Mayweather – Paul: una oportunidad para pensar el rol del consumidor como actor público
Miles de fanáticos expresaron su disgusto por el bajo nivel de la pelea entre un retirado y un influencer. ¿Se justifica el fastidio posterior? Por Juan Ignacio Minotti.
El ex campeón del mundo Floyd Mayweather volvió a subirse a un ring. El hecho de que se trate de uno de los boxeadores más importantes de la historia y, sin duda, el más relevante de los últimos 20 años, generó una expectativa altísima. Incluso, cuando se conoció su rival: un influencer humorista, sin experiencia pugilística, denominado Logan Paul.
Las ventas de la pelea alrededor del mundo, ya sea a partir de cadenas que compraron la transmisión o mediante el sistema PPV (Pague Por Ver) se dispararon y de esa manera, el legendario boxeador estadounidense, que también fue el promotor de la pelea, facturó 100 millones de dólares.
El combate tuvo poco de entretenido: un show entre un peleador de enorme técnica, ya no acompañado por el físico, que se dedicó a divertirse y ponerse a resguardo y otro con mucha menos capacidad que un deportista real, que tiró golpes casi al azar. El resultado: un sinfín de críticas de los fanáticos que se vieron decepcionados tras pagar por la pelea y no observar un espectáculo acorde.
Para colmo, el combate no tuvo resolución, dado que ninguno de los dos boxeadores consiguió noquear y no había jueces para decidir la cuestión por puntos. Incluso, los más osados aseguran que en el quinto round, Mayweather le propinó a Logan un golpe que pudo noquearlo, pero él mismo se acercó y lo detuvo para que no caiga. El combate fue pobre y si efectivamente uno de los púgiles evitó que el otro perdiera, es una burla y una falta de respeto a los espectadores.
Sin embargo, es prudente analizar el rol de los mismos. ¿Por qué una pelea entre un campeón retirado y un humorista factura 100 millones de dólares? ¿No es lógico que tenga un nivel bajo? ¿Por qué tantos decidieron verla?
El consumo de un producto es un acto público, incluso a partir de medios digitales. Es difícil de comprenderlo, sí, porque puede realizarse desde la tranquilidad del hogar y dentro de un ámbito privado. Pero la influencia que tiene ese consumo lo transforma en un acto público. Quizás con un producto alimenticio o con una prenda, esa influencia del consumidor es un poco más visible.
Seguramente, cuanto más gente haya comprando una determinada remera, más se producirá, y, además, posiblemente, otras marcas apuesten a crear remeras similares para competir y sacar todo el provecho posible de ese deseo o necesidad de consumo.
Con los productos mediáticos, deportivos o no, pasa algo similar. Hay deportes o formatos dentro de los medios en los cuales es más difícil desviarse del camino habitual. Pero, en otros casos, se hace sencillo. A veces en novedoso, interesante o revelador y en otros casos, el cambio deprecia, baja la calidad de un determinado producto.
Por eso la importancia de tener conciencia del acto de consumo como un acto público. La pelea entre Mayweather y Connor McGregor, que tuvo algunas características similares a esta última, también tuvo una audiencia récord y facturó millones. El combate entre un eximio boxeador, ya lejos de su mejor momento, y un peleador de otro deporte, que no tenía la capacidad suficiente para enfrentar al ex campeón, proveyó dividendos millonarios.
Está muy lejos aquella pelea de ser lo mejor que el boxeo puede ofrecer, incluso en un momento en el que los especialistas juzgan, no hay púgiles del nivel de otros tiempos. Pero, desde el punto de vista del negocio, fue ideal. Se sacó de la galera un evento que otorgó millones, sin la necesidad de esperar el surgimiento de un extraordinario peleador y se sentó un precedente: el show está por encima de la calidad, y el público lo consume.
Ese precedente se llevó al extremo en esta pelea, varios años más tarde, en la que el mismo peleador que hace un tiempo no estaba en su mejor momento hoy está retirado y volvió a subirse al ring para enfrentar a un reconocido exponente de otra área que no tiene la capacidad para luchar en la élite de ningún deporte.
Otra vez, el show vendió por fortunas, pero en este caso, los fanáticos pusieron el grito en el cielo. En conclusión, ser más consciente del acto de consumo, como delineador de los productos venideros, puede permitir evitar este tipo de decepciones.