Cuento Editorial La Rotonda: Prohibiciones
Lo que está permitido y lo que no, ha sido el conector de los temas de actualidad en el tradicional espacio de Daniel Revol.
Un símbolo, un emblema, un simple dibujo, atravesados por una raya que los cruza, de izquierda a derecha, como si fuera la banda que cruza el pecho de la camiseta de un equipo de fútbol. Que esto no se puede, que aquello no se hace, que lo otro no se toca. Solemos decir que son normas de convivencia, que contribuyen a que haya orden y tolerancia que nos permitan vivir en sociedad. Nos advierten que no debemos hacer lo que pudiera perjudicar a un tercero y lo que no nos gustaría que nos hagan. Parece una contradicción en sí misma que en una nación libre y democrática, que se jacta de una madurez incipiente tras tantos golpes militares concretos e intentos fallidos, ahora existan prohibiciones. Entonces, como en una clase de Construcción de la Ciudadanía, que en nuestra época se llamaba Instrucción Cívica, nos aclaran que no debemos confundir la libertad con el libertinaje. Y que de la democracia a la anarquía pareciera que hay un solo paso, sin que se trate de una transición, pero va casi sin escalas. Una Ley Madre llamada Constitución nos otorga nuestros derechos, pero también nos impone nuestras obligaciones ciudadanas. Y debajo de ese gran paraguas protector, quedan bajo su sombra un sinfín de normas y códigos que ordenan el mapa cotidiano. Por eso, cuando alguien actúa de manera casi salvaje, violando prohibiciones, se dice que se rige por la Ley de la Selva o que no tiene códigos. También solemos invocar que todo aquello que no está prohibido, por decantación, está permitido. Esto pareciéramos interpretar cuando no existe una señal que nos marca la imposibilidad de una determinada maniobra o la oportunidad de realizar una acción definida. Sin embargo, allí debería actuar el sentido común, o el acto reflejo que nos permita reflexionar rápidamente acerca de si lo que estamos haciendo no está de alguna manera vedado por ese conjunto de leyes que deberíamos conocer como ciudadanos. Por ejemplo, no hace falta que cada uno de nosotros vaya por la calle con una remera estampada que indique Prohibido Insultarme o Prohibido Agredirme para que esto no ocurra. O que una mujer vaya con un letrero de Ni Una Menos para que no la cosifiquen, maltraten, abusen o asesinen. ¿Cómo habrá que hacer para que queden prohibidos la violencia y los crímenes?