El director de cine Damián Szifrón estuvo en el programa de Mirtha Legrand junto al elenco de su película Relatos Salvajes. En el ciclo hizo una declaración que generó un debate entre los invitados que se extendió más allá de la pantalla.
"Yo si hubiese nacido muy pobre, en condiciones infrahumanas, si no tuviera las necesidades básicas cubiertas, yo creo que sería delincuente más que albañil", afirmó intentando ejemplificar su idea: que la inseguridad es producto de la desigualdad.
Sus dichos provocaron opiniones diversas entre los demás invitados al programa pero además causaron la reacción de un dirigente social que lo denunció por "incitar a la violencia".
Pedro Benegas, titular de PRO Libres (ex líder de la agrupación universitaria liberal UPAU), presentó un reclamo en la Justicia en contra del director de cine basándose en el Art. 212 del Código Penal, el cual dispone que "será reprimido con prisión de tres a seis años el que públicamente incitare a la violencia colectiva contra grupos de personas o instituciones, por la sola incitación".
Lejos de querer quedar envuelto en la polémica y mucho menos involucrado en una denuncia a cargo del juez federal Rodolfo Canicoba Corral. Szifrón se defendió publicando un comunicado en su página oficial en Facebook.
Mensaje completo:
Sobre mi intervención en el programa de Mirtha Legrand
Teniendo en cuenta el revuelo que provocaron algunas de mis opiniones en el programa de Mirtha Legrand —incluyendo una insólita denuncia por incitación a la violencia colectiva—, considero oportuno aclarar ciertas cosas.
En primer lugar, quisiera desmentir una frase que fue interpretada como un desmerecimiento a los albañiles en favor de los delincuentes. En la vorágine de la televisión, esa declaración llegó a transformarse en "Los albañiles son delincuentes". Nunca dije eso, y lejos de mí está desmerecer a nadie. A quien recibió un mensaje distorsionado, le pido sinceras disculpas.
Sostuve que, a mi criterio, la desigualdad es inherente al sistema que rige la vida de tantas personas en el mundo. Es estructural y necesaria, no casual. También afirmé que la delincuencia financiera y gubernamental contribuyen a aumentarla. Y que la inseguridad es fruto de esa desigualdad. Hay otros factores que la explican, por supuesto, pero para mí ése es el principal. Y también dije que "si yo hubiese nacido muy pobre, en condiciones infrahumanas, y no tuviese las necesidades básicas cubiertas, creo que sería delincuente, más que albañil".
Mi intención —expresada en forma desafortunada— no pretendía estigmatizar a nadie ni sugerir que había que buscar la equidad por medio de la violencia, sino dar mi parecer sobre algunas de las causas que llevan a una persona a cometer un delito, y desplazar el eje de la discusión de la eventual condena que debería recibir. No porque tenga alguna duda respecto de que la justicia tiene que condenar a un delincuente, sino porque me interesaba concentrarme en lo que, para mí, es el origen del problema.
Un ladrón no nace ladrón. Pero el entorno define nuestra personalidad y altera nuestro comportamiento. Los seres humanos no reaccionamos igual frente a los mismos estímulos. Y en un contexto de desigualdad creciente, hay quien se resiste a aceptar el lugar que le tocó: lo intuye injusto, hostil, se indigna ante la feroz diferencia de oportunidades y se carga de resentimiento. Creo que ese resentimiento, fogoneado por la ostentación permanente de los bienes de consumo como vehículos para la felicidad y potenciado por los efectos alienantes de algunas drogas, a diario produce que alguien robe y mate.
A esta altura del partido, decir que la violencia social está relacionada con un contexto de desigualdad creciente es una obviedad. Pero que la expresión de un pensamiento haya suscitado una reacción tan virulenta por parte de algunos medios, resulta preocupante. Ya casi nadie cuestiona la cantidad de horas por día que muchos canales le dedican a la agresión y la frivolidad, pero cuando alguien utiliza ese espacio para brindar una opinión sincera, equivocada o no pero que sólo busca enriquecer un debate, la condena es inmediata: se toma un conjunto de ideas, se las despoja de su sentido original y se las reduce a una frase polémica que alimenta las confrontaciones del día o de la semana.
Agradezco a los periodistas que combatieron a quienes quitaron de contexto los conceptos vertidos sobre la mesa. Sobre todo a los que no estaban necesariamente de acuerdo con los conceptos, pero igualmente condenaron su distorsión.
Lamento mucho todo lo sucedido esta semana.
Con respeto,
Damián Szifron