Análisis. El costo de las restricciones y su impacto en la economía
La cuarentena de 2020 dejó números en rojo y las probabilidades de cumplir con las metas oficiales para el 2021 se desvanecen ante las nuevas medidas.Por Agustina Devincenzi.
El anuncio de las nuevas restricciones para contener la segunda ola del coronavirus genera preocupación en los sectores que se encuentran muy golpeados desde el comienzo de la pandemia y que aún no retoman sus niveles de actividad habitual. El impacto será durísimo en aquellos que dependen del movimiento de la población de un lado a otro y que con las limitaciones a la circulación se verán afectados, con una consecuente, e inevitable, caída del consumo.
Por el lado de los gastronómicos, los dueños de bares y restaurantes preparan amparos. En pie de guerra, anticiparon que no cumplirán las medidas. El año pasado, cerraron más de 10.000 comercios y se estima que bajarán las persianas de forma definitiva unos 20.000 más, según la agrupación “Sillas al revés”.
La Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos de la República Argentina (UTHGRA) asegura que se perdieron 150.000 puestos de trabajo y corren peligro otros 250.000. Ya desapareció un 20% de los establecimientos, de acuerdo a la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC). Los shoppings advirtieron que esperan que se duplique la cantidad de locales vacíos por los 15 días en los que no podrán funcionar.
Los locatarios todavía no recomponen sus ingresos y muchas marcas ya piensan en dejar los centros comerciales y mudarse a comercios a la calle. Las pérdidas del sector ascienden a $ 1.200 millones, según la Cámara Argentina de los Shoppings Centers (CASC). Los gimnasios también salieron al cruce. Permanecerán abiertos, ya que consideran que el rubro no se encuentra alcanzado por el decreto presidencial, al tratarse de una actividad “esencial” para la salud.
La Cámara de Gimnasios Argentina (CGA) sostiene que la pandemia arrasó con 2.000 de los 8.000 centros de entrenamiento que existían en el país. El agravante es el deteriorado punto de partida. La larga cuarentena de 2020 dejó como saldo una caída del 9,9% del Producto Bruto Interno (PBI).
Así, la Argentina registró su tercer año consecutivo de producción a la baja, tras el descenso de 2019 (-2,1%) y 2018 (-2%), según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). El consumo privado se contrajo un 13% interanual, la inversión cayó un 13% también y las exportaciones disminuyeron un 18%.
El escenario empeora si se tiene en cuenta que los objetivos oficiales proyectados quedan en suspenso, como el crecimiento del 7% del PBI, la meta del 29% de inflación y el recorte de dos puntos en el déficit fiscal. La suba del 4,8% de la inflación en marzo significa el séptimo dato más alto desde la híper de 1991 y los analistas más extremos prevén que el año terminará con un aumento superior al 70%.
La situación da cuenta del actual contexto, en el que las empresas no logran recuperar facturación, en medio de los controles de precios y las sanciones por incumplimiento, y los bolsillos de los consumidores pierden poder de compra. Como consecuencia de las nuevas restricciones, la actividad económica se derrumbará y el Banco Central de la República Argentina (BCRA) deberá emitir más dinero para financiar los mayores gastos.
El costo fiscal de las medidas anunciadas será de $ 30.0000 millones, anticipó el Ministerio de Economía, ya que da por sentado que las últimas disposiciones se extenderán más allá de las dos semanas que el presidente Alberto Fernández anunció. Pero el presupuesto 2021 diseñado por la cartera que dirige Martín Guzmán no contempló una partida para los “gastos directos del Covid-19”.
Aunque en el Gobierno dicen que el Estado tiene margen para atender a los sectores de la población más perjudicados, mediante herramientas como el nuevo IFE y el REPRO II, la “espalda” con la que cuenta el Tesoro es menor a la del año pasado. En 2020, el BCRA perdió el 65% de sus reservas y emitió el 7% del PBI.
Los números en rojo no dan tregua en un año electoral, en el que la pandemia amenaza con elevar el número de víctimas sociales y económicas. La suba del déficit generará más emisión y más inflación, con un amesetamiento del ritmo de reactivación y el desvanecimiento de la ilusión de concretar los propósitos planteados.