Lamento mucho que la presidenta de la Nación haya dicho que Calafate es su lugar en el mundo. Lo digo porque creo que Calafate, en realidad, es la capital de la impunidad. Es un pueblo pujante, de una belleza extraordinaria que, como si esto fuera poco, está a pocos kilómetros del Perito Moreno, una ciudad gigante de hielo que conforma uno de los paisajes más conmovedores y atractivos del planeta. Ese Calafate esforzado de las empresas de turismo y de los artesanos, está salpicado por muchas mansiones que cuestan de uno a tres millones de dólares o mas todavía.

Esos castillos de la abundancia están construidos con buen gusto arquitectónico, con materiales nobles de la zona como piedra y madera y sin embargo, chocan a la vista. Uno se queda mudo del asombro frente a esas fastuosidades del lujo que generan vergüenza ajena. Hay algo de exhibicionismo obsceno, de provocación pornográfica, como bien dijo Lanata. Es como si trasladaran Punta del Este o Beverly Hills a un bonito y sencillo pueblo patagónico. Pero la más brutal patada al hígado es cuando uno pregunta de quien son esas casas. La gran mayoría pertenece a funcionarios de gobierno. De la municipalidad, de la provincia y de la Nación. Hay hoteles de un nivel de sofisticación y confort que dan ganas de quedarse a vivir.

En este caso también, cuando uno pregunta quienes son los propietarios aparecen los mismos nombres y apellidos del poder permanente. Con un agregado que levanta sospechas de lavado de dinero: en varios casos, los hoteles están semivacíos y no dan demasiada rentabilidad. El hecho mas grave ocurre en uno de los hoteles de los Kirchner. Lo explota un empresario que es proveedor del estado y que les paga unos alquileres exorbitantes, cifras totalmente fuera del mercado.

Aquí también una justicia independiente encontraría material suficiente para bucear entre incompatibilidades, dineros que no se pueden explicar y papeles de una flojedad notable. Las cámaras de televisión que puso el programa de Jorge Lanata permitieron ver en toda su dimensión los privilegios del poder eterno en Santa Cruz y el que lleva 9 años gobernando la Nación. La casa de Fabián Gutiérrez es también de un costo altísimo difícil de explicar solo con ahorros de alguien que fue secretario de Cristina durante mucho tiempo.

Pero además de lo que significa esa casa como muestra de capacidad económica, está literalmente rodeada de 19 cámaras de seguridad que filman los 360 grados todo el tiempo. ¿A que le tiene miedo Fabián Gutiérrez? No digo que lo sea, por favor, vade retro satanás, me corto la lengua antes de decirlo, pero parece, repito, solo parece la casa de un narco que tiene miedo que lo vayan a matar. El ex intendente Néstor Mendez es un hombre clave del lugar. El fue el encargado de regalar, perdón digo, de repartir, perdón digo, de vender miles y miles de hectáreas de terrenos fiscales a precio vil. Se vendía el metro cuadrado a 7,5 pesos. Una pichincha, una ganga. ¿Habrá sido un plan social de “Tierra para todos”? No. Los compradores fueron 48 personas del poder concentrado entre quienes están la familia Kirchner completa y otros funcionarios del palo.

Ese escándalo que nunca terminó de explotar, no tiene explicación posible. En pura inmoralidad. La fiscal encargada de investigar fue una de las hijas de Alicia Kirchner que, casualmente, también había sido beneficiada con uno de esos terrenos en oferta K. Pero la cosa no termina ahí. Uno de los terrenos que compró Néstor y que lo pagó 170 mil pesos en cómodas cuotas, lo vendió, poco tiempo después, en 2.400.000 dólares a la empresa chilena Cencosud. Muchos pensaron que esos terrenos habían sido casi regalados a esos precios con la condición de que no se pudieran vender. Que sirvieran para construir, para algún emprendimiento productivo y no para un negocio rentístico formidable en un pase de manos. Pero no fue así. Se alegó que se iba a construir un gran supermercado que iba a dar fuentes de trabajo y cubrir una demanda de consumo de la población. ¿Usted lo vio al supermercado? Yo tampoco.

No está, se fue. Nada por aquí, nada por allá. El día que los Kirchner pierdan una elección y cambie de manos el poder en la Argentina, tal vez la justicia se anime a investigar semejante escándalo. Por ahora solamente nos queda la denuncia periodística. Decir que Calafate es la capital de la impunidad. Usted me entiende. Algo así como Anillaco, pero en la Patagonia.