"Fue un golazo habernos elegido como compañeros de ruta"
La actriz, que divide vive una parte del año en México y otra en Estados Unidos, habló de su relación con Diego Olivera, con quien está en pareja desde hacer 22 años. Además, conversó con Alejandra Canosa sobre sus hijos, el trabajo y un café pendiente.
En una charla -vía whatsapp- con Alejandra Canosa comienza bien tarde, a la noche. La diferencia horaria con México, en donde Mónica Ayos se radicó hace varios años con su marido, el actor Diego Olivera y sus hijos Federico y Victoria, obliga a hacer malabares con el reloj. La actriz arranca la conversación con el mismo entusiasmo que tendría si fuera bajo el sol, en una mesita de afuera de un bar de Buenos Aires. “Amo la Argentina y cada vez que regreso siento que nunca me fui”, exclama.
En realidad, divide la mayor parte de su año entre México y Miami, según lo exija el ritmo laboral. “Nuestra logística, tanto allá como acá, está diseñada de esa forma para que nos resulte práctico. Cuando no estamos grabando hacemos base en Miami y cuando surgen nuevos proyectos, nos instalamos de nuevo en México”, cuenta entusiasmada. Y agrega que “al estar a tan solo dos horas y media de avión, está buenísimo”.
-¿Cuánto tiempo hace que te radicaste en México DF?
-Hace aproximadamente doce años que viajamos a México en familia, ya con los chicos, pero hace 17 que Diego llegó para protagonizar Montecristo. Ese fue el puntapié inicial de las decisiones en familia durante la siguiente década.
-¿Cómo fue para vos insertarte laboralmente?
-Una vez que nos instalamos supe que activaría mi propia búsqueda, soy de naturaleza inquieta, curiosa y el desafío era personal. La familia ya estaba bajo el mismo cielo y sólo faltaba que cada uno eligiera sus metas y anhelos.
-Creo que después de tanto trabajo en Argentina sumado a todo tu recorrido en otro país llegó el tiempo de cosecha, ¿o no?
-Si miro por una suerte de espejo retrovisor de la vida fue un largo camino recorrido, y mirando para atrás, hubo mucha valentía, riesgos tomados y decisiones a consciencia para disfrutar los logros obtenidos. Sostener durante 22 años un proyecto de familia anhelado por ambos, el crecimiento y avance en nuestras carreras al unísono fue un trabajo en equipo muy genial. Fue un golazo habernos elegido como compañeros de ruta, pensá que durante dos décadas educamos y vimos crecer a nuestros hijos en familia, en simultáneo con nuestro trabajo. Es un logro hermoso y de los cuatro.
-Después de tanto remarla, hoy debés sentirte una privilegiada.
-Absolutamente, así me siento porque la vida me dio mucho más de lo que soñé alguna vez. Cuando focalicé la remada hacia mis anhelos, el recorrido se hizo menos hostil y más esperanzador. Era la luz al final del túnel. Mi fortaleza se basaba en aquellos deseos que quedaban por cumplir, tanto en busca de la felicidad y de la plenitud porque tenía muy claros mis deseos: mi familia y mis logros personales.
Está claro que para Ayos la familia es prioridad: “Por un lado -explica- esa familia propia que había soñado, construida a la par con Diego, el humor, los viajes, las anécdotas. Por otro lado, la relación con mis hijos, estar con ellos y no perderme nada: acompañarlos en su crecimiento, en su educación, el diálogo abierto, las herramientas para enfrentar un mundo caótico pero hermoso”.
Los Olivera-Ayos, familia ensamblada porque Fede es hijo de un primer matrimonio de Mónica y Victoria es fruto de su relación con Diego: “Somos una familia que valorarnos el compartir cada momento juntos y en paralelo capitalizamos lo construido. Mi objetivo es seguir en evolución constante, ir por nuevos desafíos, aprender, no repetirme, salir de mi zona de confort y darle para adelante”, define convencida.
-¿Cuáles son tus costumbres argentinas? ¿Qué extrañás?
-¡Todas! Tomar unos ricos mates, pensar en que en casa se escuchaba Soda Stereo, Serú Girán, Fito, Charly… Ni hablar de imaginar compartir asados, fútbol, las puteadas… y mojar el pan dentro de una taza con café con leche”
La risa de Ayos retumba en el teléfono y al mismo tiempo la define. Hasta se puede adivinar el brillo en sus ojos cada vez que nombra la Argentina. “La amo con locura”, vuelve a proclamar.
