El Baile de la Caña o "Umhlanga", en el que participaron ayer decenas de miles de muchachas de Suazilandia es una de las tradiciones africanas más vivas aunque expuesta a tentativas crecientes de recuperación política por parte de un monarca cuestionado.

Durante largas horas, los cantos que acompañan los bailes resonaron en la residencia real de Ludzidizini, punto culimante de las festividades anuales que han cautivado la imaginación y chocaron también por la costumbre tomada por su majersta Mswati III hasta 2004 de eligir a una nueva esposa (tiene 13 en total) entre estas jóvenes vírgenes con el pecho al descubierto.

Este año participarían algo más de 60.000, traídas en camiones, según las autoridades que tienden a inflar las cifras.

El "Umhlanga" tiene su contrapunto masculino en plena luna de diciembre, cuando les corresponde a los jóvenes hombres del reino cantar loas al rey.

El éxito está garantizado en este pequeño país de un millión de habitantes que ofrece pocas distracciones y donde el floklore sirve de bandera nacional, pero el encanto de esta liturgia empieza a perder brillo con la crisis política y económica.

"Tenía la costumbre de ir cuando era adolescente. Me gustaba estar en el campo, lejos de la casa con casi todas la chicas de mi pueblo, y el día del baile, estaba en primer fila, toda esa atención, me gustaba", cuenta Khosi, que ahora quiere mantener el anonimato.