Un nuevo libro publicado por el historiador Dagfinn Skre, basado en seis años de investigación en diversas disciplinas, arroja luz sobre el origen de la Edad Vikinga y los primeros reinos escandinavos, entre 180 y 550 d.C.

La expansión del Imperio Romano y sus continuos conflictos bélicos, en conjunción con las pestes del siglo II y el despoblamiento generalizado en vastas regiones, llevaron a la incorporación de guerreros extranjeros en sus filas. Un número considerable de estos soldados provenía de tribus germánicas y escandinavas.

Al finalizar la guerra, muchos de estos mercenarios fueron licenciados y regresaron al norte de Europa, estableciéndose en nuevas tierras fértiles. Estos veteranos, altamente organizados y con experiencia en la jerarquía militar romana, resultaron ser una fuerza difícil de resistir para las tribus escandinavas.

Siguiendo el modelo de los campamentos romanos, estos grupos de guerreros se estructuraron en bandas lideradas por un señor con su séquito de leales. Inspirados por su servicio en el ejército imperial, adoptaron elementos de la arquitectura y la vida social romana. Surgieron centros estratégicos como Gudme en la isla de Fionia, Uppåkra en Escania y Sorte Muld en Bornholm. En estas localidades, grupos de aproximadamente 50 guerreros formaron comunidades autosuficientes en las que la agricultura fue organizada mediante el trabajo esclavo.

La llegada de estos grupos guerreros generó tensiones con las tribus locales. Sin embargo, la violencia no fue la única herramienta utilizada para consolidar su dominio. Con el tiempo, se establecieron acuerdos en asambleas, donde se negociaron derechos sobre la tierra y se establecieron alianzas entre los antiguos habitantes y los recién llegados.

El declive del Imperio Romano en el siglo V marcó un punto de inflexión. Las redes comerciales y políticas que unían a Escandinavia con Roma comenzaron a desintegrarse, obligando a los líderes escandinavos a buscar nuevas formas de legitimidad. En este contexto, surgieron las primeras estructuras estatales, con monarcas que adoptaron modelos de gobierno inspirados en la organización imperial romana.

El Reino de los Daneses, considerado el primer reino escandinavo, emergió alrededor del año 450 d.C. Su monarquía centralizada se basó en principios heredados del imperio, con un soberano que gobernaba un territorio definido y establecía su linaje como la única fuente legítima de poder.