Tarde fría en la ciudad de Buenos Aires, de esas que invitan a elegir un lindo barcito como refugio. “En cinco estoy”, avisa el actor Eduardo Blanco, quien apenas entra, saluda, levanta la mano, mientras atraviesa el bar hasta donde también Ale Canosa le hace señas con la mano. Blanco sonríe y se acomoda para hacer una pausa y conversar. Quizás para hacer honor a su maravillosa interpretación en el teatro, el lugar elegido fue un bar notable de la city, esos que marcan historia, que tienen rincones sellados por visitantes ilustres, algunos que ya no están y otros que llegan y se ven interesados por descubrir y conocer anécdotas.

Eduardo ha viajado muchas veces a Madrid, España, por trabajo, pero nunca vivió allá. “Es el lugar donde más he ido, me encanta y lo disfruto”, expresa con una sonrisa como si varias imágenes aparecieran en un instante. Fue a hacer teatro antes de la pandemia con la obra “El Precio”, de Arthur Miller, se quedó ocho meses y después salió de gira. Mientras tanto, filmaba la serie “Altamar” para la plataforma Netflix.

Y luego llegó “Parque Lezama”, de Herb Gardner, con adaptación y dirección de Juan José Campanella, que Blanco protagoniza con Luis Brandoni. Se trata de una comedia que cuenta la amistad improbable de un histórico militante del partido Comunista con un eterno cultor del “no te metás”. Entre sus charlas llenas de carcajadas, ternura y emoción, y los conflictos con personajes del parque y sus propias familias, Antonio Cardozo (Blanco) y León Schwartz (Luis Brandoni), van viviendo en carne propia la lucha sin fin entre el cambio y el mundo. Ambos ancianos frecuentan el Parque Lezama y si bien se convierten en grandes amigos, esa amistad resulta algo tempestuosa. Uno de ellos es un anciano radical, exsocialista, y con una imaginación prodigiosa y el otro, es un anciano casi ciego que trabaja arreglando todo en un edificio del que van a despedirlo.

"Si sentís que la vida no te está pasando, despertate porque aún estás vivo y es hora de que te acuerdes"

-Una obra que ha sido elogiada y multipremiada por la crítica y aún sigue en cartel. ¿Cuántas temporadas van?

-Estrenamos la obra en 2013 y después de dos años en cartel en Buenos Aires hicimos gira por el interior del país, y siguió con temporada en la ciudad de Mar del Plata hasta comienzos de 2016. Ese mismo año retomamos con funciones en Buenos Aires hasta diciembre y ahí creíamos que se terminaba. Al poco tiempo la llevamos a España e hicimos funciones en Madrid, de martes a domingos, durante cuatro meses. Se había planificado una gira, pero nos acorraló la pandemia y, una vez más, pensamos que la obra se terminaba definitivamente.

Mientras tanto, Juan José Campanella, quien la dirige, estaba construyendo su Teatro Politeama, en pleno centro porteño. Así que en 2022 nos propone reestrenarla el 12 de enero del año siguiente y así fue.

-¿Cuándo se despiden definitivamente? Vi que en redes sociales promocionan las “últimas funciones”.

-En principio, creo que terminamos a fines de julio, y digo creo por todos los antecedentes que te conté. ¿Será definitivamente la última? Nunca se sabe.

-La comedia es extraordinaria, no para de recibir elogios y me atrevo a decir que es una obra necesaria. ¿Me contás alguna anécdota?

-Sí, claro. Una muy particular se refiere al comentario que hiciste respecto de que es una comedia extraordinaria. La anécdota involucra a tres generaciones de una familia que vieron la obra en tiempos distintos. Recuerdo que allá por el 2013, cuando se estrenó, nos fue a ver la abuela, y le gustó tanto que volvió con sus ocho nietos y a su vez, los nietos les sugirieron la obra a sus padres y éstos últimos (tres parejas) nos contaron esa anécdota. Me pareció increíble y el resumen de lo que sucede en cada función, donde además de dos horas sobre el escenario, saludamos y agradecemos al público que nos espera a la salida.

-Tu interpretación de Cardozo es memorable ¿Cómo construiste a ese anciano tan exigido físicamente?

