La Argentina se abstuvo en la votación de una resolución de la Organización de Estados Americanos (OEA), en la que 26 países condenaron al régimen de Nicaragua que, a la puerta de elecciones nacionales, decidió encarcelar a los tres mayores opositores al gobierno de Daniel Ortega.

Los Estados Unidos, se mostraron "decepcionados" con la posición argentina, porque incluso un día antes, el Departamento de Estado había hecho saber al presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, la necesidad de que Argentina acompañe la resolución de condena.

Pocos días atrás, el Canciller, Felipe Sola, en una envtrevista con la cadena AlJazeera, que publicó Continental, dijo que los Estados Unidos solamente quieren de nuestro país, que se enrole dentro de las naciones "democráticas", enrolamiento para el que la posición de ayer, no colabora.

Lo importante no es el voto en definitiva, sino lo que se logra con él. En relaciones internacionales el juego consiste en tomar posiciones que otorguen un beneficio. Y es muy complejo, entender cual es el beneficio de esta abstención. 

Si pueden enumerarse un par de perjuicios: casi que se deslegitimó toda la gira de Massa en busca de apoyos para resolver el problema de la deuda externa, los acreedores norteamericanos no son muy afectos a enfrentarse con el Departamente de Estado para respaldar a un dictador nicaraguense.

Por otra parte, si como dice Solá, lo único que piden los Estados Unidos a la Argentina es que nos mostramos como "democráticos", el votito de ayer tampoco colabora mucho que digamos.

Nicaragua no podría aportar energía, inversiones, peso geopolítico, prestigio internacional. Nicaragua nos aporta tanto como respaldar al grupo terrorista Hamás en su disputa con Israel, tal vez, incluso, aporta menos.