¿Vuelve el amor entre Cristina y el campo? ¿Se cierra la herida profunda que se abrió con la batalla por las retenciones? ¿La soja dejó de ser un yuyito? ¿No hay más golpistas y agrocarcas entre los piqueteros de la abundancia? Los últimos acontecimientos no hacen más que seguir abriendo preguntas como estas. Porque algo está cambiando.

El primer dato fueron los resultados electorales. El 14 de agosto, Cristina ganó en casi todas las ciudades y pueblos donde reina la producción agropecuaria. La mitad de los argentinos que eligieron la oposición dicen que en esos lugares ella fue votada por los empleados públicos, los trabajadores de comercio, los profesionales y no por los chacareros propiamente dichos. Dicen que los que trabajan directamente la tierra todavía tienen un dolor muy grande y pasará mucho tiempo antes de que perdonen tantas humillaciones. Puede ser.

Pero lo cierto es que Cristina ganó en todos esos lugares donde en el 2009 había perdido. Y ese es el dato nuevo. Por eso digo que algo cambió. Eduardo Buzzi de la Federación Agraria y Hugo Biolcatti de la Sociedad Rural, los dos extremos ideológicos y económicos de la Mesa de Enlace abandonaron esta semana el discurso de confrontación intransigente. Buzzi fue el anfitrión de los ministros Julián Domínguez y Amado Boudou en Alcorta y después de la foto resumió su postura de beso y cachetada: “Con el gobierno no vamos a hacer un seguidismo idiota ni una oposición cerrada”. Clarito como el agua: si las medidas son buenas para los pequeños productores apoyarán y si son malas, criticarán. Biolcatti que había tenido expresiones irrespetuosas para los votantes de Cristina, aceptó la invitación de la UIA a Tecnópolis y luego celebró “las señales de diálogo que generan un escenario favorable”

Anoche la presidenta anunció un plan que por ahora es una sumatoria muy positiva de planes, metas y expresiones de deseo a la que nadie en su sano juicio, puede oponerse. ¿Quién puede estar en contra de coordinar esfuerzos para apuntar a las 160 millones de toneladas de granos, a aumentar el 70% la producción ganadera o a que las exportaciones agroalimentarias lleguen a los 100 mil millones de dólares? Es un maravilloso objetivo en el que todos los argentinos tenemos que colaborar para multiplicar la cantidad de chacras y cooperativas rurales. Eso va a generar más trabajo y bienestar en nuestro país. La presidenta habló del círculo armonioso del estado y el mercado. De potenciar con ciencia y tecnología la bendición que los argentinos recibimos con la tierra. Agregar valor en origen fue música para los oídos de todos los ciudadanos. ¿Qué más quieren los pueblos del interior? Fabricas que permitan que no exportemos una bolsa de papas y si tubos de papas fritas para copetín.

Eso multiplica la facturación por 170. Es la clave del desarrollo con inclusión que todos soñamos. Hay que valorar también el cambio en el tono. En su discurso distendido y de buen humor, Cristina, identificó entre el público y saludó con respeto a Gastón Fernández Palma, el presidente de Aapresid, que la entidad que revolucionó tecnológicamente al campo con la siembra directa. Hasta no hace mucho los funcionarios del gobierno tenían prohibido ir a los congresos de Aapresid. En el último que se hizo, estuvo presente el ministro Julián Domínguez y ayer Cristina mencionó ese coloquio y tomó uno de sus lemas, el de la inteligencia colaborativa. ¿Algo cambió para siempre o solo es parte de un operativo de seducción del gobierno para llegar al 60% de los votos el 23 de octubre? No pondría las manos en el fuego por ninguna de las dos opciones.

Dejaría actuar a la realidad. Ver para creer. Mientras tanto corresponde registrar y saludar las novedades positivas y no ocultar todo lo que falta. Porque Guillermo Moreno en forma incompresible, casi mas como un capricho personal que por ideología, tiene pisada la exportación de trigo y maíz. Esa arbitrariedad irrita a los productores. Igual que la pérdida de 10 millones de cabezas de ganado en 4 años por las burradas oficiales.

O la desaparición de tanto campesino trabajador que se fundió por políticas equivocadas. Pero insisto, hay otros valores que nos tienen que unir a todos los argentinos para cicatrizar las viejas heridas. Primero, la patria. La posibilidad de que todos los argentinos avancemos hacia un país mas justo donde cada día haya menos pobreza y marginalidad. Pero también la conveniencia estratégica como Nación. El mundo está reclamando alimentos. Y nosotros estamos en condiciones de producir alimentos para 400 millones de personas.

Por eso es imperdonable que haya gente que sufra hambre en la Argentina. Y es imperdonable que sigamos demorando nuestro gran salto al desarrollo con una explosión de exportaciones. Si queremos, los argentinos, tenemos futuro. Hay que dejar de sembrar vientos y vamos a dejar de cosechar tempestades. Ojalá lo logremos.