-Comencé observando a muchos ancianos vulnerables. Pensá que yo estrené la obra con 55 años y el personaje tiene treinta años más que yo. Necesariamente debía ser un personaje más vulnerable que el que interpreta Brandoni. Pasó un tiempo y después de observar a muchos ancianos, empecé a hacer una mezcla entre mi padre y mi abuelo. Cuando estrenamos la obra, mi padre aún vivía y tenía Parkinson, una enfermedad muy limitante en la vida real, pero no sobre el escenario. Entonces, la fantasía y el juego me permitían interpretar a un anciano con Parkinson desde mi rol como actor. Casi sin darme cuenta, construí a Cardozo desde ese lugar, con situaciones que le depararon las circunstancias de la vida.

-La obra toca fibras profundas, hace reír y reflexionar al público. Nadie queda fuera de juego con lo que sucede arriba del escenario, porque nos guste o no, la muerte nos llega a todos. Entonces, sólo se trata de vivir.

-Coincido con ese comentario y creo que la obra excede al tema de la ancianidad, aunque lo toma para contar una historia y, si bien se basa en esos dos personajes centrales, hace un recorrido por los vínculos humanos, por la vida misma, por esa sensación que a mí me queda después de haber leído el texto, la misma que siente el espectador cuando sale del teatro. Parque Lezama es una obra que te invita a vivir todo el tiempo, sobre todo mi personaje, pero en conjunción con el de Brandoni. La obra te dice: la vida termina cuando termina la vida ni un minuto antes. Si sentís que la vida no te está pasando, despertate porque aún estás vivo y es hora de que te acuerdes, que dejes las urgencias y mires un poco más lo importante. Que tengas claro que lo esencial de la vida está en otro lado y muchas veces casi sin darnos cuenta miramos en otra dirección.

-Sabemos que el tiempo es limitado y hay que aprovecharlo. ¿Disfrutás del presente?

-Mirá, intento cada vez más disfrutar el presente y no siempre sale porque de alguna manera estamos configurados. ¿A qué nos referimos cuando hablamos del presente? Me pregunto eso porque el aquí y ahora es un instante que pasa inmediatamente, pero trato de estar enfocado en lo que sucede, en el aquí y ahora, todo lo que puedo.

-Hablando del tiempo, de proyectos, de la vida misma, hace poco se estrenó “Historias”, una película en la que participaste y previamente se proyectó en el Festival de Málaga.

-Sí, es una película coral dirigida por Pablo Sepúlveda que como bien decís pasó por el Festival de Málaga y hace un par de semanas se estrenó en Madrid, pero lamentablemente no pude viajar. Es una coproducción entre España y Uruguay. Es una sumatoria de historias cortas, son once en total y yo protagonizo una de ellas. Al principio, el director me pidió que viajara a España, pero mis compromisos laborales me lo impedían, así que como consiguieron hacer la coproducción con Uruguay, me fui dos días a Montevideo a filmar. Es una película entrañable, que habla básicamente de los miedos de cada quien en cualquier lugar y tiene una particularidad, porque trabaja un actor que yo conocí, aprecié y quise mucho que se llamaba Juan Diego, que murió hace un par de años. Y esa historia que se filmó con él fue una de las primeras. Un hombre despidiéndose de la vida sin saber que él iba a morir y eso fue lo último que hizo en cine. Para mí, que lo conocí y le tenía mucho afecto, siento que es un documento estremecedor y es una película conmovedora.

"Si sentís que la vida no te está pasando, despertate porque aún estás vivo y es hora de que te acuerdes"

-Como amigo de Juan José Campanella. ¿Cómo sobrellevan las diferencias ideológicas?

-Somos amigos desde hace muchos años y las diferencias ideológicas se respetan más allá de todo. Yo tengo una concepción de la vida donde trato de encontrar puntos de encuentro con la gente y puntos de diferencia, no creo que haya alguien que piense o esté en desacuerdo al cien por ciento con otra persona. No suelo ver la vida en términos de blancos y negros y me sorprende que tengamos un país que se potencia cada vez más en ese aspecto. Eso me apena bastante. Con Juan o con cualquier otra persona puedo tener algunas diferencias y coincidencias. Salvo que suceda que me encuentre con una persona autoritaria, violenta o supere los límites de la lógica, yo no tengo problema en dialogar con nadie. Respeto todas las ideas, siempre y cuando sean honestas intelectualmente. Tanto con Luis (Brandoni) como con Juan tenemos un vínculo desde el respeto, más allá de todo.

