Newgarden ganó las 500 Millas de Indianápolis
Canapino (y Illot, y todo Juncos Hollinger) hizo un gran trabajo, pero no pudo evitar una de las melés del final (4 choques en no mucho más de 20 vueltas). El estadounidense le birló la victoria al sueco Ericsson en la última vuelta, en un final bien Indy500.
Raramente las 500 Millas de Indianápolis defraudan como espectáculo. Las carreras en óvalos están pensadas primordialmente en función del show, y el óvalo más famoso cumple cabalmente su función.
Hoy parecía una carrera ordenadita, educadita... hasta las últimas 40 vueltas. Ahí todos sacaron las uñas y mostraron sus verdaderos objetivos. Y hubo 4 choques en 20 giros.
A poco del final, los dos pilotos del equipo Juncos Hollinger, propiedad del argentino Ricardo Juncos, estaban en segunda (Illot) y tercera posición (Canapino). El argentino hizo una carrera casi perfecta, igual que Illot (sufrió todo el mes con un chasis que jamás funcionó, y que debió cambiar el viernes antes de la carrera) y que todo Juncos Hollinger (la última parada de Canapa se extendió demasiado y perdió varias posiciones: el argentino quizá evitaba la anteúltima melé si estaba tres o cuatro posiciones más adelante).
Josef Newgarden, un piloto que pasó con mucha pena y poca gloria por las categorías formativas de la FIA, se reconvirtió en un piloto veterano y campeonísimo en la IndyCar. Pese a que la agónica victoria de hoy ante Ericsson (lo superó en la última vuelta de la carrera, única lanzada tras la bandera roja postrera, a cuatro vueltas del final) es su primera en la Indy 500, corrió como lo que es: un veterano y pertinaz corredor en óvalos.
Ericsson corrió una carrera perfecta, pero el azar lo puso en la punta en un relanzamiento de última vuelta en una Indy500: en esa situación, lo mejor es estar segundo y ganás con la succión. Si no, necesitás una defensa óptima como la que había practicado Newgarden contra el sueco en uno de los últimos relanzamientos.
En el medio quedó una carrera negra para varios candidatos (los primeros en caer, Palou y Veekay, los máximos candidatos hasta que se tocaron en uno de los zafarranchos de cambio de neumáticos en Boxes), dos de ellos de McLaren: O'Ward (lo dejó sin espacio Ericsson, el mexicano mordió el pasto y chocó contra el cruel muro de Indianápolis) y Rosenqvist (perdió adherencia cerca del muro y también se estrelló cuando luchaba con Newgarden y era acosado por una jauría).
A Canapino le faltó un poquito de suerte para concretar un sueño casi inalcanzable para este equipo hace nada: terminar con sus dos pilotos entre los primeros 15 de la carrera más famosa del mundo.
El legendario piloto argentino está probando a sus treinta y pico el desafío más difícil de su carrera: empezar a correr en monopostos a una edad en la que la mayoría de los pilotos comienza a abandonarlos.
Para tener una medida de lo muy bueno que viene haciendo Canapino en lo que va de la temporada de IndyCar hay que compararlo con una leyenda de NASCAR. A sus 45 años, Jimmie Johnson decidió probar suerte en la IndyCar, después de una vida en los stock cars; en un equipo top como Ganassi, y participando nada más que en circuitos, en dos temporadas sus mejores resultados fueron dos decimoséptimos puestos en doce fechas, pero en general su ritmo fue muy desparejo y resultó un piloto muy peligroso, habitual participante de los accidentes tontos que a veces deforman las carreras de la IndyCar.
En resumen: es un año de puro sembrar para Canapino y para todo Juncos Hollinger. Ya vendrán los años de cosecha, eventualmente. Trabajando así, paso a paso sin hacer bandera, es el modo.