Charly Menditeguy, el multideportista argentino
La historia del hombre que dejó una carrera de Fórmula 1 por culpa de Brigitte Bardot.
Maradona hay uno solo, Fangio también hay uno solo. Vilas, Monzón, De Vicenzo, también son únicos. ¿Pero hubo alguien que tenga un poco de todos ellos? La respuesta es sí.
El 10 de agosto de 1914 nació en Buenos Aires, Carlos Alberto Menditeguy, un ser con condiciones extraordinarias para la práctica de cualquier deporte.
Y además, un playboy de su época, un bon vivant.
Fue campeón Intercolegial de fútbol en sus primeros años y luego inició un periplo tan amplio como asombroso. Para empezar a desandar la historia, digamos que Menditeguy fue uno de los mejores jugadores de polo de todos los tiempos y formó un equipo sensacional llamado El Trébol.
Ese equipo formó con Luis Duggan, Julio Menditeguy, Heriberto Duggan y Carlos Menditeguy.
Fue calificado como el equipo de juego combinado más perfecto y lúcido que se vio en Palermo.
Ganó el tradicional Abierto consecutivamente desde el año 40 al 43.
Los enfrentamientos entre El Trébol y Venado Tuerto se convirtieron en un clásico. Era un choque que escapaba la trascendencia del polo. A ese clásico lo iban a ver los amantes del deporte en general, no sólo los fanáticos del polo.
Si hasta en los álbumes de figuritas de los chicos, además de los futbolistas más famosos, aparecían los ocho integrantes de estos dos grandes equipos. Menditeguy alcanzó los 10 goles de hándicap, la calificación más alta de ese deporte.
También fue un gran jugador de billar y un gran entusiasta del golf. Hizo una apuesta con Juan Segura, el mejor jugador aficionado del país.
Apostó que en sólo tres meses lograría ser scratch, es decir lograr la suma ideal de golpes, el par de la cancha.
Dijo Roberto De Vicenzo: "Yo supe de esa apuesta y dije ‘ni loco lo consigue, pero lo hizo, es un récord mundial’ ".
Fue número 6 del ranking argentino de tenis, campeón argentino de tiro, practicó esquí acuático y fue un brillante jugador de pelota a paleta donde supo integrar una dupla con el gran Néstor Delguy.
Eran tan buenos, que para los desafíos Delguy jugaba con su mano menos hábil y Menditeguy pegándole a la pelota únicamente de sobrepique.
En 1950 debutó en el automovilismo. Fue en el circuito de El Torreón, en Mar del Plata. Con una Ferrari ganó esa primera carrera enmarcada en la categoría Sport.
En el 52 debutó en el Turismo Carretera y logró su primer triunfo en el 55 en Olavarría venciendo a los Hermanos Emiliozzi en el patio de su casa.
En la máxima categoría de autos en la Argentina logró triunfos en Olavarría nuevamente y Arrecifes en el 59; en las Sierras de Córdoba y la Mar y Sierras del 62 y en la vuelta de Tres Arroyos en el 66.
El 18 de enero de 1953 debutó en la Fórmula 1 internacional, categoría donde disputó 11 grandes premios corriendo con Gordini, Maserati y Cooper.
Su mejor ubicación fue un tercer puesto en el Gran Premio de Argentina en el 57.
Un año antes había ganado los 1000 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires en dupla con Stirling Moss, sobre una Maserati 3000.
Tres días de aclimatación necesitó Charly para bajarle los tiempos al subcampeón del mundo.
Viendo ese desempeño fuera de lo común, Maserati le ofreció un auto para correr en Fórmula 1 la temporada entera de ese año.
Y fue allí donde ocurrió una historia que se hizo leyenda. Una leyenda muy creíble porque hay varias fotos públicas que la documentan.
En una de las carreras, Menditeguy desapareció sin aviso y no se presentó ni en los ensayos ni en la largada. Los directivos de la marca, angustiados por la desaparición, buscaron data y la encontraron en los días siguientes en una revista de la farándula. Decían esas revistas que Menditeguy había estado en la Costa Azul en la compañía de la ascendente actriz francesa Brigitte Bardot.
Por supuesto, a Menditeguy lo echaron de Maserati. Tiempo después fue muy claro hablando de ese acontecimiento: “No era una oportunidad para despediciar, no?”.
El Menditeguy piloto era de ir a todo o nada. Temperamental, siempre llevaba el acelerador a fondo. A veces los fierros no respondían y otras tantas el carácter le jugaba en contra. Pero era crack.
Juan Manuel Fangio dijo alguna vez: “Menditeguy no fue campeón del mundo, posiblemente porque no quiso”.
Más allá del circo glamoroso de la Fórmula 1, Charly expresaba: “Deportivamente, el Turismo Carretera fue lo que más quise en la vida. Y sin embargo, fue lo que más disgustos me dio”.
En la categoría saltó a la fama en el Gran Premio de 1957 cuando llegó tercero con su Ford únicamente funcionando con tres ruedas, ya que el cuarto punto de apoyo era la maza delantera derecha. Fue una hazaña.
En el Gran Premio del 64 se tejió otra leyenda. Menditeguy venía ganando y faltaban 15 kilómetros para la llegada en Arrecifes, pero el motor V8 del Ford dijo basta.
Con toda la decepción del mundo encima de sus hombros, se bajó del auto, se quitó los guantes y los apoyó en el capó del auto ya sin vida. Su acompañante era el célebre “Negro” Linares, que miraba atento a su jefe tratando de contenerlo.
Menditeguy, parsimoniosamente, se apoyó en el auto y prendió un cigarrillo. Lo miró fijo a su acompañante, se le acercó y dándole el encendedor le dijo la famosa frase: “Quémelo Linares”.
“Saque un poco de nafta del tanque y tírela sobre esto. Quémelo Linares”.
Y también actuó en cine. El 27 de junio de 1968 se estrenó el film “Turismo Carretera” y en él participó Carlos Menditeguy, junto a Maria Vaner, Dora Baret, Duilio Marzio, Luis Brandoni y Marcos Zucker, entre otros.
Polo, golf, fútbol, tenis, boxeo, esgrima, pelota a paleta y ese automovilismo que casi le provoca la muerte, allá lejos en el circuito de Sebring. Sufrió una doble fractura de cráneo, estuvo meses en terapia intensiva y terminó su recuperación en Bariloche. Para despuntar el vicio, lo invitaron a una competencia de esquí y ganó el premio mayor, el Huemul de oro.
Luego de sufrir Parkinson, Carlos Menditeguy murió de un paro cardíaco a los 58 años, el 28 de abril de 1973.
Pero su nombre quedó grabado como el deportista más completo de la historia de nuestro país.
Integrante de una familia tradicional y adinerada de Buenos Aires, tenía una personalidad conflictiva. Era directo por demás y eso no caía del todo bien.
Un habitante de la noche, un gentleman, un Don Juan.
El apellido volvería a los medios tiempo después ya que su hija Isabel era la esposa de Mauricio Macri.
Tantas vivencias, tantos desafíos, tantas aventuras, lo habrán llevado a decir alguna vez aquello que escribió Baudelaire: “Tengo tantos recuerdos como si tuviera mil años”.