-¿Qué cosas te impactan y te duelen cuando caminás las calles de Buenos Aires?

-Buenos Aires es mi ciudad, es bella, hermosa y me gusta cuando me siento orgulloso de muchas cosas, pero en los últimos tiempos. y aclaro que no me refiero a este gobierno concretamente, sino a que hace varios años que vemos gente viviendo y durmiendo en la calle. Eso me impacta y me duele profundamente. Me hace ver una realidad que contrasta con muchas zonas hermosas tanto arquitectónicamente como culturalmente que tiene nuestra ciudad.

-¿Qué opinión te merecen las medidas que últimamente ha tomado el Presidente Javier Milei?

-Creo que es para un análisis más profundo de si me gusta o no este Presidente. En lo particular, no me gusta, lo que no significa que no pueda encontrar algunas cosas positivas. Lo que sucede es que las políticas que implementa y las formas que aplica no son de mi agrado. Yo no entiendo mucho de economía, pero imaginemos que el Presidente sí, que quizás baje la inflación pero… ¿cuáles son los costos? Si el resultado es dejar un montón de gente sumergida, al menos yo intentaría encontrar otra solución y no soy ni político ni militante, pero deseo que a aquellos que tienen aspiraciones respecto de la política deberían -y es un deseo- ocuparse más de la gente.

-Hay miles de temas por resolver. ¿Cómo la ves?

-La sensación que tengo es que el foco está puesto en ver cómo bajamos la inflación y no porque no lo considere importante. Tuvimos gobiernos anteriores que no lo han logrado, pero insisto en que el tema son los costos que hay que pagar por eso. En mi ideal, debería ser importante contemplar las necesidades de la gente y que no pasen las cosas que están pasando. Recuerdo políticas parecidas, a lo mejor no tan drásticas, durante la época de Carlos Saúl Menem y claramente siempre se ve favorecido un porcentaje de la sociedad. Pero, al mismo tiempo, fue la época en la que empezó la marginalidad y era una clase social que antes no teníamos. A partir de los 90, además de la marginalidad, comenzaron los comedores comunitarios para la gente más necesitada, cosas muy tristes que yo preferiría que no pasaran y me jodería que mucha gente y me sumo, tuviéramos que abandonar algunos privilegios para que todo sea más equilibrado. Según mi criterio, todo ese cambio se podría lograr a partir de acuerdos, diálogo entre los que piensan diferente y siento que no se ha logrado tampoco con los gobiernos anteriores, pero mucho menos con alguien que está a los gritos, que se muestra intolerante y que todo lo hace a partir de una motosierra. Es ahí donde siento que las cosas se plantean entre blancos y negros.

"Si sentís que la vida no te está pasando, despertate porque aún estás vivo y es hora de que te acuerdes"

Eduardo Blanco es de esos tipos que presta atención, que disfruta de la charla, de los que piensa, reflexiona y no dice por decir. Va por la vida disfrutando lo que sucede a cada paso y a diferencia de su personaje, puede caminar a paso ligero o ir más despacio para apreciar el paisaje.

-¿Hacés algún deporte? ¿Hacés vida saludable?

-Trato de ser disciplinado y como mi mujer se cuida bastante, como sano excepto cuando salgo a comer afuera que hago algunos desarreglos. Respecto a la actividad física, me gustan muchos deportes, en una época jugaba al fútbol, pero con mis horarios hace tiempo que se complica. Así que opté por la bici. Me gusta andar en bici y recorrer la ciudad, además de elongar todo lo que puedo.

-Definí qué es la felicidad para vos.

-La felicidad es un estado de ánimo, un instante o la sumatoria de momentos que muchas veces uno percibe de manera muy satisfactoria. Creo que es algo que está en movimiento permanente y para conocerla hay que transitar momentos de angustia o de fracaso para conocer el éxito. Es la sensación de sentir bienestar.

-¿Con quién te sentarías en el banco de una plaza a conversar y de qué hablarían?

-Uy, podría sentar a varios y entre ellos a Cristo, a John Lennon, a Serrat, a Discépolo… Creo que más que a charlar, me sentaría a escucharlos, saber acerca de la mirada de ellos sobre el mundo, la vida, aunque creo que a partir de la historia, uno tiene una percepción de lo que ellos fueron y son. Sería muy grato compartir ese momento.