La Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas Sofía Esther Broquen de Spangenberg ha sido víctima de un robo por tercera vez en lo que va del año. Este último incidente tuvo lugar el sábado por la tarde, cuando delincuentes irrumpieron en tres aulas del anexo del segundo piso, sustrayendo diversas notebooks y otros objetos de valor.

Una madre de una alumna de la institución relató que la puerta del aula destinada al almacenamiento de computadoras fue violentada, aparentemente utilizando un objeto contundente. En respuesta a este hecho, el rectorado de la escuela emitió un comunicado en el que expresa su pesar por la situación y enfatiza la importancia de mantener informada a la comunidad para evitar malentendidos.

Hasta el momento, no se ha hecho público un inventario detallado de los objetos sustraídos en este último robo, pero es relevante mencionar que la escuela ha sido blanco de actos delictivos de manera recurrente. En marzo de este año, se registraron dos robos en un intervalo de menos de 48 horas. El primero ocurrió el 9 de marzo, cuando la casera de la escuela encontró puertas abiertas y computadoras desordenadas en el piso, lo que sugiere que los delincuentes ingresaron por las ventanas de la biblioteca, las cuales estaban forzadas.

En esa ocasión, se reportó la sustracción de aproximadamente 125 computadoras, así como pertenencias personales que habían sido almacenadas en casilleros forzados. Además, se robaron tres puntas de cobre de mangueras de emergencia y un CPU ubicado en la librería. El segundo robo, que tuvo lugar pocas horas después, mostró un patrón similar, afectando especialmente a los niveles medio y terciario, así como a la librería y fotocopiadora situadas en el subsuelo.

Posteriormente a estos robos, la Policía detuvo a dos menores que estaban involucrados en los delitos. Durante una operación de prevención en la zona de la avenida 9 de Julio y Córdoba, se les encontró en posesión de 25 netbooks que pertenecían a la escuela y que llevaban la inscripción del Gobierno de la Ciudad. Las computadoras fueron reconocidas por la rectora de la institución, quien validó su procedencia mediante códigos numéricos y etiquetas que tenían inscripciones de su puño y letra.