España: elecciones en Galicia y el País Vasco
Algunos analistas creen que el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, dilató el pedido de rescate soberano a la UE para después de los comicios (ambos fueron anticipados, pues estaban previstos para principios de 2013) con el objetivo de evitar un mayor castigo al PP en las urnas.
El presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, se enfrenta mañana al veredicto de las urnas Galicia, donde el Partido Popular (PP) intentará resistir en el poder la bronca social contra el ajuste, y en el País Vasco, pendiente del avance de un frente soberanista potenciado por la crisis.
La cita con las urnas tiene lugar cuando el jefe del Ejecutivo estudia aún si anuncia o no el pedido de un rescate soberano a la Unión Europea (UE) para aliviar la presión sobre la deuda del país, que los inversores dan por hecho, y que vendría acompañado por más esfuerzos en términos de recortes de gasto.
Algunos analistas creen que Rajoy dilató el anuncio para después de los comicios –ambos fueron anticipados ya que estaban previstos para principios de 2013- para evitar un mayor castigo a su partido en las urnas.
En Galicia el PP gobierna, pero en el País Vasco es la cuarta fuerza política, y si bien el voto de los conservadores dio lugar en 2009 al primer gobierno vasco no nacionalista de la historia democrática, esta vez, reeditar esta alianza es imposible tras el distanciamiento de los socialistas por su desacuerdo con las políticas de recortes de Rajoy en sanidad y educación.
En las recientes elecciones que tuvieron lugar en la sureña Andalucía, las encuestas auguraban un triunfo del PP en este feudo socialista en el que el gobierno estaba salpicado por un grave caso de corrupción, pero la primera oleada de ajustes y la decisión de retrasar el anuncio de los presupuestos le pasó factura a los conservadores.
La situación empeoró desde entonces. La profundización de la recesión y el incremento del desempleo (24,5%), como consecuencia del ajuste, hicieron escalar en los últimos meses el malestar social y Rajoy deberá afrontar ahora su segunda huelga general el próximo 14 de noviembre. La primera fue en marzo.
Galicia será la primera prueba electoral para un gobierno regional del derechista PP, desde que Rajoy asumió el poder central en Madrid hace más de nueve meses y profundizó las políticas neoliberales.
El presidente del gobierno español se empeña en poner a Galicia, su tierra natal, como el “ejemplo” de las políticas de austeridad. De hecho, Núñez Feijóo fue quien avanzó, con sus políticas de recortes en sanidad, por dónde iría el PP si ganaba los comicios generales, como ocurrió en 2011.
Pero si en 2008, último año antes de que Feijóo llegara al poder en Galicia, la región noroeste creció el doble de la media española, en 2001 creció menos de la mitad, mientras el desempleo aumentó hasta afectar a 300.000 personas, en un comunidad con 2,7 millones de habitantes.
El deterioro económico es cada vez más evidente, pero el presidente gallego y candidato a la reelección, Alberto Núñez Feijóo, del PP, tiene los sondeos a su favor, que pronostican una mayoría absoluta (mantendría sus actuales 38 de 75 diputados). No obstante, las encuestas revelan también un alto porcentaje de indecisos, más del 30%, quienes podrían cambiar radicalmente los resultados.
Ya en 2005 una coalición entre socialistas y nacionalistas gallegos de izquierda permitió desbancar al fallecido caudillo del PP Manuel Fraga tras 30 años en el poder. La nueva coalición AGE (Alternativa Galega de Esquerda), de Xosé Manuel Beiras, puede ser ahora la llave del gobierno.
Igual que el resto de la oposición, los socialistas gallegos, apoyados en campaña por su máximo líder, Alfredo Pérez Rubalcaba -Rajoy apenas apareció en el final para no empañar a Feijóo-, centraron su campaña en alentar a la movilización.
“La indignación no construye hospitales, nuestra arma es el voto. Galicia tiene una gran oportunidad, un gobierno puede ignorar una protesta pero no el veredicto de las urnas. Galicia puede decir no a Rajoy, no a los recortes”, dijo Rubalcaba en el acto de cierre de campaña del candidato socialista Patxi Vázquez.
En tanto, el norteño País Vasco acude a las urnas en un escenario histórico de normalización, marcado por el regreso de la izquierda abertzale, el antiguo brazo político de ETA, y por el primer aniversario del fin de la organización separatista, que anunció el cese de su actividad armada el pasado 20 de octubre.
Las encuestas auguran el triunfo del Partido Nacionalista Vasco (PNV) de Iñigo Urkullu, quien se quedaría igualmente lejos de la mayoría absoluta de 38 escaños, como en 2009, aunque esta vez el derrumbe de los socialistas y el PP impediría la reedición del pacto que llevó a Patxi López al poder.
En cambio, la ausencia de la violencia de ETA viene acompañada por el fuerte regreso de “izquierda abertzale” (patriótica vasca) al parlamento -en los anteriores comicios fueron proscriptos-, a la que todas las encuestas sitúan como segunda fuerza política bajo las siglas de Bildu.
El regreso de los nacionalistas, que podrían formar un gobierno de minoría, o de coalición con los independentistas de Bildu, podría convertirse en un grave problema para Rajoy en términos de desestabilización en medio del desafío separatista lanzado también por Cataluña.
Urkullu se mantuvo en la ambigüedad respecto a sus objetivos independentistas hasta que Bildu lo forzó a posicionarse. Esto aumentó la incertidumbre, por lo que no está nada claro el camino tras las elecciones.
El avance de Bildu no tiene que ver sólo con la opción independentista que plantean, sino con que se presentan como “una alternativa creíble de gestión política y distinta frente a la crisis”, algo que no pueden hacer el resto de partidos tradicionales, según algunos analistas.
Por eso, las elecciones vascas están marcadas también por la crisis, y Rajoy deberá asumir su responsabilidad en el resultado de las urnas.