Algunos se atreven a decir que ayer cicatrizaron las heridas abiertas en el campo y en el gobierno durante la batalla por la 125. Otros son más moderados y dicen que hay un cambio de clima evidente, que comienza una nueva etapa y que, con el tiempo, se verá si termina en romance. Hay que preguntarse que pasó. ¿Cuál es la nueva realidad? Porque enfrentamientos de semejante envergadura no se arreglan por arte de magia. Así como en su momento hubo conflictos de intereses ahora hay coincidencia de intereses.

En su momento el gobierno humilló a los integrantes del sector a los que trataron como agrogarcas destituyentes y piqueteros de la abundancia. Ayer, el ministro de Agricultura, Julián Domínguez dijo que “el conflicto quedó atrás y ahora se abre una nueva etapa porque las relaciones son buenísimas”. En su momento la Mesa de Enlace y los autoconvocados habían paralizado al país con protestas, cortes de ruta y movilizaciones multitudinarias que luego se expresaron en una paliza electoral y parlamentaria para el gobierno. Fue la derrota de 2009 de la lista que encabezaba Néstor Kirchner y la histórica madrugada del voto no positivo del vicepresidente Julio Cobos. Ayer Carlos Garetto, jefe de una de las entidades que celebró aquellos triunfos del campo dijo que el balance de ese enfrentamiento “fue malo para el gobierno, para el campo y para todos los argentinos”. Por el contrario, Garetto habló de reencuentro y reconciliación. Todos coincidieron en marcar que el mundo de las cooperativas agropecuarias es la mejor forma de crecer en forma solidaria y asociada.

El resto de los representantes de la Mesa de Enlace y varios cuadros técnicos de otras entidades no gremiales que son igualmente referentes de los chacareros leyeron los resultados electorales y sacaron un par de conclusiones obvias y pragmáticas: que no van a solucionar nada peleándose con Cristina durante los próximos 4 años de gobierno y que el kirchnerismo ganó las elecciones abiertas en la gran mayoría de las ciudades y pueblos donde en el 2009 había perdido. ¿Eso significa que todo el campo voto las listas de Cristina? De ninguna manera. Es bastante claro que el productor propiamente dicho. El que trabaja directamente la tierra o la ganadería eligió alguna de las opciones opositoras y atomizó su poderío.

Pero no hay dudas que mucha gente de los pueblos que viven y palpitan junto al campo que son comerciantes, empleados públicos o veterinarios, si eligieron las listas del Frente para la Victoria. Por dos motivos: porque en esos lugares se nota el bienestar económico que produce el derrame de las cosechas y los precios espectaculares y porque no hubo líderes opositores que le garantizaran defender lo bueno que está pasando y corregir lo malo.

Los que no votaron a Cristina decían: “nos va bien a pesar del gobierno y no gracias a sus políticas”. Pero muchos entendieron que era el momento de frenar las peleas y apostar una vez más al diálogo. “Lo que no pudimos conseguir por las malas vamos a tratar de lograrlo por las buenas”, es el concepto que usan ahora. Tienen todavía muchos problemas que resolver. Sobre todo los productores que no pueden exportar su trigo y su maíz sin que haya explicaciones racionales de esa prohibición. Van a intentar llegar a acuerdos apoyados en el buen diálogo que encontraron con el ministro Domínguez.

En ambos lados hay todavía sectores muy enojados y muy intransigentes. Del lado del gobierno siguen diciendo que la oligarquía siempre será enemiga del proyecto nacional y popular. Del lado del campo, tienen miedo que le metan la mano de nuevo en el bolsillo y le afecten la renta agropecuaria y que monopolicen el comercio exterior de granos. Es cierto que todavía no hubo muchas medidas concretas. Que hasta ahora hay más buenas intenciones y expresiones de deseos que realidades.

Más ruidos que nueces. Pero la mayoría tiene una renovada expectativa. Por ahora están sembrando una relación distinta. Hay que esperar la cosecha para ver los frutos. Miran con sospecha y desconfianza porque en su momento se quemaron con leche. Pero abren la puerta a una nueva posibilidad. Lo resumen en tres palabras: ver para creer.