"La cocina fue un ámbito de aprendizaje para mí, de adquirir nuevas experiencias"
El músico, que prepara una versión en vivo para el 22 de junio de lo que fue su programa de televisión, en una charla amplia y relajada con Alejandra Canosa.
Ya desde el arranque se lo percibe entusiasmado, con ganas de conversar sin restricción de tiempo y predispuesto a contar lo que se viene.
-¿Qué te parece si recordamos cómo fueron tus inicios con la música?
-Sí, dale, volvamos para atrás en el tiempo. Terminé la escuela secundaria en el 83 y al año siguiente, siendo aún menor de 18 años, firmé un contrato. Pero no lo cumplí porque al toque apareció una propuesta mejor. Por entonces, ya componía, había grabado y mi primer disco salió en el año 85, o sea que llevo 39 años con la música, a lo largo de distintas bandas con amigos y muchísimas colaboraciones. Mi última banda, Los Guarros, que la armamos con el Gitano Herrera en el 88, todavía existe. Lo que pasa es que el Gitano vive en Estados Unidos y nos vemos poco”. Los Guarros tuvo gran repercusión, editó siete discos y teloneó a artistas y bandas internacionales como Joe Cocker, Brian May o Guns N´Roses. Entre idas y vueltas de la banca, Javier se dedicó a su carrera solista.
Calamaro, es un artista que disfruta de su largo recorrido como músico y compositor, su ADN con la música se ha potenciado, lo disfruta y lo saborea, tanto como los platos que prepara para compartir con amigos o en familia. Y a eso vamos porque se viene "La cocina de Calamaro" en vivo, el sábado 22 de junio, a las 20,30, en La Trastienda. Será la versión teatral de lo que fue en su momento el programa de televisión con el mismo nombre, en el que Javier era el anfitrión y que duró tres años al aire y se emitía todos los domingos al mediodía por Canal 9. “En principio iban a ser sólo ocho programas y terminaron siendo cerca de doscientos. Decidimos no hacerlo ni emitirlo más, al menos por esa pantalla, pero la idea se impuso tan fuerte sobre todo al final, en el corazón del pueblo de la Argentina que fue difícil. Los dos primeros años yo viajaba y la gente me felicitaba por el programa, me preguntaba por el próximo invitado o agradecían por alguno de los platos preparados. Sin embargo, el tercer año, produjo efectos que no imaginé. El otro día estuve en Santiago del Estero y me paraban diez personas por cuadra preguntándome cuando regresábamos porque les encantaba el programa.
-Imagino que ese plan, además de la función teatral, sale con fritas por las provincias, entonces.
-Mirá, a raíz de todo lo que fue sucediendo y de la baja del programa de la tele, se me ocurrió algo muy lindo que fue hacerlo en un teatro y a partir de ahí, extenderlo en una gira a lo largo y a lo ancho de toda la Argentina, con ciertas reglas básicas que yo tenía muy vinculadas a lo que era el programa en sí, donde convivían la música, la cocina, las charlas lindas, los invitados amigos, la familia en primer lugar. El programa definitivo es con todos ellos: el equipo técnico de la cocina de los Calamaro, incluidos actores en escena que van a compartir con el público. Vamos a invitar a los espectadores a vivir una experiencia completamente distinta, como testigos de lo que fue la grabación de un programa muy especial, hecho por gente completamente “outsider” de la tele; una familia de artistas, incluida la Beba y los hijos, donde el público va a interactuar como invitado. Los invitados van a ser el gran amigo de la casa Norman Ramírez y el artista, músico y amigo Fabrizio Rodríguez. Será un viaje distinto a todo lo que conocemos, un viaje de sensaciones, sabores y música que nos va a llevar a través de todos los sentidos. Interactuar con la gente, con juegos que conectan con la cocina porque a raíz de una música, se improvisa, se prepara un plato y el público lo va a poder probar. Va a ser una experiencia inolvidable donde Rodrigo Aguirre, el chef, amigo y hermano, va a crear arte de una manera que mi banda que me acompaña desde hace más de un cuarto de siglo va a vincular ese arte al otro arte: el culinario con el musical, y la dirección va estar a cargo de Carlos “Charly” Nieto.
