La circulación del océano Atlántico desempeña un papel fundamental en el equilibrio climático del planeta. La corriente atlántica, que representa un componente esencial del sistema climático global, implica un patrón de flujo oceánico capaz de trasladar agua cálida desde los trópicos hacia el norte del Atlántico, al mismo tiempo que desplaza agua fría y densa hacia el sur. Este proceso es esencial para la regulación del clima, ya que redistribuye el calor y contribuye al mantenimiento del equilibrio térmico de la Tierra. Sin embargo, la estabilidad de este ciclo se enfrenta a serios riesgos que podrían desencadenar consecuencias significativas.