el partido se armó con una España que intermitentemente lograba su fútbol de toque permanente y un Paraguay que aguantaba, expectante, fiel a su historia de garra.

En ese contexto, una jugada típica de esta selección española, con toque y pimienta y bastoneada por Iniesta, parecía terminar en el palo izquierdo negándole otra vez el gol. Sin embargo, el gran David Villa, uno de los mejores jugadores del torneo, puso su cuota goleadora para aliviar a La Furia cuando se jugaban 38 minutos, no sin angustia, ya que, antes de entrar, la pelota dio en los dos postes.

La dignidad de Paraguay estuvo a punto de empatarlo cuando expiraba el tiempo reglamentario, pero Casillas salvó dos veces a España.

El final fue así, con los dos echando el resto para seguir en Sudáfrica 2010, en un partido que fue de menor a mayor.