La fiesta de la oligocracia
El muro que divide a la gente común de la casta política es cada vez mas alto y mas ancho, cunde la desconfianza y la distancia y el sistema tambalea.
El affaire del fotogate por el cumpleaños de la primer dama, Fabiola Yáñez, la forma en que el presidente Alberto Fernández trató de resolver el asunto, echando la culpa a la propia agasajada: "Mi querida Fabiola invitó a unos amigos" y las diversas consecuencias que de ello se vayan derivando, son en realidad detalles, mas o menos relevantes según se los mire, pero solamente eso.
Detalles que dan testimonio de la distancia, el enorme muro que separa al ciudadano ordinario de la clase gobernante, que compone un politburó que hace lo que quiere, pero le dicta normas al resto, y ese resto, indignado, furioso, pero manso, observa, de a ratos, incrédulo.
La clase política en Argentina es un sector social con privilegios de casta una oligarquía legitimada por el voto, fruto de un sistema oligocrático. Y no se trata de un partido, sino de todos, incluso los antisistema, que se esmeran por introducirse en el sistema y ser parte de la casta.
El sistema electoral argentino, que jamás cambiará en sustancia, habilita el control de la casta sobre el resto. Solo se pueden elegir candidatos que pertenezcan a partidos políticos. Dentro de esos partidos, se postulan candidatos que pertenecen a la casta. La cuenta es simple, la oferta electoral pertenece al politburó de la política argentina. El diseño es perverso.
Si usted señor almacenero o señor ingeniero, tiene vocación se servicio, ganas de hacer algo por los demás, no simpatiza con ningún partido o está defraudado por ellos, vaya a una ONG y tenga cuidado en cual se mete. Porque la política no le va a permitir jugar el juego y la ley tampoco.
No hay posibilidad de que se postulen candidatos independientes, los partidos compuestos por lo de siempre controlan las candidaturas.
Por cierto, una apertura del sistema depende de un cambio de la ley electoral, pero esa modificación requiere que los miembros del Congreso, todos beneficiarios del sistema actual, elegidos y reelegidos y rereelegidos en base al sistema imperante, afecten sus propios intereses. Hay diputados que llevan 6 períodos, 24 años en la Cámara ¿porqué abrirían la puerta de entrada para lo excluidos y de salida para ellos mismos?.
La política es una casta, alejada de la gente, vive su propio mundo ajeno al resto de los mortales, con sus privilegios y su "trabajo seguro", sin las peripecias a las que nos vemos sometidos los demás, y no tiene problemas en mostrarlo descaradamente a cada momento.