¿Para que debatir con Nik?
¿Con que fin el ministro de Seguridad, vocero en los hechos del gobierno, se trenza en una discusión por redes sociales con un dibujante y humorista?
Todo tiene una explicación, dicen. Pero en la política argentina eso no parece ser totalmente cierto. El ministro de Seguridad de la Nación, recientemente designado, Aníbal Fernández, salió a cruzar por Twitter al humorista gráfico Nik, "padre" del personaje Gaturro y generó un clima de violencia a la vez que le dio una oportunidad a la oposición, para incrementar el señalamiento de aquellas cosas que vienen siendo sus temas de campaña.
Más allá de la desatinada respuesta del ministro, el tema central es la respuesta en sí. Nik está identificado con un sector social que discrepa con el gobierno. Lo siguen en redes, personas que no comulgarían jamás con el oficialismo, cualquier respuesta que se le de a tuit diciendo lo mismo que dicen todos aquellos que no votarían al oficialismo, tiene cero posibilidades de obtener un efecto positivo.
Es decir, no podría recuperar votos para el gobierno, ganar simpatías que hoy no tiene, levantar la imagen de la gestión o del presidente, tan deprimidos por estos tiempos.
Por ende, darle una respuesta, cualquiera sea, generará mas rechazos y el riesgo enorme de cometer un error grave, como ocurrió.
El tuit de Aníbal Fernández forma parte de la incapacidad estratégica de comunicación que el gobierno padece desde su inicio. Un ministro no tuitea dando respuesta a ciudadanos civiles, cualquiera sea su opinión. Es ridículo y es inconducente. No hay nada para ganar.
Mucho menos se menciona sus hijos y el colegio al que van, por cierto, eso agiganta el nivel del error, es una muestra flagrante de incapacidad comunicacional, pero ese error de proporciones bíblicas, se evita si no se le anda contestando por redes sociales a cualquiera que deje sentada su opinión.
El "comunicador oficial" no puede ser un "revoleador" de tuits o un "contestador indiscriminado", debe saber que responder y a quien en todo caso. Y debe tener autoconsciencia, reconocerse, saber como se lo ve y actuar en consecuencia. Si a alguien se lo ve, como se lo ve a Aníbal, es sustancial que nada se parezca, en lo más mínimo, a una amenaza.