La última pelota que cayó en el área de Fluminense fue el intento postrero de un Boca que solo mantuvo la esperanza de ganar su séptima Copa Libertadores por empuje, ganas y esfuerzo. Pero en fútbol no siempre alcanza con esas virtudes. El equipo de Almirón se quedó con las manos vacías frente a un rival que no fue superior en el partido definitorio pero tuvo la fortuna de ser más preciso en la definición. Para Flu fue la primera conquista continental. Para Boca, una frustración dolorosa.