Víctor tenía 12 años y cursaba séptimo grado de la Escuela Media N° 13, de Temperley. El año pasado había terminado con un boletín sobresaliente: su nota más baja fue un 8. Este chico, destacado por sus maestras como un “excelente alumno y persona”, soñaba con estudiar para ser veterinario. Pero todos sus planes quedaron truncos cuando, harto de las burlas y las golpizas que le daban sus compañeros, decidió tomar un revólver y pegarse un tiro en una sien.

La tragedia ocurrió el viernes, en la casa de José Feletto, el abuelo del nene. Horas antes, su mamá, Mabel, había ido al colegio para reunirse con la directora, ya que a Víctor le habían pegado dos veces en clase de gimnasia. El último ataque, la semana pasada, terminó con una internación en el hospital de Lomas de Zamora. Las agresiones físicas se sumaban al hostigamiento psicológico, ya que lo cargaban por ser “gordo”. La directora desestimó la situación y dijo que si Víctor seguía sin ir a educación física iba a repetir el año. Eso lo destruyó.

Frustrado, el nene se sentó en lo de su abuela a ver los dibujitos. Ella lo notó raro, pero se fue a la cocina a prepararle la comida. Al rato escuchó un balazo y lo encontró frente al televisor, con el revólver calibre 22 que su abuelo guardaba en un mueble. “Lo mató el colegio”, dijo el jubilado, indignado. “Fuimos a hablar y la directora nos prometió que iba a charlar con los chicos, pero la verdad es que las maestras nunca hicieron nada para evitar los maltratos”, contó Mabel. “Me sacaron la vida”, se lamentó el abuelo.