-¿Cómo fue la experiencia de hacer tres años ininterrumpidos de ese programa en Canal 9?
-Muy buena porque aprendimos, disfrutamos y nos divertimos muchísimo y la repercusión con la audiencia fue fenomenal. Como te dije antes, hicimos muchísimos programas en un momento muy particular de la historia del mundo, que fue la pandemia. Todos en cuarentena, encerrados y esa fue nuestra mejor excusa para encontrarnos con amigos y hacer arte de todo tipo. Fue alucinante. Quizás regrese en algún momento, no en un canal de aire porque las relaciones con el tiempo se complican, somos un equipo chico y tenemos que hacer muchas cosas y conversar ciertos temas que no vienen al caso ahora. Confío en que la experiencia de La Trastienda en vivo va a ser mejor todavía.
-¿Qué es lo mejor y lo peor de hacer un programa de tele y desde tu casa?
-Lo peor, sin duda, es que en un momento la familia ya no aguantaba más esperando al equipo que llegaba a las 8 de la mañana. Había escenas de todo tipo, donde nos sacaban de la cama, el productor tenía la llave de mi casa, nos abrían todas las ventanas en pleno invierno, con una beba chiquita, Sacha, que no había cumplido ni un año. Era muy invasivo y gracioso a la vez. Lo mejor fue todo lo demás, abrirse a un nuevo mundo que uno desconocía por completo y pensar que eso podía llegar a ser una forma de autosuperación. Afianzamos todas las relaciones con el mundo del arte porque invitamos a todo tipo de artistas. Músicos de géneros que yo ni me imaginaba que iban a estar en mi casa comiendo y charlando con mi familia.
-Hace pocos días subiste a tu perfil de Instagram la receta del mero con crema de langostinos. ¡Qué tentación!
-Sí, nosotros subimos muchas cosas al Instagram de @calamarogourmet, que es un emprendimiento que tengo de aceites de oliva y acetos balsámicos de una calidad insuperable: una reducción variedad ugni blanc, espeso, cremoso y con un balance perfecto entre dulzor y acidez. También contamos con una versión de ese mismo aceto sin reducir, líquido y perfecto para cocinar. Un verdadero aceto premium. Tiene que ver con una forma de usos y costumbres y una forma de ampliarse a otros géneros del arte culinario, como en este caso y haciendo mucho hincapié en la buena alimentación. Hacer comidas sencillas con pocos ingredientes donde lo básico es muy noble, muy saludable.
-También subís a las redes lo que desayunás y está buenísimo.
-Sí, he subido lo que desayuno todos los días de mi vida y es parte de una dieta muy balanceada, he subido postres tradicionales reemplazando ingredientes malos para la salud por los buenos.
-¿Cuál es tu comida favorita y qué recuerdos tenés de las comidas de la casa de tu infancia?
-Creo que tendría que remitirme a lo que aprendí de chiquito, viendo cocinar a mi mamá, cuando ella me enseñaba a hacer por ejemplo unos guisos increíbles: el guiso de lentejas una de mis estrellas de toda la vida a nivel culinario, es mi hit; o unas carnes a la cacerola fenomenales. Me gustan las comidas calóricas, intensas e ideales para hacer de la cocina y el encuentro con la familia y los amigos una experiencia que te queda grabada a fuego, por los sabores y los aromas y respetando los cánones de la buena alimentación. Recuerdo que cuando yo tenía nueve años, nos mudamos a la avenida Las Heras entre Ugarteche y ex Canning (hoy Scalabrini Ortiz) y en ese nuevo departamento empecé a prestarle mucha atención a lo que hacía mi mamá en la cocina. La cocina fue un ámbito de aprendizaje para mí, de adquirir nuevas experiencias.
