Milan es una villa ubicada en Ohio, Estados Unidos, y hoy apenas cuenta con 1.300 habitantes.
No se sabe exactamente cuántos había en 1847, lo cierto es que el 11 de febrero de ese año se agregó uno: llegó al mundo un varoncito llamado Thomas Alva Edison.

A los siete años se mudó con su familia al condado de Michigan y un tiempo después ya se paseaba por los trenes vendiendo diarios y dulces.

Sus primeros trabajos rentados fueron como telegrafista en diferentes ciudades. Pero un día leyó el libro “Investigaciones experimentales en electricidad”, de Michael Faraday, y le cambió la cabeza. Y la vida.

Fue sacudido por un impulso interno de creatividad. Y puso manos a la obra. Ya en 1868 registró su primera patente: un registrador automático de votos. Tenía 21 años. Y sabía perfectamente cuál era el sitio para desarrollar ese talento inquieto: Nueva York.

Allí inició su carrera de inventor.

Consiguió un laburito en la Bolsa de Wall Street y muchos de los dólares que ganaba los invertía en sus creaciones: inventó un indicador automático de cotizaciones bursátiles y un aparato telegráfico para enviar dos despachos a la vez. Juntó 40.000 dólares por esos inventos y siguió autofinanciándose.

A partir de 1870, Edison inauguró tres talleres en Nueva Jersey donde trabajó en equipo para inventar y fabricar bajo el slogan “mejor que nadie”.

Creó un aparato destinado a estudiar las ondas creadas por varios sonidos, que fue patentado el 15 de enero de 1875, que bien pudo haber sido el primer teléfono. Edison terminó dándole utilidad al teléfono de Grahan Bell.

En 1876 se mudó a Menlo Park, un pueblito a 40 km de Nueva York, y allí creó su “Fábrica de los Inventos”. El tipo inventó una fábrica de inventos.

Se rodeó de un equipo fabuloso de gente y las luces se empezaron a encender. Fue uno de los primeros centros de investigación industrial del mundo.

Se fue a vivir con su familia a una granja que formaba parte de ese mini complejo. Rodeado de vacas y planos.

Un día descubrió la propiedad de los diafragmas para recibir vibraciones sonoras y allí se abrió un portón gigante donde se topó con la sorpresa de que era posible atrapar y reproducir un sonido. Fue el origen del fonógrafo.

Thomas Alva Edison, luz del alma

En su cuaderno de notas escribió: Fonógrafo.

Y al lado decía: “Intento registrar la voz humana para que la máquina la reproduzca”. El 6 de diciembre de 1877 fue a la Scientific American de Nueva York y mostró en público el novedoso instrumento: el mundo se quedó con la boca abierta.

Al día siguiente todos los periódicos hablaban del fonógrafo, sin llegar a explicar bien de que se trataba. Edison comentó: “Los que firmaban aquellos artículos que no entendían cómo funcionaba el fonógrafo y traté de explicárselos, pero me aseguraron que jamás lo entenderían. Y acertaron plenamente ”.

Pero el as de espadas seguía aún en el mazo. Empezó a dar vueltas por su cabeza la idea de la lámpara eléctrica incandescente.
Después de muchos experimentos, con una bombilla de filamento de algodón carbonizado logró cerrar la creación.
En mayo de 1880, Edison hizo la primera instalación de alumbrado eléctrico para un buque vapor llamado Columbia.
Con cuatro dínamos en la sala de máquinas las lámparas y los generadores funcionaron a la perfección.

El SS Columbia
El SS Columbia

En 1881 se realizó la primera “Exposición eléctrica”, en París.
Allí, Thomas presentó un dínamo de 27 toneladas que producía corriente para 1.200 lámparas. Europa se rindió a sus pies. Tenía 34 años.

Se inició la era de la electricidad. 
En 1882 se inauguró la central eléctrica Pearl Street, que alimentaba unas 400 lámparas gratuitamente. Y tres meses empezó a cobrarse el servicio.
La primera te la regalan, la segunda te la cobran.

Y siguió inventando. El motor eléctrico para ferrocarriles. El horno rotatorio para producir cemento. El acumulador eléctrico alcalino, precursor de la pila.

Un torpedo submarino eléctrico. Descubrió la emisión de electrones por metales incandescentes, el llamado efecto Edison.

En 1889 inventó el kinetoscopio.

Escribió en su mítico cuaderno de notas: “Estoy experimentando con un aparato que producirá a la vista el mismo efecto que produce el fonógrafo al oído, pues registra y reproduce las cosas en movimiento”.

El primer paso del cine.

Después aportó una cámara más perfeccionada que incorporó al séptimo arte la película de 35 milímetros.
Cinco años después de este invento, los hermanos Lumiere proyectaron la primera película de la historia: “La salida de la fábrica”.

Edison reclamó como propia la invención del cine y lo hizo judicialmente. Su acción provocó algunos episodios violentos y el cierre de muchas salas y estudios. Los más famosos productores independientes se fueron hacia un suburbio de Los Ángeles y allí se quedaron.
Ese suburbio se llama Hollywood.

A diferencia de muchos personajes que terminan su famosa vida en el olvido, Edison se hizo millonario con sus inventos y se lo solía ver en los veranos paseando con otros magnates como Henry Ford y Harvey Firestone.

Edison fue tan famoso, que hay un cráter en la Luna que lleva su nombre.

Para el cierre, tres frases extraordinarias de su propiedad:

“Quien no se resuelve a cultivar el hábito de pensar, se pierde el mayor placer de la vida”.
“Si hiciéramos lo que somos capaces, nos sorprenderíamos a nosotros mismos”.

“El éxito es un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de transpiración”.

Thomas Edison murió a los 84 años producto de la diabetes. Un año antes había patentado su último invento, el número 1093.
Cuando murió, en varias ciudades importantes, en lugar de homenajearlo con un minuto de silencio, lo hicieron con un minuto de oscuridad: apagaron todas las luces.

Una luz de amor, una luz del alma.