Las emisiones globales de metano han mostrado un incremento significativo en los últimos cinco años, alcanzando tasas de crecimiento sin precedentes. Esta tendencia, según los investigadores, es insostenible si se desea mantener un clima habitable. Estos hallazgos son parte de un artículo de perspectiva publicado en Environmental Research Letters, junto con datos en Earth System Science Data, ambos elaborados por el Global Carbon Project. Esta iniciativa, liderada por el científico Rob Jackson de la Universidad de Stanford, se dedica al seguimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial.

Actualmente, las concentraciones atmosféricas de metano son más de 2,6 veces superiores a las registradas en la época preindustrial, alcanzando niveles que no se habían visto en al menos 800.000 años. Las tasas de emisión de metano continúan en ascenso a lo largo de la trayectoria más extrema considerada en los escenarios de emisiones desarrollados por destacados científicos climáticos. De continuar en esta dirección, se prevé un calentamiento global superior a los 3 grados Celsius para finales de este siglo. Rob Jackson, autor principal del artículo en Environmental Research Letters, expresa la preocupación por la lejanía de los objetivos del Compromiso Global del Metano, comparándolos con un oasis en el desierto.

El metano es un gas de efecto invernadero de corta duración, pero con un alto potencial de calentamiento. Se origina de fuentes naturales, como los humedales, y de fuentes antropogénicas, que incluyen la agricultura, la extracción de combustibles fósiles y los vertederos. Durante los primeros 20 años tras su liberación, el metano calienta la atmósfera casi 90 veces más rápido que el dióxido de carbono, convirtiéndose en un objetivo clave para limitar el calentamiento global a corto plazo.

A pesar del creciente interés político en la reducción de emisiones de metano, las emisiones anuales totales han aumentado en 61 millones de toneladas, un 20% en las últimas dos décadas. Este incremento se atribuye principalmente al aumento de emisiones provenientes de la minería del carbón, la producción y uso de petróleo y gas, la cría de ganado y la descomposición de residuos orgánicos. Según Marielle Saunois, autora principal del artículo de Earth System Science Data, solo la Unión Europea y posiblemente Australia han logrado reducir sus emisiones de metano en las últimas dos décadas, mientras que las mayores alzas se han registrado en China y el sudeste asiático.

Durante 2020, año más reciente con datos completos, casi 400 millones de toneladas de metano, lo que representa el 65% de las emisiones globales, fueron atribuidas a actividades humanas. De estas, la agricultura y los desechos generaron aproximadamente dos toneladas de metano por cada tonelada producida por la industria de combustibles fósiles. Los investigadores apuntan que las emisiones provocadas por el ser humano continuaron en aumento hasta al menos 2023.

En 2020, la atmósfera acumuló cerca de 42 millones de toneladas de metano, cifra que duplica el promedio anual de adiciones durante la década de 2010, y supera en más de seis veces el aumento observado en la primera década de 2000. Los confinamientos impuestos por la pandemia de COVID-19 en 2020 llevaron a una reducción de las emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx), que suelen deteriorar la calidad del aire local, pero que también previenen que parte del metano se acumule en la atmósfera. Esta reducción temporal de la contaminación por NOx contribuyó aproximadamente a la mitad del aumento de las concentraciones atmosféricas de metano ese año, lo que resalta la compleja interacción entre la calidad del aire y el cambio climático.

Los científicos del Global Carbon Project han modificado su enfoque en el recuento de las fuentes y sumideros de metano. Anteriormente, consideraban como fuentes naturales todo el metano emanado de humedales, lagos y ríos. Sin embargo, el nuevo presupuesto de metano intenta estimar el incremento de emisiones de estas fuentes debido a actividades humanas. Por ejemplo, los embalses construidos por el ser humano liberan aproximadamente 30 millones de toneladas de metano al año, resultado de la descomposición de materia orgánica sumergida.

Jackson señala que las emisiones de los embalses son tan relevantes como las generadas por la ganadería o la extracción de petróleo y gas. Se estima que alrededor de un tercio de las emisiones de metano provenientes de humedales y aguas dulces en años recientes se han visto influenciadas por actividades humanas, incluidas la construcción de embalses y el uso de fertilizantes, así como el aumento de las temperaturas. Tras un verano marcado por fenómenos climáticos extremos, los autores concluyen que el mundo ha alcanzado el umbral de aumento de 1,5 °C en la temperatura promedio global, comenzando a experimentar las consecuencias de este cambio climático.