Bella y radiante, cuida su estética, no negocia nada que la desestabilice ni física ni emocionalmente. “Transito el quinto piso bastante tranca jajajaja”, describe a su manera de vivir los 50. Y revela: “Como sano siempre que puedo y hago actividad física cuando los horarios de grabación se descomprimen. Me cuesta organizarme porque llego cansada y soy muy fiaca, pero trato de ir a ritmo parejo. Me hace bien cuidar mi salud, la base es mantener el equilibrio entre lo que me gusta y me hace bien sin descarrilar. La clave está en ser moderada y no privarme de algunas exquisiteces, obvio”.
México la recibió con los brazos abiertos y rápidamente captó su talento y compromiso para todo lo que vino después. Ayos supo elegir proyectos que la potenciaron como actriz, grabó varias telenovelas, series, culebrones. “Mis tres últimos trabajos fueron series: la temporada 1 de Cecilia, la serie mexicana para Paramount+, en 2021, y la temporada 2, grabada en 2022, aunque se estrenará este año. Actualmente sigo grabando un par de meses más, la telenovela "Vencer la culpa", que se emite por Televisa en horario estelar y en tira diaria”.
-Diego, tu marido, es una figura muy importante allá y Fede, tu hijo, la está rompiendo.
-Cuando Diego llegó a México por primera vez a protagonizar, imaginamos un poco todo el amor y las puertas que se le iban a abrir. Lo merece tantísimo. Es un tipo que se ganó su lugar y cada centavo dejando todo lo mejor de sí. Federico está haciendo un carrerón y todo por mérito propio. Tiene formación y es un pibe apasionado por su laburo. Es un actor talentoso, músico, poeta… conoce los escenarios desde muy bebé. Victoria, tiene 19 años y terminó el high school hace unos meses. Ama leer, lee muchísimo, una alumna híper responsable y además un bocho. Hace seis años que estudia canto y se inclina por el género de la ópera, tiene una voz increíble, apunta a los clásicos de la comedia musical; El fantasma de la Ópera es uno de sus favoritos. Fue a ver la obra a Broadway y ahora, en sus clases, le incorporaron la técnica para canto lírico. Todavía no define su rumbo: fluctúa entre la psicología y el arte. Yo siempre la animo a que pruebe, la vida es a prueba y error. Ella, en cambio, es más cauta que la madre. Prefiere estar lista y segura.
La actriz fue madre muy joven y tiene un vínculo fabuloso con sus hijos. “Vínculo pleno -refuerza-, de amor, de códigos, de diálogo, de humor, de respeto y de confianza. Los tuve en dos etapas de mi vida que contrastan muchísimo entre sí. Con Fede, a mis 19 años, descubrí, aprendí y crecí. Con Victoria, a mis 31, me perfeccioné, entendí y maduré. Fueron, son y serán los dos maestros más grosos de mi vida. Y supe maternar en el disfrute, sin prejuicios ni etiquetas, preparando para el mundo a dos seres de bien, fuertes y aguerridos. Amándolos tanto, tuve el privilegio de poder elegir y descartar laburos para no perderme de acompañarlos en cada etapa. Eso es invaluable y lo agradezco”.
-¿Cómo es vivir en México hoy y cómo ves aspectada a la Argentina en un año electoral difícil?
-Mis puntos de vista respecto de percepciones sobre la actualidad fueron mutando y tomando forma en función de diferentes etapas de mi vida. Nunca surgió, en entrevistas, explayarme en ideales, justamente por la hostilidad que genera debatir sobre determinados temas nada livianos. Nunca sentí obligación de tener que sumergirme y bucear en aguas poco claras sin siquiera sentir que sirviera para aportar algo. No existe el paraíso, y el mundo va lidiando cada vez más con problemáticas de todo tipo: sociales, políticas y económicas. Cada país, cada gobierno, en su agenda pública, tiene seguramente su talón de Aquiles. Como ciudadana, mi compromiso siempre fue expresarlo en las urnas.
-¿Con quién te hubiera gustado tomar un café pendiente?
-Con mi papá. Se fue muy rápido y me quedaron muchísimas charlas pendientes que estoy segura que disfrutaría mucho hoy, en mi adultez, con madurez, sin dejar que la niña interior hablara más fuerte, ni que la adolescente se quejara tanto.