La entrega del vehículo se fue demorando días, semanas y meses. Ante la consulta de la propietaria, el dueño del taller explicaba que la avería era más grave de lo que pensaba y que necesitaba una reconstrucción completa del motor. Además, le señalaba a la doctora que él ya tenía derechos legales sobre el vehículo y que, además, ella le de debía dinero extra en concepto de “costes de almacenamiento”.

Harta de la situación, en 2022 la dueña del vehículo llevó el caso a juicio. Y desde ya, lo ganó fácilmente. El taller se vio obligado a devolverle el vehículo, pero sólo regresó el esqueleto. Penelope recibió el auto sin el motor, la transmisión y otras partes sensibles del sistema mecánico.