La coalición contra la Jihad se refuerza en medio del horror por otro decapitado
Varios países árabes se comprometieron a participar junto a EE.UU. de los ataques aéreos; Cameron prometió cazar a los responsables, pero por ahora muestra cautela
La decapitación por parte de Estado Islámico (EI) de otro rehén occidental, el tercero en menos de un mes, reforzó ayer la voluntad internacional de crear una coalición contra el grupo jihadista, antes de una conferencia prevista para hoy en París.
La ofensiva impulsada por Estados Unidos sumó ayer a varios países árabes que se comprometieron a participar en el plan de ataques aéreos anunciado hace unos días por el presidente Barack Obama. Además, Australia anunció que enviará tropas y aviones de guerra a Irak.
Según el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, de gira internacional para recabar apoyos en la nueva "guerra contra el terrorismo", la coalición internacional contra los jihadistas contará con el respaldo de varios países de Medio Oriente. "Tenemos países en esta región que están preparados para comprometerse en la asistencia militar, en los ataques actuales, si eso es lo que se necesita", dijo Kerry, en declaraciones emitidas ayer en el programa de CBS Face the Nation. "Y también tenemos un número creciente de personas que están preparadas para realizar las operaciones que sean necesarias", agregó.
Kerry no especificó qué países árabes apoyarían a Washington en los ataques aéreos contra las bases jihadistas en Irak y en Siria. El jueves pasado, durante su visita a Arabia Saudita, el jefe de la diplomacia norteamericana logró que una decena de países árabes se unieran a la coalición internacional que está conformando la Casa Blanca. Además de Riad, Egipto, Jordania, el Líbano, Omán, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Qatar y Kuwait firmaron el comunicado de adhesión junto al gobierno iraquí. Salvo Arabia Saudita, que se comprometió a entrenar a los rebeldes sirios moderados en su país, no se especificó qué rol jugaría cada socio de la alianza.
Tras la ofensiva lanzada por los jihadistas sunnitas en Irak, Washington reanudó en agosto los ataques aéreos en el país por primera vez desde el retiro de sus últimas tropas en 2011 para evitar la consolidación del "califato" impuesto por Estado Islámico. La semana pasada, Obama anunció que extendería esos ataques a Siria con el apoyo de sus socios internacionales y sin la coordinación previa con el régimen de Bashar al-Assad, una decisión que fue criticada con dureza por Rusia. El Kremlin advirtió a la Casa Blanca que cualquier operación militar que no contase con el visto bueno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la anuencia de Damasco sería considerada "un acto de agresión".
Pero Kerry insistió ayer en que Washington no tiene nada que negociar con el régimen sirio, al que trató de derrocar el año pasado. Después de tres años y medio de guerra en Siria, los jihadistas de EI se han convertido en la principal fuerza de choque contra Damasco, y sus milicias controlan casi una tercera parte del país. De ahí que muchos analistas crean que la campaña militar de Estados Unidos contra los radicales islamistas en Siria podría beneficiar a Al-Assad, que vería fuera de su país al enemigo más incómodo.
En cualquier caso, la decisión de combatir a los jihadistas en su bastión sirio ya está tomada. Para luchar contra las milicias islamistas sobre el terreno, Washington entrenará y reforzará a la debilitada oposición moderada siria. En Irak, la Casa Blanca confía en la experiencia militar de los peshmerga kurdos y en el voluntarismo del ejército iraquí, apoyado por la milicia chiita. Desde ayer, Washington cuenta también con el compromiso de Australia, cuyo gobierno enviará ocho cazas y unos 600 soldados para apoyar las operaciones militares en Irak.
Por su parte, Gran Bretaña, que habitualmente es el primer país en sumarse a las acciones de Estados Unidos en el exterior, todavía no ha detallado cuál será su papel en la campaña militar. Los jihadistas desafiaron directamente a Londres anteayer, al divulgar la decapitación del ciudadano británico David Haines, el tercer rehén ejecutado por los extremistas en las últimas semanas, tras los reporteros estadounidenses James Foley y Steven Sotloff. Los islamistas amenazaron con decapitar a otro rehén británico, Alan Henning, si Londres apoya la coalición auspiciada por Washington.
Ayer, tras presidir una reunión de su gabinete de seguridad, el primer ministro británico, David Cameron, calificó la ejecución de Haines de "un acto de pura maldad", y prometió llevar a sus asesinos ante los tribunales. "Cazaremos a los responsables y los llevaremos ante la justicia, sin importar cuánto tiempo tome", dijo Cameron, que definió a Estado Islámico como "el mal encarnado".
Sin embargo, consciente de que la opinión pública británica está saturada de operaciones militares en el exterior, el mandatario no anunció ataques aéreos contra las bases de los jihadistas. El Parlamento ya rechazó el año pasado una eventual campaña militar aérea contra Siria.