-Mercedes Sosa fue paciente de tu mamá, que era dietóloga, y tu papá su abogado. ¿Cómo fue tu vínculo con la Negra?
-Sí, es cierto. Mercedes era paciente de mi mamá cuando yo era chiquito y lo fue durante tres décadas. Recuerdo de chico que, un día se me ocurrió que quería ser periodista, entonces bajé al consultorio de mi mamá que estaba en el mismo edificio, pero en otro piso, agarré mi grabador de aquella época y le hice un reportaje. Ese mismo día empezó y terminó mi carrera de periodista. La Negra fue tan generosa con todos nosotros y vivimos tantas cosas maravillosas. Recuerdo que antes de su exilio, en el año 77, mis viejos fueron a La Plata, a esa famosa función donde hubo un allanamiento, a raíz del cual, la Negra terminó exiliándose y los metieron presos en la misma celda que a Mercedes. Mi papá era abogado y yo, que fui quien gestionó todo estando detenido, para que liberen a todo un teatro: estaban casi todos en cana. Con el tiempo hice más cosas con la Negra, afiancé más mi veta solidaria por decirlo de alguna manera, hice un par de discos importantes, casi mundiales en algún caso, en una oportunidad, a beneficio de una de las comunidades indígenas de Chiapas, México, y por los tobas, en el Chaco. Mercedes participó con una canción en cada uno y yo fui el productor artístico de cada una de esas canciones. Aún la sigo amando porque Mercedes siempre será enorme y ella me tenía mucho cariño también.
Cada tanto, Sacha, la hija de tres años de Javier, interrumpe de manera muy divertida. “Papi, me ponés los dibujitos”, “quiero hacer pis”. Nada que complique la charla, muy por el contrario, provoca risas y Javier actúa con total naturalidad, se para, se vuelve a sentar y su empatía invita a quedarse y seguir grabando.
Calamaro se toma la vida como un encuentro, sabe que con la música no se va a hacer millonario y prefiere sacarle rédito a la vida: vivir a pleno y compartir: “Hagamos de la música un epicentro de la vida, juntemos amigos, hijos, la alegría, los escenarios, estemos en contacto con el mundo”, clama.
Tranquilo, distendido, ofrece y convida agua, café, limonada, algo saludable para acompañar al mismo tiempo que aprovecho para seguir con las preguntas.
-¿Cómo vivís la polémica que se ha generado por la financiación de la cultura en distintos sectores y el impacto que esas medidas generaron en los ciudadanos?
-Ay, la cultura tan vapulead y usufructuada por gobiernos, al igual que la pobreza, y en todo lo que un político ve la oportunidad de meter la mano donde no debería. Parecería que actualmente hay nuevas peleas entre los distintos sectores, pero son solamente las viejas peleas actualizadas a la fecha, con un gobierno que es abiertamente de derecha, con lo cual considero que por menos es más honesto en ese sentido, contra lo que piensan algunos artistas o lo que creen como pensamiento propio. Yo no creo que sea un pensamiento muy propio y que tiene que ver con algo institucionalizado en un país bipolar como la Argentina, sobre todo tan conflictivo a nivel político. ¿Cómo vivo esa polémica? Por suerte no la vivo. Estoy completamente ajeno a la política y a la opinión de los demás, sobre todo la opinión que tienen los demás de los otros, que son parte de los demás.
-A lo largo de tu recorrido como artista exploraste e incorporaste diferentes ritmos, amalgamaste el rock y el tango, boleros, folklore, rumba… ¿Cómo fueron esos procesos?
-Yo incorporé la música de la manera que la aprendí, siempre fue parte de mi vida y particularmente de mi crecimiento y siempre tuvo que ver con los gustos personales. Empecé haciendo pop, conocí al “Gitano”, armamos Los Guarros, en el medio tuve unas experiencias fuertes con la música, con amigos y compañeros que hoy ya no están y a raíz del rock, también incorporé muchos otros estilos. Tuve que aprender más cosas en el camino para cantar cosas como las que cantaba mi hermana, el primer músico de la familia, Eve, que era folklorista cuando Andrés y yo éramos chiquitos. Fui incorporando mi amor y el gusto por esos estilos, grabé repertorio de Atahualpa Yupanqui y era fanático del tango, de Julio Sosa, y con el tiempo aprendí a incorporar las letras como parte de mi vida: la lírica, sobre todo de Homero Manzi, de Cátulo Castillo, me hice muy fan del tango. Hoy, todo eso convive en mí, que fue ni más ni menos que mi crecimiento a partir de mis gustos personales de toda la vida. El 22 de junio en La Trastienda, vamos a pasar por todos esos estilos, incluso los infantiles.
-¿Cómo viene aspectado tu año artísticamente?
-Viene muy bien y con muchísimo trabajo. Los aceites y los acetos de Calamaro Gourmet siguen creciendo, armando nuevos productos varietales del oliva y alguna que otra alianza con una empresa que se dedica a la alimentación saludable. La gastronomía también es un arte.
El show que se viene el 22 de junio tiene una banda de once músicos que armamos en noviembre del año pasado e hicimos unas presentaciones muy potentes y lo grabé todo en audio y video para sacarlo. No quiero contar mucho porque si lo digo se quema, pero estoy trabajando en duetos con artistas de otros géneros, componiendo. El programa de tele va a volver en una plataforma completamente distinta a lo que es un canal de aire.
-¿Qué valor le das a la familia?
-Es lo más importante. Es el soporte, el sostén, es el amor, la salud, son los proyectos, es el crecimiento, la descendencia y la ascendencia. La familia es un arte completamente distinto, es supremo y es la institución en la que está basada la sociedad, siempre lo será y jamás será reemplazada por nada, de ningún género ni transgénero ni nada. Amo a mi familia.
El tiempo presente es lo que cuenta, pero recurriendo a la memoria emotiva, ¿te arrepentís de alguna etapa vivida en el pasado?
-Tengo 58 años y como decía un colega, no me arrepiento de nada ni pido perdón. En realidad, mi época de drogas duras podría haber durado un poco menos, pero por suerte no me generé daños irreversibles y me sirvió de alguna manera como para saltar mucho más alto después de haber tocado fondo. Si bien no me arrepiento, roza el arrepentimiento. Terminé toda esa época escalando el cerro Aconcagua, como epílogo de un año en el que hice treinta montañas, o sea, cambie drogas duras por deportes extremos y cambié de hábitos por completo: la enfermedad por la salud. Con Paola, “la Pochi”, mi pareja, sobrellevamos todo eso al punto de que es como si hubiésemos muerto y vuelto a nacer, con Sachita, que hoy tiene tres años. Soy muy feliz.
-¿Con quiénes compartirías una charla sin tiempo, de esas que quizás quedaron pendientes?
-La verdad, la verdad, la verdad… mi charla pendiente que seguirá así por siempre porque ya murieron, serían con Cátulo Castillo, el poeta más grande de la música de todos los tiempos y de todos los estilos al menos para mí, y con su compositor favorito: “Pichuco” Aníbal Troilo. Compartiría una charla sin tiempo que termine haciendo composiciones de a tres, creaciones musicales, tango. Eso haría. Los amo y por suerte tuve la buena fortuna de conocer a Cátulo. Mi papá me llevó a “Grandes Valores del Tango” cuando yo tenía nueve años y canal 9 estaba en el pasaje de la calle Gelly 3378, y ese encuentro me dejó marcado porque además le pedí un autógrafo. Pasan las décadas y sigo pensando que me hubiese gustado tener una charla sin tiempo con ellos, interminable, profunda y creativa.
Y así se va Javier Calamaro, silbando bajito, sonriendo, imaginando lo que vendrá y agradeciendo cada minuto de la Pausa con Canosa. “Fue un placer, me encantó compartir este momento de charla reflexiva, sin prisa, disfrutando el momento presente”, define al despedirse.